Primer día de las jornadas de las Converses Literàries a Formentor, se abrió con las conversaciones y ponencias de “Monstruos”, moderadas por Rosa María Calaf. Después, “Las fieras (de Anagrama)”, moderada por el editor de Anagrama, Jorge Herralde.

Vida y muerte ante los monstruos

"La gente no sabe el poder que tiene”. Con esta frase de Joan Brossa, Biel Mesquida, tras cantar -literalmente- a los monstruos, arrancó la primera sesión con una ponencia sobre Lucifer circus, de Pilar Pedraza, destacando su manierismo argumental lleno de capas argumentales y personajes, así como su mirada hacia la monstruosidad como forma crítica contra la cultura establecida. Para Pedraza, todos son/somos monstruos; algunos buenos, otros no. Una novela libertaria, expresionista en el que la herencia del romanticismo y el gran guiñol dan forma a una gran novela subversiva.

Inma Monsón abordó el cuento de Juan José Arreola, La migala, historia en la que lo monstruoso se encuentra en el miedo y la perversidad hacia lo que pueda suceder a su narrador, quien compra y suelta en su casa una migala, una araña, para sentir la incertidumbre del peligro. El miedo que intensifica la vida, pero que a su vez habla de la muerte. La ficción para dar sentido a la vida. Y a los monstruos.

Cristina Morales, eligió para la ocasión El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez, llevando a cabo una lectura muy politizada que parte, en un primer lugar, en cómo el autor de la novela lleva a cabo, en palabras de Morales, una crítica a la modernidad y la tecnológico recupera postura presocrática en el que el ser humano se encuentra en convivencia con la naturaleza. A partir de los personajes tanto humanos como animales, para Morales, todos seres, repasó la monstruosidad que hay tras ellos desde diferentes perspectivas.  Al final de su ponencia, Morales habló de otras monstruosidades, más reales, al llamar la atención sobre lo sucedido durante el viernes en un desalojo en Barcelona de una casa autogestionada -Morales es una de las personas encargadas-.

La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, fue la obra elegida por Rafel Nadal para hablar de los monstruos que crea la mente, así como del otro convertido en forma monstruosa con el fin de eliminar todo conato de emoción y empatía hacia él para que su construcción como enemigo venga de su deshumanización. Bestializar al enemigo para que se borren sus formas humanas. Nadal ha expuesto cómo Sánchez Piñol parte de una construcción de terror típico para ahondar en su forma y llegar a planteamientos sobre el otro de gran profundidad. Finalmente, Nadal, jugando con realidades presentes de manera tan sutil como evidente, planteaba que La piel fría nos hace preguntarnos si escogemos bandos o nos escogen a nosotros; cuáles son los límites de los enfrentamientos entre comunidades; y, finalmente, sobre la responsabilidad individual.

Ignacio Peyró: Una danza para la música del tiempo, de Anthony Powell, cuyo proyecto puede parecer ya un monstruo literario: cuatro volúmenes que contienen doce novelas y cuya historia que va desde finales de la gran guerra hasta el inicio de la contracultura. Retrata la sociedad inglesa en esa época a través de su personaje principal, Widmerpool, un hombre complejo, poco agradable y que resulta incómodo. Peyró, además de reivindicar la lectura de esta obra en su totalidad para disfrutarla y entenderla, ha apuntado hacia ese personaje como atemporal por aquello que representa en su ascensión social a lo largo de esas páginas.  Widmerpool como monstruo individual y social.

Celebración de Anagrama

El editor Jorge Herralde ha presentado y moderado las segundas conversaciones con cuatro autores de su sello: Marcos Giralt, Jordi Gracia, Sara Mesa y Marta Sanz. El editor ha repasado la trayectoria y su relación, personal y profesional, con cada uno de ellos. Estamos en el 50 aniversario de la creación de Anagrama, por lo que esta charla o conversación puede entenderse como su celebración en este marco de Formentor. Cada uno de los cuatro autores han elegido, como en el resto de las conversaciones, un libro, en este caso, también del mismo sello editorial.

Así, Marcos Giralt, nos ha hablado de El adversario, de Emmanuel Carrère, repasando el proceso de escritura y el enfrentamiento del escritor francés ante el texto y ante Jean Claude Roman, quien recientemente ha abandonado la cárcel, y, ha hecho hincapié en cómo Carrère, ante todo, tuvo problemas para encontrar el punto de vista, la perspectiva. También destacó las críticas que recibió el escritor por no emitir juicio moral alguno sobre Roman: un pasaje final del libro, leído por Giralt, ejemplifica la postura de Carrère al respecto.

Por orden alfabético, de Jorge Herralde, ha sido el libro elegido por Jordi Gracia, y ha usado para sintetizar muy bien la historia de Anagrama en dos etapas. La primera hasta finales de los años setenta; la segunda, la que vino después. La primera era muy radical contra orden burgués en sus publicaciones, pero llega un momento en el que cambia cuando entra la ficción con más fuerza bajo la convicción de que narrando, fabulando, puede ser vehículo de aproximación al relato crítico desde diferentes acercamientos. Pero no desde el pensamiento radical y el discurso. Ahí se consolida un modelo editorial de éxito comercial, de público y mediático.

Marta Sanz, nos ha hablado del crimen elegante, de los cuerpos violentados a modo de bellos fetiches, a partir de Crímenes bestiales, de Patricia Highsmith, la cual nos sitúa al lado de los asesinos, quienes son animales salvajes, pero frente a otros seres más abyectos. Unos mandan, y otros sirven. Un libro que nos conduce a lo que no conocemos, a los lados más oscuras y sombríos de la vida. Y señala a la bestialización de las personas cuando se domestican por el orden social.

Finalmente, Sara Mesa ha elegido Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, porque, para la escritora, representa muy bien Anagrama, y, además, también se celebra su 50 aniversario de su publicación en Estados Unidos. Mesa ha destacado su carácter antiheroico y su falta de época, su absurdo y humor negro, su escritura casi inocente -casi infantil-, pero no exenta de mala leche. Una novela que para Mesa plantea interesantes cuestiones. Por ejemplo, cómo afrontar el gestor literario, la escritura; y, sobre todo, al hilo de las críticas contra Vonnegut por su mirada cruda y fatalista, quién tiene legitimidad para escribir sobre ciertos temas.