El vínculo entre literatura y naturaleza se hace posible cuando el ser humano mira fuera de los límites de la cultura de la velocidad. Son varias las creadoras que han cruzado estas fronteras a través de su obra. Alejandra Arévalo (Madrid, 1973), escritora, ilustradora y abogada, entra en ese grupo con su nuevo libro "Cuando los árboles pierden las hojas" (Carola Mía Ediciones, 2024), una historia en la que utiliza la prosa poética para contarnos sobre los ciclos que asemejan al ser humano con los árboles.
Edgar Borges: - En su ensayo Filosofía de la composición, Edgar Allan Poe compara la creación literaria con una sinfonía. La composición de palabras para darle forma y sonido a lo inexistente. Tu libro “Cuando los árboles pierden las hojas” sabe a música. ¿Estás de acuerdo?
Alejandra Arévalo: - Completamente. Creo que podríamos denominarlo como “una prosa poética musical”. Cada relato, narrado a través de la voz de los árboles; los meses y los sentimientos, es en sí mismo una canción, una historia contada de manera armónica. Si nos paramos a pensar, la propia naturaleza está llena de sonidos y de melodías: el susurro del viento, la lluvia al caer, el estruendo de un trueno, el canto de las aves... Al final podemos llegar a la conclusión de que todo sabe a música, como bien dices.
E.B: - ¿Qué relación tiene Alejandra Arévalo con los árboles?
A.A: - En la actualidad vivo en una casa en la sierra de Madrid, en medio de enebros y encinas, a estos hay que sumarles numerosas plantas que invaden literalmente mi hogar. Además, me crie en La Alberca, en Murcia, rodeada de pinos y moreras. De algún modo siempre han estado presentes en mi vida y, lo que es aún más importante, necesito mantener un contacto directo con ellos. No concibo una vida sin tener árboles a mi lado. Cada verano, cuando veo los incendios arrasando bosques, montes y áreas protegidas, siento una tristeza profunda. Es como si, al ver ese daño, algo dentro de mí se fuera consumiendo también.
E.B: - ¿Cómo surge este título y la idea del libro?
A.A: - Esta obra surgió durante una conversación con una amiga en una cafetería de Madrid en un día común, en medio de un café y un té con leche. Ella me hablaba sobre su experiencia con el trastorno afectivo estacional y me describía lo difícil que eran para ella los meses de otoño e invierno, cuando el sol parece esconderse. En medio de esa charla, pronunció la frase que terminaría dándole título al libro: "Es como cuando los árboles pierden las hojas". Esa frase convertida en imagen se quedó grabada en mi mente, y supe que tenía que contar su historia.
E-B: - ¿Pensaste tu obra dentro de un género en específico o eso no te importó?
A.A: - En realidad no me importó. Me dejé guiar por la sensibilidad y la intuición. A veces, es importante escucharla y sobre todo cuando la sientes dentro, bien profunda. Las palabras surgieron así, como una oda al amor y a la belleza de los árboles y la naturaleza en general pero también al hecho de tratar un trastorno como este de una manera tan pura y natural, pues todos los que habitamos el planeta somos seres que vamos de la mano con la naturaleza.
Me siento más “animal” que persona
E.B: - ¿La naturaleza te interesaba antes de crear esta historia?
A.A: - Te haré una confesión que no quiero que suene a mal, pero me siento más “animal” que persona. Por favor, que no se interprete en el “mal sentido” que tiene la palabra hoy en día. Esto es, quizá, porque las personas hemos perdido la esencia de formar parte del planeta como lo que realmente somos y de relacionarnos como seres que tienen que convivir en paz y armonía. Nos hemos desviado de nuestra propia naturaleza y de la naturaleza en sí misma. Yo me quedo con ella. Te seguiré confesando que me llevo mucho mejor con los animales que con las personas. Son seres más puros, con una inocencia innata que es realmente abrumadora, digna de adoración.
E.B: - En tu relato estableces una comparación entre el ciclo vital de una persona con el de los árboles. ¿Existen más similitudes que diferencias?
A.A: - Para mí la similitud es total. Los seres humanos nos regimos por los cambios de los ciclos naturales y nos afectan a todos en alguna medida u otra. También es cierto que hay personas que tienen una vinculación mucho más profunda con la naturaleza y perciben y sienten más los cambios. Depende de la sensibilidad y percepción que tengan, pero en general, a todos nos afectan esos cambios. Es lógico y natural.
En medio de nuestro ruido, los árboles nos invitan a escuchar y a conectar con lo esencial
E.B: - En medio del ruido que padecemos a diario, ¿qué nos dicen los árboles desde su silencio?
A.A: - Desde su silencio, los árboles nos recuerdan la importancia de la paciencia y la resistencia. Nos enseñan a adaptarnos a los cambios de cada estación, a dejar ir lo que ya no necesitamos y a renacer cuando sea el momento adecuado. En medio de nuestro ruido, los árboles nos invitan a escuchar y a conectar con lo esencial.
E.B: - ¿Estamos negados a entender que somos naturaleza?
A.A: - Creo que, por desgracia, así es. Y cada vez más. Parece que a menudo nos olvidamos de que somos parte de la naturaleza y no algo separado de ella. Nos enfocamos tanto en nuestras ciudades, tecnología y estilo vertiginoso de vida que perdemos de vista nuestra conexión esencial con el entorno natural. Recuperar esa conciencia nos ayudaría a cuidarnos a nosotros mismos y al planeta de una forma mucho más armoniosa.
E.B: - ¿La literatura, en sus temas y en posibles campañas, ha dado la espalda a concienciar sobre el cambio climático?
A.A: - La literatura ha abordado el cambio climático en diversas ocasiones, pero todavía hay mucho potencial por explorar. Aunque existen obras y autores que han tratado de sensibilizar sobre el impacto ambiental, como por ejemplo el libro "Un Cambio de Verdad" de Gabi Martínez, aún sigue siendo un tema en el que podría profundizarse más. Las campañas de concienciación desde la literatura podrían tener un gran impacto, ya que los libros y las historias tienen la capacidad de conectar emocionalmente con los lectores y hacerlos reflexionar. Así que, aunque no ha dado la espalda completamente al cambio climático, la literatura podría hacer más para integrarlo como un tema prioritario. Empecemos desde los más pequeños pues de ellos es el futuro de este mundo que habitamos.
Para los niños, busco inspirar y educar de manera directa; para los adultos, trato de abrir espacios de reflexión y cuestionamiento
E.B: - Como creadora, ¿qué diferencias sientes cuando escribes y dibujas para niños con relación a la obra que haces para adultos?
A.A: - Cuando creo para niños, siento una responsabilidad especial de transmitir mensajes claros y positivos, con un enfoque en la imaginación y el descubrimiento. La narrativa y el estilo visual deben ser más accesibles y cargados de empatía, con colores, formas y palabras que conecten con su mundo de forma sencilla y lúdica. En cambio, al escribir o dibujar para adultos, puedo permitirme profundizar en temas más complejos, con matices y reflexiones que invitan a un análisis más introspectivo. La diferencia está en el enfoque: para los niños, busco inspirar y educar de manera directa; para los adultos, trato de abrir espacios de reflexión y cuestionamiento. Aún así, no quiero dejar de contar las historias para los adultos como si fueran cuentos para niños. Todos llevamos un niño dentro, un niño que ha ido desapareciendo paulatinamente, pero sigue estando dentro de cada uno, y una historia contada en clave de cuento, aunque sea para adultos, puede ser más impactante a nivel interior.
E.B: - ¿El silencio terminará siendo una necesidad?
A.A: - Adoro el silencio. Hoy en día son demasiadas las “voces” que hablan sin saber y sin preocuparse en conocer, y eso cansa mucho. Es muy probable que el silencio, o la introspección en cada uno como una voz silenciosa interna, se convierta en una necesidad fundamental. Vivimos en un mundo cada vez más saturado de estímulos y ruido constante, y sobre todo de enfurecimiento y cólera, lo que dificulta la conexión con nosotros mismos y con el entorno. En ese contexto, el silencio podría ser el refugio que necesitamos para recargar energías, reflexionar y encontrar equilibrio. Llegará un punto en el que, para cuidar nuestra salud mental y emocional, buscaremos activamente esos momentos de silencio y desconexión. Es realmente necesario sentarse a la sombra de un árbol y entender su mensaje a través del silencio.