Aunque parecía haber pasado página, Gwyneth Paltrow nunca olvidó a Brad Pitt. Años después de su ruptura, cuando él anunció su compromiso con Jennifer Aniston, la actriz vivió un auténtico terremoto emocional. Su reciente biografía desvela pensamientos que nunca salieron a la luz: desde la tristeza más profunda hasta comentarios cargados de sarcasmo y desdén. Una historia que reabre viejas heridas y que revela que, incluso en Hollywood, el amor no siempre termina con un final feliz.

El amor que parecía perfecto

Gwyneth Paltrow y Brad Pitt fueron una de las parejas más icónicas de los años noventa. Su historia de amor comenzó en 1994 durante el rodaje de la película Se7en, y rápidamente se convirtieron en la pareja dorada de Hollywood. Jóvenes, atractivos, talentosos y con carreras en ascenso, todo parecía indicar que el compromiso que anunciaron en 1996 era solo el inicio de una vida juntos.

Sin embargo, la relación terminó abruptamente en 1997, sin una explicación pública clara. Aunque ambos mantuvieron las formas ante los medios, la ruptura marcó a Paltrow profundamente. Años más tarde, confesó que no se sentía preparada emocionalmente para el compromiso que suponía casarse con alguien como Brad Pitt, aunque la razón exacta de su separación siguió siendo un misterio... hasta ahora.

En el año 2000, la noticia de que Brad Pitt se comprometía con Jennifer Aniston cayó como una bomba en la esfera mediática. La relación entre el actor y la estrella de Friends fue rápidamente celebrada como la nueva gran pareja de Hollywood. Pero no todos compartieron ese entusiasmo.

En privado, Gwyneth Paltrow vivió ese anuncio como una traición emocional. En su biografía autorizada, publicada este verano, se revela por primera vez el impacto que tuvo en ella ese compromiso. Tristeza, confusión y una fuerte sensación de pérdida la invadieron al conocer la noticia. Según el relato, Paltrow se sintió profundamente herida, y lo expresó de formas muy poco comunes en su habitual comportamiento reservado.

Durante encuentros con amistades cercanas, la actriz no dudó en expresar su desdén hacia la elección de Pitt. Describió el momento como una "herida que se reabre", y no escatimó en palabras duras. Para ella, Pitt había elegido "mal", demostrando —según sus propias palabras— un "terrible gusto en mujeres".

Orgullo herido o amor no resuelto

Estas declaraciones privadas no son simples comentarios de despecho. Reflejan un conflicto emocional mucho más complejo. Gwyneth Paltrow no solo estaba reaccionando ante la noticia de un ex que rehacía su vida. Estaba, en realidad, enfrentándose a un recuerdo que nunca terminó de procesar. A la ruptura que dejó un hueco sin cerrar. Y al contraste entre lo que pudo ser y lo que fue.

Su comentario más llamativo, recogido en la biografía, no deja lugar a dudas sobre la intensidad del momento. Paltrow habría calificado a su ex como “más tonto que un saco de mierda”, una frase que resume con crudeza la mezcla de decepción, orgullo herido y desilusión que arrastraba desde el final de su relación.

No se trata de un simple exabrupto. Lo que Paltrow dejó entrever con sus palabras es un resentimiento estructural: la sensación de haber sido la pareja "intelectualmente superior" en una relación desigual. Ella, criada en un entorno de élite cultural y artística, veía en Brad Pitt a alguien que, si bien era atractivo y carismático, no compartía su mundo ni sus ambiciones a largo plazo.

La biografía revela también otros aspectos que ayudan a entender mejor esa ruptura. Mientras que Paltrow creció entre círculos de arte, literatura y política neoyorquina, Pitt venía de un entorno mucho más tradicional, marcado por la religión y los valores conservadores del medio oeste estadounidense. Aunque el amor existía, esas diferencias culturales y personales marcaron el ritmo de la relación desde el principio.

Según se detalla, Paltrow sentía que tenía que minimizar su esencia para poder encajar en el universo de Brad Pitt. Una renuncia a su identidad que, con el tiempo, se volvió insostenible.

El fantasma de la comparación

El compromiso de Pitt con Jennifer Aniston no solo supuso para Paltrow la confirmación de que había sido reemplazada, sino también la entrada en una inevitable comparación mediática. Mientras Aniston era vista como la “novia de América”, con una imagen dulce y accesible, Paltrow había sido siempre percibida como distante, sofisticada, incluso arrogante. La narrativa pública favorecía a Aniston, pero en lo privado, Gwyneth sentía que ella había sido la verdadera víctima emocional de esa historia.

Gwyneth Paltrow siempre ha sabido proyectar una imagen controlada, pulida, perfecta. Pero esta biografía ha abierto una grieta que deja ver una versión mucho más humana de ella: vulnerable, irónica, dolida… y real.

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