La vida de Carminho (Lisboa,1984) está totalmente atravesada por el fado. Lo respira y rezuma por los cuatro costados, algo evidente para cualquiera que se reúna con ella. No sabe decir si aprendió antes a hablar o a cantar, porque el folclore portugués le viene de cuna. Su madre, la cantante Teresa Siqueira, tenía una casa de fados en la que ella se crió, conociendo desde su infancia a artistas de renombre en su país.

Hace un par de meses, lanzó Eu Vou Morrer De Amor Ou Resistirsu séptimo álbum de estudio con el que propone una vuelta de tuerca de las premisas tradicionales del género portugués. La cantante habla con ElPlural.com sobre identidad, el recuerdo, y lo más importante, la pasión. 

Pregunta (P): Tu nuevo disco, 'Eu Vou Morrer De Amor Ou Resistir', lleva casi dos meses fuera. ¿Cómo estás?

Respuesta (R): Estoy muy bien, me siento realizada. Cuando haces algo que realmente te apasiona, en mi caso, cantar, se nota. Este disco, y todo el proceso de promoverlo y hablar sobre él, me hace mucha ilusión. 

P: Después de siete discos y una trayectoria tan amplia, ¿cómo te sigues relacionando con la inspiración?

R: Es un proceso continuo. Lo que llevo dentro está siempre ahí y por eso no se agota. Siempre surgen nuevas preguntas, las cosas cambian y, de repente, las certezas que tenía dejan de serlo. Hay un pensador brasileño que decía que cuando creyó tener todas las respuestas sobre la vida, la vida cambió todas las preguntas. Y es así: puedes tener respuestas, pero las preguntas son otras. Todo sigue en movimiento. No sé exactamente qué es lo que me inspira, pero diría que, sobre todo, otros artistas. Escuchar, mirar y observar el arte de los demás.

P: Muchos te señalan como la vanguardia del fado, aunque no sé si te consideras a ti misma innovadora. 

R: No creo mucho en la idea de que el fado tenga que cambiar. La expresión “nuevo fado” no me identifica, porque para mí el fado es una lengua viva, un reflejo de lo que sienten las personas que lo interpretan. Yo misma lo siento como un instrumento, como una lengua que no tiene un discurso propio, sino que me permite expresar el mío. Así es como trabajo: soy yo, es mi generación, con mis influencias y con los artistas que tengo cerca. ¿Cambia algo? Puede ser, pero no hay una intención concreta de transformar el fado. Lo que quiero es trabajarlo, practicarlo y abordarlo a partir de mis nostalgias, mis memorias, mis referencias antiguas y toda su historia. Mi madre es cantante, y siempre digo que empecé a practicar fado en su barriga. Por eso lo siento como una lengua que hablo de forma natural, igual que hablo portugués; es simplemente mi manera de expresarme.

No quiero moldearme a la voluntad de otros


P: Has dicho en varias ocasiones que no te consideras revolucionaria en ese sentido, porque la música es algo comunitario. 

P: Creo en la libertad de expresión, y por eso me siento muy libre haciendo fado. No me siento atada a convenciones, cánones o reglas que el género pueda imponer. No me imponen nada, y yo tampoco busco imponérselo a nadie. Me siento muy libre y muy cómoda. Ahora bien, no creo que una sola persona pueda decidir cambiar un género entero. El fado es más grande que cualquier intento individual. Lo importante es seguir trabajando y haciendo lo que uno cree que debe hacer. Mis guías son la intuición, el corazón y mis ideas. Ser coherente con eso me ha traído muchas alegrías, incluso cuando lo que hago no está de moda. Pero no quiero moldearme a la voluntad de otros, quiero hacer lo que siento que es mi verdad. Y claro, cambio de ideas constantemente: estoy siempre revisando, reinventando y moviéndome.

P: ¿Qué nuevas preguntas han sido las que han suscitado este disco?

R: Gran parte de él habla sobre las mujeres, algo que no siempre ha estado expresado en mi discurso. Quiero pensar que hoy puedo hablar, componer mis fados y producir mis discos gracias a la valentía y la fuerza de muchas mujeres que me precedieron. Este disco está muy inspirado en su trabajo y su coraje. No solo me refiero a las mujeres de mi familia, como mi madre, a quien escuché tantas veces, sino también a artistas como Amália y Celeste Rodrigues o Beatriz da Conceição, que fue mi mayor inspiración. Pero también pienso en mujeres que revolucionaron el mundo del arte, como Annette Picó, Wendy Carlos, Dori Andersen, y en escritoras como Clarice Lispector. Además, hay muchas mujeres anónimas cuya lucha por la libertad y por expresarse sin presión me conmueve. Por ejemplo, una amiga me contó la historia de un director de cine que hizo un proceso de transición y ahora es mujer. Sigue trabajando con el mismo equipo, haciendo lo mismo, pero su trabajo se dificultó solo por ser mujer. Historias como esta muestran las desigualdades y me hacen reflexionar. Por eso, todas las voces del disco son también voces mías, voces interiores que pelean, que a veces están en desacuerdo o son ambiguas, pero que también quieren cantar. Es la pregunta lo que me da material. 

En el fado no todo es fatalista y final. Hay vida después de la muerte


P: Hablamos de injustas sufridas únicamente por ser mujer. Imagino que con una trayectoria tan larga lo habrás enfrentado muchas veces. 

R: Sí, muchísimo. Fue una lucha en su momento. También hay hombres buenos, trabajo con muchos y todos son personas muy talentosas. Lo importante es que nos enfocamos en el trabajo y en las ideas, sin importar de dónde vengan. En el pasado, sí, hubo mucha presión e imposiciones. Recuerdo una vez que estaba mostrando un poema mío a una persona muy influyente en el mundo del fado. Estaba muy emocionada porque había escrito un poema para un fado que luego se convertiría en uno de los más importantes de mi disco anterior, Subir. Tiene una parte que dice: “Vuelve con fresias en la mano". Fresia es un tipo de flor. Esta persona me dijo que el poema no era bueno, que nadie sabía qué eran las fresias y que no lo cantara. Me sentí intimidada, era muy joven y él mucho mayor. Pero pensé: 'Nunca más voy a dejar que alguien me diga si debo o no exponer mi arte'. Lo grabé, obviamente, y hoy ese fado es uno de los más importantes y más cantados de mi disco. A veces es esencial seguir solo tu intuición y confiar en tu propio criterio. 

P: El propio nombre del álbum -'Voy a morir de amor o resistir'- juega con la ironía de que en el fado siempre se "muere de amor". 

R: Fue un homenaje a Beatriz da Conceição, que cantaba mucho en la casa de fados de mi madre. Allí ella me enseñó a cantar. Tenía mucha fuerza, y siempre me decía que tenía que cantar las palabras tal y como las sintiera, cada una con una energía distinta. Después de que Beatriz falleciera, recibí una caja con un tesoro, las cosas que ella escribía. No era autora, pero trabajaba las letras y también guardaba poemas que otros le daban para cantar. Ahí descubrí un poema inédito que decía: “Yo voy a morir de amor o resistir”. Fue como una flecha en mi corazón. Es bueno tener el fado para poder morir de amor, pero la posibilidad de resistir es algo que quiero cantar también. Es importante poder decir, 'voy a atravesar este dolor y voy a lograr salir adelante'. Esa ambigüedad de sentimientos me inspira. Permite que en el fado no todo sea determinista, fatalista y final. Hay vida después de la muerte. 

P: Es interesante lanzar un mensaje tan esperanzador en un género famoso por su nostalgia. 

R: Cada vez me inspiro más en los lugares de subversión de la tristeza y el desencuentro. En la luz, sitios más tranquilos que llevan a otro tipo de sentimientos.

P: Llevas la pasión por el fado en la sangre. No es fácil sentir tanta inquietud por algo.

R: Es transversal a todo. Todo está marcado por el fado y por la forma en que el fado me ha enseñado a interpretar la poesía, a mirar el mundo, a observar un día de lluvia o de sol. Todo se convierte en una interpretación de la vida que puedo expresar a través de ese instrumento. Es una herramienta que me hace sentir completa y justificada. Me fascina que en el fado puedas separar la música de la letra. Puedes tener una melodía con 50 años de historia y  escribir tu propio texto. No hay que hacer un ejercicio de repetición ni quedarse con la idea de que los clásicos ya lo hicieron todo. De hecho, los artistas más influyentes del fado fueron quienes revolucionaron forma y contenido. Hay que aprender de ellos. Lo más valioso es el mensaje que transmiten. 'Haz tu trabajo, sigue tu camino, sé fiel a tu corazón y a tu mensaje'. Hoy me siento mucho más cómoda haciéndolo así.

P: Cuando todo está tan atravesado por ello, supongo que se genera una especie de sensibilidad especial ante la vida.

R: Sí, sin duda. Siempre estás alerta, como una antena, captando lo que la vida te da, especialmente lo que hacen otros artistas. Me inspiro muchísimo en ellos, sin duda.

P: Colaboras con Rosalía en Memória, de la que también eres letrista. ¿De dónde nació la inquietud de hablar de la pérdida y el olvido?

R: Es una letra muy especial porque empieza con alguien preguntando a otra persona: ‘¿Te acuerdas de mí? ¿Yo soy la misma? ¿Sigo viéndome reír y llorar por las mismas cosas; caigo o me levanto igual, con la misma integridad?. ¿Camino por la calle de la misma manera?'. En realidad, es como si se lo preguntaras a tu propio corazón, como si te preguntaras a ti misma: ¿Sigues siendo la misma después de todo lo que has vivido?’. Esa es una reflexión que siempre tengo presente, ser consciente de quién soy, de dónde vengo y de cómo decido mi futuro. Cada decisión define quién serás mañana; no cambia tu personalidad, pero sí tu percepción y, en cierta forma, tu esencia.

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