[[{"fid":"71382","view_mode":"medio_ancho","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"Portada del libro 'Mi maratón contra el cáncer', el libro de Jesús Martín Tapias, editado por Arzalia","title":"Portada del libro 'Mi maratón contra el cáncer', el libro de Jesús Martín Tapias, editado por Arzalia","class":"img-responsive media-element file-medio-ancho"}}]]Reproducimos el primer capítulo del libro de Jesús Martín, 'Mi maratón contra el cáncer', editado por Arzalia, que llega a las librerías una semana después de su muerte. 

«Saquemos cuanto podamos de lo que tenemos, ya que nada sabemos del futuro». Momentos de vida, Virginia Woolf.
 
«Pain is inevitable. Suffering is optional». Recogido por Haruki Murakami en De qué hablo cuando hablo de correr.

 Km 0. - En el punto de salida, sin la menor idea de lo que te va a ocurrir unos años después

Llegó el día. Has estado preparando el Maratón de Madrid durante meses. Entre salir a correr y acudir al gimnasio para reforzar musculatura, has entrenado  prácticamente a diario. Si acaso con uno o dos días de descanso a la semana. Con sumo cuidado, sobre todo al final, para no dañar ninguna parte del cuerpo. Ojo a las lesiones de última hora que pueden fastidiar en un minuto el esfuerzo de mucho tiempo.

La noche anterior hay que cenar algo de pasta y tratar de dormir bien. Los nervios también te pueden traicionar y reducir el rendimiento. No hay motivo; al fin y al cabo eres un aficionado que tiene previsto tardar entre cuatro y cinco horas para completar la carrera. Ese es el entrenamiento elegido del Método Abel Antón, el que has utilizado desde que saltaste de la carrera de 10 km al medio maratón hace ya unos cuantos años. 

Además de corredor, has sido montañero, esquiador, tenista y ciclista, actividad esta que aún mantienes, especialmente en verano, cuando los golpes de calor desaconsejan los entrenamientos intensos. Y lo haces porque te gusta, y para competir, si acaso, contigo mismo. «Hace de todo, pero todo lo hace mal», decía de sí misma la cantante argentina Nacha Guevara en el espectáculo Nacha de noche. Pues algo así.

Eres, en definitiva, una persona deportivamente activa. No sé si es algo que viene de nacimiento o tiene que ver con la personalidad que te forjas a lo largo de la vida, pero es algo que está ahí. Dicen que por las endorfinas, que enganchan más que el tabaco, pero en positivo. Además, nunca has fumado. Tomas alcohol con moderación, aunque en España eso implica la posibilidad de pasarte de la raya en determinadas ocasiones. Nunca cuando se aproxima una carrera, por supuesto.

Te consideras una persona saludable. Con hipertensión moderada, cosas de la edad, que el running contribuye a contener, vigilante estricto de la próstata y con visitas al fisioterapeuta cuando la espalda sufre alguna contracción, que cada vez es más a menudo. Eso te obliga a reducir tiempo e intensidad, pero no a dejarlo. El deporte, piensas además, es lo que te ayuda a evitar que te crezca la barriga cervecera típica de los cincuentones. 

Tienes energía para aguantar jornadas laborales de diez u once horas. Hubo una época de trabajo muy intenso en la que las salidas a correr a mediodía, con posterior bocata para no perder demasiado tiempo, te ayudaban a aguantar el tirón mejor que los días que no lo hacías. ¿Magia? No. Posiblemente endorfinas y mucha energía acumulada en las baterías internas del cuerpo.

Dicen las pruebas de esfuerzo, tan necesarias especialmente antes de enfrentarte al maratón, que mi corazón está estructuralmente sano, a pesar de esas molestas taquicardias que surgen de vez en cuando y que te obligan a ralentizar el paso o incluso a parar unos minutos para poder seguir después con la misma fuerza. Nada preocupante, según los cardiólogos que lo han visto. 

La máquina funciona bastante bien, a pesar de los pequeños achaques que han ido apareciendo con los años, y eso te ha hecho pensar durante todo este tiempo que esos males que «les pasan a otros» es difícil que te alcancen a ti, que gozas de una especie de invulnerabilidad que te protege de las peores enfermedades. 

¡Pues nada de eso! Todo este esfuerzo, realizado con gusto, por supuesto, no te diferencia en nada del resto de los humanos. Sí, de esos que dentro de un rato verás sentados en las terrazas de las avenidas por las que pasa la carrera, repletas de gente porque es la hora del aperitivo y estamos a finales de abril. Justo cuando tú ya llevas cerca de 40 kilómetros en el cuerpo. Y aunque no les envidias en nada, te preguntas qué pensarán al verte pasar sudoroso.

Ellos disfrutando y tú, presuntamente, sufriendo y creyéndote un tío fuerte y sano. Pues no es del todo así. Resulta que llevas prácticamente las mismas papeletas que ellos en la lotería de ese reparto porcentual que establece que una de cada cuatro personas padecerán un cáncer a lo largo de su vida. La genética es una causa importante, pero a determinada edad también hay factores en los que nada influye ser un buen deportista que contribuyen a que aparezca la enfermedad.

Vuelvo a la línea de salida. Me sitúo, junto a mi colega de fatigas, en la zona que nos corresponde en función de las horas que vamos a tardar.  

Me faltan algunos años para saber que estoy entre los elegidos para sufrir uno de los males que más matan todavía en el siglo XXI. Dice el diccionario que el maratón es una competición de resistencia o actividad larga e intensa. En aquel momento solo pensaba en llegar a la meta. Lo mismo que ahora.

Km 1. - ¿Por qué a mí? La noticia menos creíble para un deportista

 Para alguien que ha hecho deporte con regularidad durante toda su vida, que no ha fumado nunca, que lleva una vida razonablemente sana, con una alimentación equilibrada y una ingesta de alcohol diríase que moderada en relación a otras muchas personas, recibir de golpe la noticia de que tienes un tumor en el colon tiene un efecto devastador. Al ¿por qué yo? que  todo el mundo se pregunta cuando le ocurre algo así se añade el agravante de ¿por qué yo si he llevado siempre una vida sana, entre otras razones, para prevenir accidentes como este y llegar a la vejez de la mejor manera posible?

Pues así es el cáncer. No hay respuesta que valga. Llega de golpe y lo único que se puede hacer es afrontarlo. 

Este es, sin duda, el primer kilómetro de lo que sin duda va a ser una dura y larga maratón. Yo corrí dos seguidas en Madrid, en 2008 y 2009,  y sé lo que es eso. Afrontas la carrera con muchísima ilusión, y ello te ayuda a aguantar les interminables horas de ejercicio durante muchos meses antes de la prueba. A los casi 50 años que tenía yo en aquellos momentos, lo importante no era hacer marca, por supuesto, sino aguantar hasta el final, llegar a la meta sin dejar el cuerpo tan maltrecho como para tener que admitir que no ha valido la pena. No fue así en ninguno de mis dos maratones. Y espero que esa experiencia me ayude ahora a recorrer este otro maratón.

En el primer kilómetro de la carrera hay que empezar a poner en práctica la estrategia elaborada de antemano. En mi caso, compartida con el amigo que me acompañaba, era no gastar demasiada fuerza en la primera mitad, es decir, mantener un ritmo medio inferior al del entrenamiento, y llegar con los arrestos suficientes para afrontar la segunda parte y, sobre todo, superar el famoso e imaginario «muro de los 30 kilómetros».

Pero ¿cómo elaborar una estrategia ante algo que no te ha pasado nunca, que no tienes ni idea de cómo afrontar y que, lo más importante, hace saltar todas las alarmas por su gravedad extrema?

Las primeras claves te las dan los propios médicos. Entiendo que forma parte de su labor darte la mala noticia y al mismo tiempo recordarte que todavía estás vivo, solo enfermo, y que por suerte la palabra innombrable no es hoy en día sinónimo de muerte segura. En esos primeros metros de mi maratón fue el doctor que me hizo la colonoscopia el que dijo aquello de «me habría gustado daros mejores noticias, pero debéis tener en cuenta que de esto se sale y que en unos pocos años se puede volver a tener una vida normal». 

 ¿Años? Pues puede que sí. No sé todavía, por tanto, si serán suficientes los 42,195 kilómetros del Maratón o tendré que recurrir a algún Ultra, algo que nunca en mi vida se me habría ocurrido intentar. Pero, si es necesario, habrá que recordar a Murakami y sus preparativos.

¿En qué piensa uno mientras corre un Maratón? Primero, en disfrutar de la carrera si las condiciones climatológicas son buenas y dejarse llevar por la inercia de las piernas, una zancada tras otra, y otra más. Y no, por supuesto, en la distancia que te espera, sino en que te estás moviendo bien, sin derrochar demasiadas fuerzas. Os recuerdo que todavía estamos en el primer kilómetro de la carrera.

El resultado de la colonoscopia condujo a otra cita médica de urgencia, el cirujano. Todavía dentro de la pesadilla, el especialista trataba de tranquilizarme: «Habrá que operar y seguramente dar sesiones de quimioterapia después. Pero no te preocupes, la cirugía es sencilla en tu caso y no causará demasiados destrozos. La cicatrización es rápida. Además —dijo el doctor después de tantear suavemente mi abdomen—,   el hecho de que estés delgadito facilita mucho las cosas, ya lo verás». Y lo más importante, concluyó: «Hoy día hay muchas posibilidades de superar esta enfermedad».

Por fin una buena noticia relacionada con mi cuerpo. Haber evitado tener una oronda barriga propia de mi edad (cincuenta y seis en aquel momento) a fuerza de practicar tenis, bicicleta,  natación, excursiones montañeras y, sobre todo, haber mantenido de manera regular el hábito de correr durante los últimos 15 años entre dos y cuatro días a la semana a intervalos que iban desde los 40 minutos,  con sus correspondientes series y progresiones, hasta la hora u hora y media al preparar carreras largas, tenía ahora una consecuencia positiva, un pequeño clavo al que agarrarme para intentar salir del atolladero