Este jueves 25 de septiembre, rusowsky ha hecho del Movistar Arena de Madrid su habitación, trasladando aquello que nació como bedroom pop a un recinto con más de 15.000 personas. Los presentes, testigos directos del salto definitivo de un artista que ha pasado en muy poco tiempo de salas como La Riviera a agotar entradas en uno de los escenarios más grandes del país. “Esto supera mis expectativas”, reconoció él mismo desde el escenario, consciente de estar viviendo un momento histórico en su carrera. Con rusowsky uno tiene la misma sensación que con Ca7riel y Paco Amoroso. Personas con un talento enorme que están haciendo algo importante en la música y que han experimentado un crecimiento bestial. En poco más de un año multiplicar casi por diez tus aforos resulta cuanto menos, esquizofrénico.

Mucho ha tenido que ver en ese ascenso el disco Daisy. Una obra abrazada por la crítica, llena de interpretaciones y un periplo sonoro para disfrutar. La constación de un sonido adelantado a su tiempo y comprendido por el público contemporáneo, una fórmula no siempre habitual. El Tiny Desk también ha sido un elemento clave en la viralidad del artista. Dos productos culturales que rozan la perfección y que había que llevar ahora en un gran concierto. La tarea no era fácil.

El arranque no fue sencillo: algunos problemas técnicos con Johnny Glamour (una hora después, ese mismo tema sería el climax del concierto) y un sonido algo embarullado hicieron que las primeras canciones costaran más de lo esperado. ALTAGAMA, Brujita o 4 Daisy presentaron al público un set todavía engrasándose, aunque poco a poco fueron abriendo camino hacia la conexión. La puesta en escena, futurista y minimalista, ha intercalado sonidos robóticos con texturas naturales, con toda la banda vestida de blanco en contraste con el negro y amarillo de Daisy. rusowsky apareció con gafas de mosca y peluca pelirroja, acompañado por un grupo solvente en el que brillaron músicos como Omar Alcaide, Drummie o Xoán Domínguez. 

El concierto se ha apoyado en un intinerario por Daisy, pero también por el resto de su discografía: SOPHIA sonó con su melancolía digital, Cell contó con la aparición de Tristán, Neo Roneo con Latin Mafia expandió el show hacia un pop más abierto, y Pink+pink consiguió por fin animar al público y levantar el ambiente. Tras el parón, la fusión completa con el público.

Con KINKI FÍGARO (qué nombres más maravillosos tienen sus canciones), y tras cambiar el outfit blanco por un traje de lentejuelas brillantes, el concierto entró en una nueva fase. Uno de los primeros climax lo trajo La Zowi (quién si no) con suckkKK!. Qué maravilla es siempre escuchar a la patrona granadina: “Tengo mucho dinero y lo derrocho. Esos raperos me comen el chocho. El toto gordo como un bizcocho. El toto de tu puta está pocho”. 

Después, BBY ROMEO y Gata contaron con Ralphie Choo, reforzando la complicidad de una dupla que simboliza la fuerza del colectivo Rusia IDK, el sello que ha hecho que España sea, una vez más, vanguardia musical. La recta final del concierto encadenó varios momentos memorables: So so como guiño generacional, el vídeo de Rusia IDK proyectado mientras sonaba project tu culo, y un pabellón iluminado con linternas en mwah :3, con rusowsky al piano. Después, malibU y Johnny Glamour junto a Las Ketchup regalaron el momento de la noche. El mítico trío llegó incluso a entonar el Asereje. Qué bonito ver tal expresión cultural de España y que 15.000 almas lo entonen en 2025. Qué homenaje tan merecido.

El cierre llegó con Dolores y Valentino, siendo este último tema una despedida épica a un recital en constante ascenso donde rusowsky se vio obligado a salvar la noche. Por cierto, lo hizo.