La periodista y escritora Pilar Eyre vuelve a las librerías con 'Señoras bien', una novela de ficción en la que, sin embargo, está salpicada de viviencias reales de la autora y su entorno. Los personajes femeninos están basados en ella y sus amigas, incluso aparece su perrita Dana. Más allá de los parecidos razonables, se trata de una historia sobre mujeres de 60-70 años de la alta sociedad catalana, que no se resignan a ser apartadas y reclaman una vida intensa, llena de emociones. El paso del tiempo, la búsqueda del amor y su lugar en el mundo, las relaciones con los hijos y la amistad son algunos de los temas que aborda, todo ello con su estilo irónico, divertido y cercano. La autora nos explica en una entrevista a ElPlural que con este libro busca que los lectores se diviertan tanto como ella lo ha hecho escribiéndolo. También nos ha hablado de la demanda de Juan Carlos I al que fuera presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, una acción que, en su opinión, demuestra la nula relación que mantiene con su hijo, Felipe VI.

Eyre, como su protagonista principal, busca el amor y confiesa que para encontrar a un príncipe, hay que besar muchas ranas. “He estado brillante con tíos que no valen nada”, lamenta. Sin embargo, no tira la toalla. "Hay una parcela que no te la cubren ni los hijos, ni las amigas, ni el trabajo. Esa es la que intentamos llenar”. Además, nos ha contado su efímera carrera como cronista de Casa Real.

PREGUNTA.- Jordi Labanda ha dibujado a los personajes femeninos de 'Señoras bien' para la portada. ¿Con cuál de ella te sientes más identificada

RESPUESTA.- Es fantástica. Jordi Labanda es un gran dibujante y, además, se tomó muy en serio el encargo, leyéndose la novela y haciendo un estudio psicológico de cada personaje para representarlos bien. Está todo, al detalle: los zapatos, el bolso, Dana, que es mi perrita, Andrea... Por el físico me identifico con ella,  con la protagonista, y también me llamo Pilar Andrea, o sea, que tiene algo de mí. Pero de las pocas amigas que han leído el libro antes de salir, ha habido más de una que me ha llamado para decirme que se sentía súper identificada con ella: 'Seguro que pensabas en mí cuando describías tal personaje'. También me lo han dicho chicos, que es como llamamos nosotras a los señores.


Portada del libro 'Señoras bien', de Pilar Eyre, ilustrada por Jordi Labanda (Foto: Javier Ocaña)

P.- Al final todo tu entorno quiere salir en tus libros.

R.- Sí, al principio no quería salir nadie y ahora, si no lo hacen, se ofenden. La mayor parte de mis libros se nutren de la memoria familiar, de la gente que yo conozco, de historias que me han contado. Lo hacen todos los escritores, por ejemplo, Gabriel García Márquez, que es el padre del realismo mágico, dijo que 'Cien años de soledad' estaba basado en sus recuerdos familiares. Todos los escritores mojamos un poco la pluma, nuestros amigos y nuestra familia. Claro.

P.- ¿Cómo te ves en esta nueva novela?

R.- Me costó mucho escribir 'De amor y de guerra', porque era una novela histórica y tuve que recabar muchísima información. Quedé tan exhausta que me propuse pasármelo bien. Me he divertido escribiendo y creo que el libro se ha contagiado de esa alegría, he podido transmitir esa ansia gozosa. Es una novela amable que se lee con una sonrisa, un libro luminoso porque era como yo me sentía. Me ha salido solo, me sentaba por las mañanas delante del ordenador y volaban los dedos, los personajes estaban construidos con realismo y entonces iban teniendo vida propia, iban haciendo sus cosas, sus peleas. Hay un pequeño thriller porque se produce un asesinato y, también, hay amor. 

P.- Al principio de la novela, la protagonista sale con un hombre superficial, aunque se cree un gran poeta, que nunca está disponible para ella y que mira con ojitos a una de sus mejores amigas. Por resumirlo de alguna manera, un imbécil. ¿Cómo es posible que una mujer de esa edad, que ha conseguido triunfar en un mundo tan masculinizado como el de la arquitectura, al menos en su época, caiga en las garras de alguien así?

R.- Cuando empezó ella, que fue en los años 80, los arquitectos eran como estrellas de cine o del rock, ldominaban todos los ámbitos culturales, sus fotografías salían en portadas y ellas pusieron su pequeño 'chiringuito', como llamaban a su estudio. Consiguieron triunfar, pero ella se quedó viuda y empezó entonces su búsqueda. Ella quiere enamorarse, que es un poco lo que me pasa a mí. Yo soy viuda también y también tengo ganas de enamorarme. Yo también quiero conocer a un hombre, pero conocer a tu príncipe, te obliga a besar muchas ranas. Tienes tantas citas que derrochas energía que no sirven para nada y luego te arrepientes. Dices: 'He perdido dos horas de mi vida. He estado brillante, simpática, inteligente con este tío que no me importa nada y que no vale nada'.

Sería muy fácil resignarse, pero no quiero. Tengo mi vida, me dedico a leer, ha hacer footing, ir al gimnasio, quedar con mis amigas, pero hay una parcela, al menos mía y creo que de muchas mujeres, que no te la cubren ni las amigas, ni el trabajo, ni las aficiones, ni los hobbies, ni siquiera los hijos. Esa es la parcela que intentamos llenar. Creo que en todas las etapas de nuestra vida hay o habrá un hombre. No lo digo en plan 'el hombre de mi vida', eso es ridículo, del siglo XIX, sino del hombre en cada momento. 


Pilar Eyre (Foto: Javier Ocaña)

P.- ¿Tú cómo estás ahora en este sentido?

R.- Soy viuda desde hace bastantes años y la verdad es que me encantaría enamorarme. He tenido varias parejas, la última hasta hace un par de años que rompimos y desde entonces todos mis amigos me intentan buscar novio. Una de las anécdotas que le pasa a Andrea que me pasó a mí también. Una pareja de amigos míos me llamaron un día y me dijeron: 'Oye Pilar, tenemos el hombre ideal para ti, que está loco contigo, que le encantan tus libros, que es súper fan y iene unas ganas de conocerte locas, ven a comer que ya verás que te encantará'. Así hice, éramos un grupito de unos ocho diez personas y estuve toda la comida hablando con uno de los hombres. Me acompañó a casa y nos quedamos hablando en el coche, luego pasamos al paso siguiente, que era intercambiar los teléfonos y dijo: 'Pues no sabes lo feliz que haces, porque soy súper fan tuya. Pero bueno, quién es la más fan de los más fans de todos tus fans es mi mujer, que no ha podido venir porque tenía dolor de muelas'. Me levanté, cerré la puerta con la pierna, no le dije adiós y llamé a mi amiga indignada: 'Oye, por qué me presentas a un tío que está casado'. Y me dice: '¡Tonta!, que ese no era el que te tocaba, era otro que estaba muy callado, pero no le hiciste ni caso'. Pues ya está, una oportunidad perdida.

P.- ¿Quienes son las 'Señoras bien'?

R.- 'Señoras, bien' son las que salen en el libro. Es una burguesía determinada, una clase social determinada de Barcelona, pero yo creo que es universal, la gente bien lo es en todas partes. Yo quería retratar esta Barcelona, que no es la Barcelona de Juan Marsé, mi autor favorito. No tienen problemas económicos, pero sí de otro tipo. Por ejemplo, la búsqueda del amor. Todos los veranos invito a mis amigas a mi casa de la Costa Brava y, como tenemos cierta edad, ya hemos tenido parejas con nombres iguales. Un día, a las cuatro de la mañana, después de tomar mucho champán, dedicimos ponerles como a los reyes, Ricardo I, Ricardo II... Nos reímos toda la noche y yo lo apunté todo. Las amigas de Andrea hacen exactamente lo mismo.

P.- Al principio del libro, Andrea apunta sobre los amigos de su primera pareja, el 'imbécil', que la miran con condescendencia. "Pintores, escritores de un solo libro, periodistas, jubilados de diarios que ya no existían, cada uno tratando de alabar sus propios trabajos, imponer sus ideas sin escuchar al contrario y darse autobombo mientras se inventaban un pasado glorioso, solo existente en su imaginación", dices textualmente. ¿Has conocido muchos de estos?

R.- En nuestra profesión abundan muchísimo, porque los periodistas cuando se retiran resulta que lo han hecho todo, una vez jubilados dicen que han fundado los periódicos más importantes, han formado parte de las productoras más importantes o han aconsejado a los grandes popes de la industria periodística de España. Yo alucino con todas las historias que se montan todos los periodistas jubilados, aunque supongo que debe ser en todas las profesiones.

Quizá yo también me adjudico cosas que luego digo: 'Pero si estoy exagerando, si yo era una mindundi, el último mono de la redacción, si me enviaban a las cosas que no quería'. Bueno, yo empecé a hacer los Reyes, por ejemplo, porque nadie quería cubrirlo. Yo trabajaba en Interviú, eran todo tíos mal vestidos, con barbas y con rodilleras y el jefe me envió a cubrir una visita que hicieron a Barcelona. Empecé a hacer Casa Real porque nadie quería hacerlo, fui una de las primeras periodistas, pero por descarte.

Fue muy corta mi carrera como cronista real, preferían al de las coderas y el de las barbas en lugar de la mosca cojonera, que es como me llamaban

P.- ¿Cómo fue tu primera cobertura?

R.- Estuve muy poco tiempo hasta que ellos dijeron que ya estaban hartos de que yo fuera, porque luego escribía cosas que no les gustaba. En esa época la democracia estaba en mantillas, nadie sabía como comportarse delante de los reyes. Había una persona que te indicaba cómo tenías que hacer las reverencias: 'No los mires a los ojos, no les des la mano, no hables de temas personales, No, espérate a que ellos te dirijan la palabra, no hables tú con ellos'. La primera vez que fui a saludarlos, en el palacete Albéniz de Barcelona, me dijero que no les estrechara la mano y que le hiciera una reverencia. 'Yo no hago reverencias, no le hago a nadie. Bueno, yo le hago a Dios porque soy católica o a mi madre, pero a nadie más'. Le tendí una mano a Sofía y quedó horrible, la reina no sabía que hacer con aquella mano que tenía delante. Me la estrechó así porque supongo que no podía arrancarla y tirarla al suelo. Todo el mundo alrededor se escandalizó: '¡Qué horror! ¡Qué horror!' El rey sí me saludó normal, pero se giró y dijo a su asistente: 'Tráeme una copa de whisky'. Me fui a la redacción y escribí: 'Le estreché la mano. Me miró mal. El rey pidió una copa de whisky'. Claro, yo no sabía que no se podían contar estos off de record. Ya no me acreditaron más, fue muy corta mi carrera como cronista real, preferían al de las coderas y el de las barbas en lugar de la mosca cojonera, que es como me llamaban.

P.- ¿Es la reina Sofía una 'señora bien?

R.- Los reyes son los que están en la cumbre, no puedes decir que el rey o la reina tengan mal gusto, están fuera de esta categoría. Además, el rey finge que está por encima de los códigos, según me cuentan sus amigos, como Alfonso XIII que cogía el marisco con las manos y decía que lo otro era una cursilada. Ahora se está diciendo que Marichalar es su yerno favorito. Pues yo me acuerdo que, cuando su hija estaba casada con Marichalar, el rey comentó a un amigo mío que 'A Marichalar lo que le pasa es que es un cursi y es lo peor que se puede ser en la vida, un cursi'. Él tiene muy claros los códigos de conducta.

P.- Me refería a la parte humana, si Sofía podía tener la complicidad que tú tienes con tu círculo íntimo y la amistad que hay entre los personajes femeninos de 'Señoras bien'

R.- La pobre Sofía, desde luego este círculo de amistad no lo tiene en absoluto. Yo creo que Sofía es la persona más sola de España. De hecho publiqué un libro sobre ella, una biografía que se llamaba 'La soledad de la Reina'.