Manel Loureiro (Pontevedra, 1975), es uno de los pocos autores españoles que ha conseguido colarse en las listas de los libros más vendidos de EEUU. Empezó escribiendo historias de zombies en un blog de internet que se convirtió en un fenómeno viral. Esas historias fueron el germen de su primer bestseller, 'Apocalipsis Z. El principio del fin' (2007), que este mismo año dará el salto al cine en Amazon Prime Video. Con su última novela, 'Cuando la tormenta pase' (Planeta, 2024), ha ganado el Premio Fernando Lara de este año, un galardón que, a pesar de proporcionarle una "satisfacción gigantesca", le produce vértigo ante el temor de no estar a la altura. "El síndrome del impostor siempre está ahí", nos confiesa en una entrevista con motivo de la publicación de este nuevo libro.
¿De qué va 'Cuando la tormenta pase'?
Resulta complicado hablar de 'Cuando la tormenta pase' sin hacer spoiler. De hecho, el autor advierte al final a sus lectores que no lo hagan. "Es importante que no le expliques a nadie que Bruce Willis está muerto", nos comenta en referencia a la película 'El sexto sentido'. Lo que sí se puede contar es que se trata de un thriller con los ingredientes habituales marca Loureiro: tensión, intriga, acción, crímenes, entretenimiento y su Galicia natal. La novela se desarrolla en la isla de Ons, situada en la entrada de la ría de Pontevedra y que, junto a las islas Cíes, Sálvora y Cortegada, forman el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia. En verano se llena de turistas, pero el resto del año, permanece aislada y prácticamente incomunicada con la península. Es el lugar elegido por el protagonista, Roberto Lobeira, escritor y antiguo corresponsal de guerra, para recuperar la inspiración y terminar su nueva novela.
Lo que parecía un plan perfecto, se convierte en una enorme pesadilla. El libro transcurre en paralelo a una gran tormenta que cerca al protagonista, al igual que lo hace el enrarecido ambiente que se respira entre los pocos vecinos de la isla, divididos por el enfrentamiento entre dos familias. Sin darse cuenta se ve envuelto en una aventura extrema en la que está en juego su propia vida. La isla, incomunicada y sin luz, se convierte en un aterrador universo por el que transita Roberto Lobeira, atrapado en una peligrosa trama de odios enquistados y venganza. A medida que crece la tempestad, los espacios se vuelven también más angustiosos, especialmente el Agujero del Infierno, conocido como Buraco do Inferno, una gruta marina de más de 40 metros de profundidad donde, según la leyenda, se pueden escuchar los lamentos de las almas condenadas para la eternidad.
En la novela encontramos muchas referencias a la mitología gallega y su creencia en las meigas y sus hechizos (meigallos). Siempre hay un trasfondo. "Soy un niño que crecí en el rural gallego, con historias de trasgos, de bruixas, de meigas, de Santa Compaña... No es que estemos todo el día con esa matraca, pero forma parte de nuestro acervo cultural", asegura en la entrevista. No es que crea en ellos, pero es un mundo que le resulta fascinante.
Entrevista con Manel Loureiro
PREGUNTA.- Enhorabuena por el premio. ¿Da vértigo?
RESPUESTA.- Da un vértigo brutal. Fíjate que yo no me suelo poner nervioso con estas cosas, pero el premio Fernando Lara es la típica cosa que no cambia nada y lo cambia todo. A partir del día que te dan el premio ya nadie te va a volver a ver de la misma manera, no te van a volver a tratar de la misma manera... Te ves de repente en otra categoría en la que hay nombres como Umbral, Terenci Moix, Sánchez Dragó, Fernando Delgado, Nativel Preciado... Esa lista da miedo, impresiona y tu nombre está también en esa lista. Es una satisfacción gigantesca, pero también una responsabilidad muy grande porque tienes que estar a la altura de lo que se espera, de un premio, de un premiado, de un Fernando Lara.
P.- ¿Tienes miedo de no estarlo?
El síndrome del impostor siempre está ahí. Es una cosa que he hablado con un montón de autores superventas muy conocidos y todos conservan esa sensación, esa zozobra cuando sacas un nuevo libro de '¡Dios! Tengo que estar otra vez a la altura'. Es la misma sensación de siempre, pero multiplicada por diez: una mezcla de expectación, nervios y, al mismo tiempo, euforia.
P.- ¿Qué vamos a encontrar en este nuevo thriller?
R.- 'Cuando la tormenta pase' es la historia de Roberto Lobeira, un periodista y escritor que tiene un bloqueo creativo como una casa. Decide irse al sitio más remoto que encuentra para poder acabar de escribir su siguiente libro, a la isla de Ons, en pleno invierno, cuando la isla queda prácticamente incomunicada con tierra, con tan mala pata que va justo cuando realmente se queda realmente incomunicada, por culpa de una tormenta.
Cuando llega a Ons descubre que los poquísimos vecinos que viven en la isla, que no son más de 20 o 30 en invierno, guardan un montón de secretos y tienen un montón de tensiones de las que él no es parte, que además hay alguien que le deja regalos sangrientos en la puerta de su casa tratando de decirle algo que él no es capaz de entender y, por si todo eso no fuese suficiente, las olas arrastran hasta la orilla un fardo, en Galicia, en las Rías Baixas. Cuando abre ese fardo y descubre qué es lo que hay en su interior y se sorprende, de repente todas esas tensiones, todos esos secretos, todos esos enigmas saltan por los aires. A partir de ese momento, lo de escribir un libro es el último de sus problemas, porque a partir de ese momento va a tener que preocuparse por resolver todos esos enigmas y, lo que es más importante, sobrevivir.
P.- Es una novela con esos ingredientes que te caracterizan: hay misterio, hay Galicia, tensión...
R.- Tiene mucha marca de la casa.
P.- Galicia es algo más que un escenario, forma parte de la historia.
R.- Me gusta que el escenario donde transcurre la acción acabe siendo también parte, un protagonista más de la historia, porque eso le da una nueva capa, mayor profundidad, y hace que los lectores se vean más atrapados por lo que está sucediendo. Era el lugar perfecto, por muchos motivos: por su propia situación, esa Galicia rural con partes mágicas, el Agujero del Infierno, que es un sitio real. El clima, el paisaje, la gente que vive en entornos aislados como Ons, que se vuelve desconfiada. Todo esto, en un momento en el que el protagonista no puede salir de ahí. La historia tiene lugar en unos pocos kilómetros cuadrados, donde pasan muchas cosas.
P.- Me hablabas de la Galicia mágica, ¿hay mucha mitología en la novela?
R.- Siempre hay un trasfondo. Soy un niño que crecí en el rural gallego, con historias de trasgos, de bruixas, de meigas, de Santa Compaña... No es que estemos todo el día con esa matraca, pero forma parte de nuestro acervo cultural, que compartimos con un montón de sitios del norte de España y toda la vertiente atlántica, Gales, Irlanda, Bretaña, Escocia. Estas leyendas, al final, de alguna manera permean y se trasladan a como cuentas las cosas y cómo actúan los personajes. No significa que yo crea en los meigallos, yo no creo en los meigallos, pero los protagonistas o parte de ellos sí que creen que existen. Yo no creo en las meigas, pero ellos sí lo creen. Entonces, al final ese universo, esa línea borrosa que separa la realidad de las creencias, me resulta fascinante y cercana porque la he visto y la he vivido de primera mano. En el thriller, al final, aunque no lo quieran, de manera inconsciente acaba salpicando a los lectores.
P.- ¿'Cuando la tormenta pase' es quizá tu novela más redonda, de mayor tensión?
R.- En un libro está la parte que se ve, que es lo que leen los lectores, y por debajo, la metaliteratura. Este libro tiene una enorme fontanería por debajo. Está construido en una estructura de ondas. Es decir, cada 3.000 palabras más o menos cada ocho páginas aproximadamente hay un punto de giro. Todo eso está perfectamente medido y pautado para que genere una tensión constante en el lector y le obligue a seguir leyendo.
La estructura de la novela coincide con la estructura de la tormenta que sacude la isla. La historia va aumentando de intensidad a medida que crece la tormenta y llega a su clímax en el momento en que la tormenta ruge con toda su fuerza. Cuando empieza a perder toda esa energía, es cuando se resuelve todo.
Construir esto no sale solo, tiene que planificarse. Es una novela que yo hubiese sido incapaz de escribir hace unos años.
P.- ¿Qué hay de ti en el protagonista? También es escritor.
R.- Hay mucho. Ese escritor como yo, tiene una antigua profesión que ha dejado atrás como yo, necesita visitar los lugares donde va a escribir sus historias como yo. Es tremendamente obsesivo en la parte final de la escritura, como lo soy yo. Ahí terminan las los parecidos y empiezan las diferencias. Roberto es un tipo muchísimo más decidido y más resolutivo de lo que yo sería. Si hubiera estado en su pellejo, me habría encerrado en mi casa y esperado a que pasase la tormenta. Pero él, como es un antiguo reportero de guerra, tiene dos cosas que lo caracterizan: un extraordinario sentido de la justicia y el deber, por un lado, y por otro, la necesidad de ser testigo de los acontecimientos.
P.- Es difícil hablar de esta novela sin hacer spoiler
R.- Es una historia que tiene tantos giros y está montada de tal manera que al final, lo advierto y pido a los lectores que no hagan spoiler. Lo que pretendo es que quien haya vivido la experiencia, no se la estropee a otra persona. Es importante que no le expliques a nadie que Bruce Willis está muerto [en referencia a la película 'El sexto sentido].
P.- Para construir la historia de 'La ladrona de huesos' te inspiraste en la historia real de una escuela secreta soviética que quiso formar a los mejores espías del mundo. ¿En qué te has inspirado en este caso?
R.- He utilizado mucho de la de la realidad cotidiana de Galicia, incluida la parte fea del narcotráfico, que no podemos obviar porque está ahí. También las rencillas del mundo rural, algo que no es exclusivo de esta tierra, con esos rencores enquistados entre familias que no se hablan y casi ya ni se acuerdan de por qué se llevan mal. Hay muchas pequeñas historias que permiten construir una mucho más grande.
P.- ¿Estás ya preparando una nueva novela?
R.- Sí, eso es inevitable. Hay un momento en el que te pican los dedos y quieres estar ya en la siguiente historia. El pero no puede ser porque hay algo, muchas cosas por el medio.
P.- Escribir es una tarea muy solitaria y ti, sinceramente, no te veo nada solitario...
R.- Más que solitaria es disciplinada, porque no vas a llegar a un centro de trabajo donde hay un montón de compañeros y un jefe que, si no llegas y no fichas a tiempo, te llamará la atención.
P.- ¿Te pones un horario y actúas como su fueras al trabajo fuera de casa? ¿Lo compatibilizas con poner lavadoras u otras tareas de la casa?
R.- Escribo en mi estudio, fuera de mi casa, porque necesito separar en mi cabeza mi tiempo de ocio de mi tiempo de trabajo. Procuro tener un horario, sabiendo que el horario es extraordinariamente flexible en los dos sentidos. Me explico si un día ves que no sale, lo mejor que puedes hacer, y lo hago, es apagar el ordenador, irme a tu casa, disfrutar de mis hijos, de la familia y de la vida. Hay, sin embargo, días en los que todo fluye y en esos días no hay un horario de cierre. La historia me arrastra y hay incluso un momento de disonancia que me pasa pocas veces, pero es muy divertido: es cuando estás escribiendo y se produce una especie de separación, cuando lees en la pantalla lo que tus manos escriben, parece que sale de un sitio distinto del que tú no tienes consciencia.
Son momentos muy breves, que pueden hacerte escribir mil o mil quinientas palabras, pero se acaban de repente. Normalmente, de ese fragmento no tienes que tocar ni una letra y me parece maravilloso, porque eso significa que la historia sale de algún sitio, que tú no tienes el control absoluto.
P.- Serán las meigas...
R.- No lo sé, no lo sé..., pero es la sensación es embriagadora. Son tus manos las que escriben, tú lees y después el párrafo queda perfecto.
P.- ¿Tienes alguna manía, algún corcho en ese despacho donde pones las tramas...?
R.- Lo que tengo es un sistema de trabajo, siempre con dos monitores y con una pizarra. En uno de los monitores escribo y en el otro tengo un corcho virtual de donde voy sacando las fichas de la trama para entrelazarlo todo. La pizarra es fundamental porque es el mapa del día, me dice cuáles son los puntos que tengo que recorrer ese día, pero son orientativos.
Aparte, tengo muchas manías de escritor. Cambio de teclado con cada libro, por ejemplo.
P.- ¿Qué haces con ellos?
R.- Están apilados en una estantería. Yo los machaco mucho, aparte de que tienen la mala costumbre de que, cuando los usas mucho, se empiezan a borrar letras. Entonces tengo la sensación al terminar un libro de que ya me han dado todo lo que tenían que dar y toco el siguiente.
Otra manía personal es que la última palabra que escriba tiene que terminar por la letra a, aunque sea una palabra en mitad de la frase.
P.- ¿Por qué te dio por ahí? ¿Tiene alguna explicación?
R.- Me encantaría poder responderte, pero no lo sé. Es algo que me atormenta y, si no lo hago, al día siguiente no doy pie con bola.
P.- Llevas ya tiempo dedicándote a la escritura, pero lo compaginas con colaboraciones en televisión y medios escritos, ¿tienes en el horizonte dedicarte exclusivamente a la literatura, sobre todo ahora, a raíz de este premio?
R.- Lo hago, lo hago de manera prácticamente exclusiva desde el año 2011 cuando colgué la toga y dejé de ser abogado, desde entonces, el 80% de mi tiempo lo absorbe la literatura. Las colaboraciones con medios son más que un trabajo, una manera de mantenerme afilado y fuera de mi zona de confort: Si nos movemos siempre en un entorno controlado, corremos el riesgo de oxidarnos, apolillarnos un poco. Me gusta ponerme en situaciones incómodas y los cambios de registro porque me obligan a auto-exigirme. Hacer cosas distintas de la escritura es un desafío para mí y una necesidad con el objetivo de mantenerme fresco.
P.- ¿Cuál ha sido tu último desafío?
R.- Este año he estado haciendo en la televisión gallega una sección de crónica negra, en un magacín de tarde, todas las semanas. Entraban en directo personas que habían tenido una relación directa con algo que era real. Ahí descubres la enorme diferencia entre un crimen de ficción y un crimen en la vida real. En este caso, el impacto emocional es mucho más grande. Tratar con estas personas ha sido un desafío para mí, que venía del mundo de la ficción