Ana María Matute ha llenado este sábado de magia la Feria del Libro de Madrid, durante el homenaje que le han dedicado su amiga del alma, la editora y filóloga María Paz Ortuño, y los escritores Dolores Redondo y Manuel Vilas. “Ella era maga, con ella te podía pasar cualquier cosa y puede que aquí pase algo”, expresó la primera en respuesta a un joven lector, fascinado por la literatura de Matute, de quien este año celebramos el centenario de su nacimiento.

Durante el encuentro, organizado por Destino, la editorial a la que la escritora catalana ligó su obra literaria, se leyeron fragmentos de ‘Los niños tontos’, una recopilación de cuentos protagonizados por niños que, sin embargo, no están destinados al público infantil, como siempre insistía la autora, que llegó a poner en una de las ediciones una faja advirtiendo: ‘¡Este no es un libro para niños!’. Estos relatos —que se adelantan al género del microrrelato, tan de moda ahora— fueron obstaculizados por la censura del franquismo, y uno de ellos fue directamente tachado. Esta misma semana ha salido a la venta una edición especial prologada por María Paz Ortuño, que incluye dos relatos inéditos (‘El ahogadito’ y ‘El otro niño tonto’), desconocidos por el gran público. Esta colección se suma a otras dos reediciones con las que Destino conmemora el centenario: ‘Primera memoria’, con la que ganó el Premio Nadal en 1959, y ‘Olvidado Rey Gudú’, con una cuidada edición de coleccionista.

Ana María Matute, un regalo para todos

‘Los niños tontos’ fue el primer libro que María Paz Ortuño leyó de Ana María Matute con nueve o diez años. Reconoce que hasta que no fue adulta no los entendió, pero se quedaron para siempre en su corazón, y la autora, también. El destino hizo su magia y las convirtió en inseparables. “No entendería mi vida sin Ana María”, dijo.

Este sentimiento es compartido por Dolores Redondo, que considera que gracias a ella es hoy en día la escritora en la que se ha convertido. “Fue un regalo para mí”, dijo. Este regalo fue ‘Pequeño teatro’, que llegó a sus manos de adolescente, cuando ya había decidido dedicarse a la escritura. “Me ayudó a entender quién iba a ser yo dentro del mundo literario”, enfatizó, para explicar que había tenido un gran conflicto con el lugar donde nació, San Sebastián, una ciudad a la que odiaba. “Mi costa no era una cosa hermosa...”, relató con crudeza.

En aquella época soñaba con emular a Mario Puzo y lamentaba no vivir en un sitio como Boston o Nueva York. ‘Pequeño teatro’ le enseñó a ver con otra mirada y a captar la belleza de aquel lugar de ‘niños tontos’. “Mi novela, ‘Los privilegios del ángel’, me reconcilió con el lugar donde había nacido”, añadió.

Manuel Vilas no tuvo una relación tan temprana con Matute, pero una vez la conoció, no pudo evitar quedar atrapado por ella. La primera novela que leyó fue ‘Olvidado Rey Gudú’, publicada en 1996, aunque escrita mucho antes. La propia autora la consideraba un “libro mágico, como la vida misma”, el que mejor la representaba. Fue también el legado que depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes en 2009.

Para Vilas fue un descubrimiento. Con ‘Los niños tontos’ sintió un “chispazo”, una “conexión especial” con la autora. “Lo que a mí me hizo matutiano fue el desvalimiento de los protagonistas... esa especie de orfandad que no es solo sentimental, es la orfandad de todo un país que salía de la guerra civil”, dijo.

El marido malo y el bueno

También quedó fascinado por su vida personal: “Sobre todo, hay una cosa que a mí me encoge el corazón: la relación que tuvo con su primer marido, tan desgraciada. Me conmueve que vendiera su máquina de escribir, su patrimonio moral imprescindible, y que eso marcara el final de su matrimonio”. María Paz Ortuño puntualizó que no solo fue la máquina: “Vendió absolutamente todo. En su casa no había cuadros ni muebles, y la máquina de escribir era lo que les daba de comer. Decía que como amante y amigo era extraordinario, pero como marido, una catástrofe”.

Durante el coloquio también hablaron de la pérdida de la infancia, una constante en la obra de Matute, representada a través de la muerte. “Yo que sí viví el final de mi infancia como algo traumático...”, aseguró Dolores Redondo.

Nos quedamos con una frase que resume la trayectoria de una escritora tan extraordinaria como actual, nominada al Premio Nobel de Literatura y ganadora del Premio Cervantes, el Premio Nacional de Literatura, el Premio de la Crítica, el Nadal y el Planeta, entre muchos otros: “Vivir es perder cosas, decía siempre Ana María, y ella no tenía nada porque vivió mucho”.