En pleno corazón de La Rioja, Briones es mucho más que un nombre en la lista de Los Pueblos más Bonitos de España: es un escenario vivo donde la historia se mezcla con los viñedos y la vida tranquila del campo. Quien llega hasta aquí descubre un destino rural auténtico, donde naturaleza, cultura y vino no son solo palabras, sino una forma de vida que se respira en cada rincón, en cada conversación y en cada bocado. Además, sus fascinantes calles y paisajes sirvieron de plató para la popular serie Gran Reserva, que mostró al gran público este rincón riojano de casas patrimoniales y vistas infinitas.

Una historia llena de intrigas

La primera impresión de Briones ya es poderosa. Alzada sobre un cerro, domina la vega del Ebro con deslumbrantes tejados rojizos y una única muralla medieval. Su ubicación, en pleno corazón de la Sierra de la Demanda, convirtió este municipio durante siglos en un lugar estratégico y escenario de luchas, alianzas y cambios de bandera. Muy cerca se encuentran nombres míticos del vino como Haro o San Vicente de la Sonsierra, lo que explica la importancia histórica de la zona.


La muralla de Briones

Tras la Reconquista, Briones fue repoblada por cristianos y se transformó en frontera natural entre los reinos de Castilla y Navarra. Con el asesinato de Sancho II, las tierras pasaron a manos de su hermano Alfonso VI, el rey del Cid Campeador, y quedaron vinculadas a la Casa de Haro. La cuenca del Ebro empezó entonces a fortificarse para asegurar estas tierras fértiles y estratégicas. Todavía hoy, la muralla es uno de los símbolos más queridos del pueblo: construida sobre otra más antigua, llegó a tener seis puertas, de las que se conservan dos, la Puerta de la Media Luna y la Puerta de la Villa, perfectas para empezar un recorrido histórico.

Durante siglos, Briones pasó de unas manos nobles a otras hasta terminar bajo la protección de los Duques de Osuna, que dejaron huella en su trazado urbano y en sus palacetes. Caminar por sus calles es, por tanto, caminar por la historia viva de la Edad Media riojana.

Una pequeña ciudad de palacios y rincones con encanto

El alma de Briones se descubre sin prisas. Lo ideal es perderse por sus calles empedradas, intentar seguir el trazado de la muralla desde la Calle Mayor y acabar en la Plaza de España, el verdadero corazón del pueblo. Por el camino, se suceden los palacetes, las casas señoriales y las iglesias que le han valido la declaración de Conjunto Artístico desde 1973.


Imagen de Briones (La Rioja): Viñedos, murallas y encanto medieval

Entre los edificios más notables destacan el Palacio de los Quincoces, del siglo XVI, y el Palacio de Gadea, del siglo XVIII, ambos en excelente estado de conservación. Más arriba se alzan los restos del castillo medieval; aunque hoy solo queda la torre del homenaje, desde allí se obtiene una de las vistas más hermosas de la Sierra de la Demanda y del mosaico de viñedos que envuelve Briones.

En la Plaza de España brilla con luz propia el Palacio de los Marqueses de San Nicolás, edificio del siglo XVIII que alberga el Ayuntamiento y el curioso Museo Etnográfico de la Casa Encantada, donde se puede recorrer la vida cotidiana de otros tiempos: utensilios, oficios y costumbres que cuentan la historia de la gente del pueblo. En una de las esquinas de la plaza se encuentra “La Casona”, una de las casas más queridas por los brioneros y posiblemente uno de los edificios más antiguos y mejor conservados de La Rioja. Su fachada de piedra y madera, que data del siglo XVI, es parada obligatoria para la foto de rigor.

Los templos religiosos tampoco se quedan atrás. La Ermita del Cristo de los Remedios, del siglo XVIII, guarda en su interior tres retablos de estilo rococó realmente espectaculares. Y en la misma plaza se alza la Iglesia de la Asunción, un templo gótico isabelino del siglo XVI declarado Bien de Interés Cultural en 1981. Su interior sorprende por su altura, por su aire de catedral en miniatura y por su impresionante órgano barroco del siglo XVII.

Briones no sería lo mismo sin su entorno natural. Desde el propio pueblo parten varios caminos que recorren la orilla del Ebro y permiten disfrutar de un paisaje salpicado de viñedos, chopos y naturaleza en estado puro. Son rutas perfectas tanto para senderismo como para bicicleta, ideales para bajar la comida o, simplemente, para sentir el aire limpio de La Rioja.

Sabores con alma de sarmiento

Pero Briones no solo se disfruta con la vista y la historia; también se saborea. Estamos en tierra de cocina con sarmiento, de asados y maridajes con vinos nacidos de cepas centenarias. Muchas casas esconden bodegas en sus sótanos, herencia de generaciones de viticultores que han hecho del vino su seña de identidad. No es de extrañar que aquí se encuentre uno de los museos más importantes del mundo dedicados a esta joya: el Museo Vivanco de la Cultura del Vino.

Este museo, considerado de los mejores del planeta en su especialidad, ofrece un recorrido por la historia del vino, su elaboración, su simbología y su proyección internacional. Culmina con catas y con la posibilidad de comer en su restaurante, donde descubrir platos como las patatas a la riojana, el lechazo o, simplemente, disfrutar de un buen vino en la terraza mientras se contemplan los viñedos.

Para quienes busquen mesa en el centro del pueblo, hay dos nombres que destacan. El primero es el Restaurante Los 4 Arcos (Cerca de las Cuarenta, 2), un verdadero templo de las chuletillas al sarmiento, de la morcilla y del solomillo. No hay que irse sin probar su famosa tarta de queso casera, recomendación sincera de cualquier lugareño. La segunda opción es aún más singular: el Restaurante Los Calaos de Briones (San Juan, 13), instalado en unas bodegas del siglo XVII excavadas en la roca. Desde 2004 ofrece cocina tradicional riojana tratada con mimo y esmero en un ambiente imposible de replicar.

Celebraciones medievales que cobran vida

El calendario festivo también tiene momentos especiales. Cada tercer fin de semana de junio se celebran las Jornadas Medievales de Briones, declaradas Fiesta de Interés Turístico Nacional. Durante dos días, las calles se llenan de mercado, música, trajes de época y representaciones que trasladan al visitante al siglo XIV. Es uno de los eventos más esperados por vecinos y forasteros, aunque en los últimos años haya tenido que cancelarse por motivos sanitarios.

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