Cuando tus raíces brotan de las montañas de Cantabria, escuchar a Carlos Ares (A Coruña, 1997) es un periplo por el terruño que todavía corre por tus venas. El artista gallego ha lanzado recientemente La Boca del Lobo, álbum que sucede a Peregrino, un trabajo magistral que sembró las bases de su proyecto y enamoró a la crítica. Con su nuevo trabajo, Carlos Ares engorda la fuerza de su concepto sin caer en lo repetitivo y vuelve a dar muestra del virtuosismo que le caracteriza tanto a él como a su banda. Grandes músicos que brillan alrededor de la batuta del director. La Boca del Lobo es un hermanito de Peregrino que te da la mano y te acompaña en el recorrido hasta las entrañas de su familia.
El primer paso es la canción que da nombre al disco. Uno va entrando a la boca del lobo, al universo de Carlos Ares. Inmóvil, "mientras te lleva a rastras hacia su guarida", cruzas el portal y terminas en el valle donde retruena el sonar de los campanos de las vacas. Experimentar ese sonido cuando un pueblo del norte es tu origen, significa una vuelta a casa. Al mundo que te vio nacer y la tierra que servirá de cuna para tus cenizas. Ya allí, Carlos Ares va dando muestra de su presencia. Un espíritu pagano del bosque, como sacado del carnaval La Vijanera, regido por su propia mitología y creencias. Un hombre de mimbre, como la película protagonizada por Christopher Lee, que le pone banda sonora al Cantábrico Moral.
Galicia es un territorio místico y mágico. Un lugar donde abunda el misterio y la oscuridad pelea con la luz. La lluvia tiñe de verde la tierra y el mar perfila acantilados como si de un paciente escultor se tratara: "Yo soy muy mío, como lo es la gente, de donde el mar está frío", dice en Autóctono, una canción que dibuja con maestría y sensibilidad su tierra natal. En el disco también se erige Begut, cantante, guitarrista y fiel escudera en la banda de Carlos Ares. En Un beso del sol, la compositora aragonesa rompe la oscuridad y aporta claridad, como rayos de sol tras el sonora sonar del nordeste. En el disco también nos encontramos con Páramo, una obra característica de Carlos Ares en la que deja muestras de que el gallego también sabe rapear, tal y como hizo en Cigarra.
"Este barrizal tiene por mote
La vida real
Somos quijotes al trote
En medio de un brote
Procurando que no se note
Que aquí cada paso que pisas
Pesa más que una sonrisa de bote
Un bote de remos con boquetes
Que trata de mantenerse a flote
Con el agua hasta por el bigote
Tragando hasta que explote, por eso
Qué bien se siente
La brisa fría en el cogote
Llevar la contraria a los peces
Y que se te lleve la corriente
Qué bien que sienta
El Sol después de la tormenta
Hacer algo sin un porqué
Solo porque divierte"
A destacar también temas como Importante, donde el autor no se permite respirar y encadena poderosos versos sin parar: "Volverá a llegar el día aunque lo ignores en el que la primavera y sus colores serán una realidad y no rumores". El álbum cierra con Mineral, canción que te devuelve a tu realidad, tras el periplo experimentado. La Boca del Lobo, manteniendo su personalidad, sirve como complemento perfecto al imaginario de Peregrino y aumentar así su repertorio en directo. Por cierto, un directo increíble donde Carlos Ares y su banda trasladan el disco a las salas (o al revés). Un ejercicio de calidad técnica y perfeccionismo, donde ni el público desafina.