Dos debutantes, uno norteamericano, James Ward Byrkitt con Coherence; otro danés, Jonas Alexander Arnby, con Cuando despierta la bestia, nos presentan dos películas de género fantástico. La primera dentro de los parámetros de la ciencia ficción, la segunda trabajando el mito del hombre lobo (en este caso de la mujer-lobo), y lo hacen desde dos perspectivas muy diferentes pero muy personales y diferentes.

 

Por Israel Paredes


En Coherence, Ward Brykitt nos introduce en la celebración de una cena entre amigos en una casa durante una noche en la que un cometa surca el cielo y del cual se especula que quizá pueda ejercer cierto efecto en las cosas y en las personas. Poco a poco, lo que es una cena normal, comienza a enrarecerse con las idas y venidas de los comensales y con la posibilidad de que, de alguna manera, haya varias realidades paralelas. En Cuando despierta la bestia, Alexander Arnby, nos sitúa en un pequeño pueblo costero de Dinamarca en el que una joven introvertida comienza a manifestar cambios físicos que no acaba de comprender, sospechando que su enferma madre tiene algo que ver con ello, mientras intenta relacionarse con una comunidad pequeña y cerrada.

Ambos cineastas plantean dos películas de aspecto pequeño, de personajes y atmósferas, en las que los géneros son meras excusas narrativas para introducirse en otros planteamientos más interesantes.



En Coherence, película de bajo presupuesto, el director centra la acción en una casa, con alguna salida final a sus alrededores, y en un puñado de personajes, basando el atractivo de la propuesta no solo en aquello que va contando, sino en cómo lo va narrando mediante imágenes. Construida a base de secuencias que se cortan de forma abrupta, el cineasta paulatinamente introduce elementos de inquietud en una celebración cotidiana. No hay nada que pueda hacer pensar en ciencia ficción o irrealidad en sus imágenes, y sin embargo consigue que al final la realidad quede pervertida y modificada gracias un excelente trabajo atmosférico y de interpretación, jugando con los detalles y sacando un enorme partido al espacio escénico. Coherence, que lleva a pantalla la famosa teoría del gato de Schrödinger, al final acaba alzándose como una parábola sobre qué pasaría si uno pudiera, de repente, elegir y cambiar de realidad. Pero también, y en relación con esto, sobre la necesidad de vivir y disfrutar la que tenemos. Y lo hace de manera soterrada, sin discursividad, tan solo dejando que una narración en apariencia simple vaya poco a poco complicándose gracias al trabajo de puesta en escena.

En Cuando la bestia despierta, el director danés indaga en el mito del hombre lobo, en este caso centrándose en una joven que, posiblemente, lo sea por herencia materna. El director no esconde sus fichas y pronto el espectador descubre lo que sucede. Pero mientras tanto, Alexander Arnby sigue a su actriz a través de su vida cotidiana para retratar un pueblo gélido, no solo por las temperaturas, también por sus habitantes, una comunidad pequeña que elabora pequeños ritos de iniciación en el trabajo pero que también esconde extraños sentimientos y comportamientos bajo su aparente bondad. Alexander Arnby retrata magníficamente los espacios con una gran carga pictórica, sobre todo en los cielos, retratando un espacio real a la par que creando uno de resonancias casi míticas. Interesa su capacidad para mostrar el vacío, tanto interior como exterior, de una comunidad que parece alejada de la civilización, anclada en el tiempo, un lugar perfecto para surja lo extraordinario, lo fantástico. El cineasta danés crea un ritmo narrativo excelente y poco a poco va surgiendo de lo cotidiano, lo extraño. El final, cuando el terror toma posesión de la narración, desequilibra, sobre todo en lo visual, el conjunto de la película, a pesar de que crea un fuerte contraste entre las imágenes anteriores y toda su resolución. Algo que, por otro lado, no enturbia el resultado final de la película, mucho mejor cuando sugiere que cuando muestra.