Es rápida, sabrosa y suele gustar a toda la familia. Pero ¿es tan buena como parece? La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha analizado 101 pastas frescas rellenas a la venta en supermercados españoles para descubrir qué esconden realmente sus rellenos y si son una alternativa nutritiva frente a la clásica pasta seca. El resultado deja poco lugar a dudas: por muy apetecibles que parezcan, la mayoría están lejos de ser un plato completo.
¿Es más sana la pasta fresca que la seca?
Antes de entrar en el mundo del relleno, conviene recordar que la principal diferencia entre la pasta fresca y la pasta seca radica en su proceso de elaboración: la fresca conserva mucha más humedad (hasta un 30%) y, en la mayoría de los casos, se elabora con huevo, lo que le da una textura más blanda y una cocción ultrarrápida de apenas dos minutos. Eso sí, también requiere refrigeración y tiene una fecha de caducidad más corta.
Pero la cuestión clave que se plantea la OCU en va más allá del tipo de pasta: ¿qué estamos comiendo realmente cuando elegimos una pasta rellena?
El relleno: mucha promesa, poca verdad
La pasta fresca rellena llega en múltiples formas y sabores: ravioli, tortellini, mezzelune, girasoles… y una interminable lista de combinaciones que prometen carne, pescado, espinacas, setas o queso en abundancia. Sin embargo, el análisis de la OCU revela que el contenido real de estos ingredientes es muy inferior a lo que sugieren los envases.
Por ejemplo, en las pastas con relleno de carne o pescado, estos ingredientes apenas representan el 50% del relleno. Si se tiene en cuenta que el relleno supone, de media, un 49% del peso total, hablamos de unos poco más de 20 gramos de carne o pescado por cada 100 gramos de producto.
En el caso de las pastas con verduras, el panorama no es mucho mejor. Aunque el relleno es más abundante (un 57% del total), el porcentaje real de vegetales ronda el 25% del relleno. Es decir, unos 75 gramos de verdura por ración en el mejor de los casos.
El resto del relleno —la parte que no aparece en grande en la etiqueta— suele estar compuesto por féculas como pan rallado o patata deshidratada, que actúan como base para dar consistencia y volumen sin aportar apenas valor nutricional.
¿Y qué pasa con los nutrientes?
Al analizar los valores nutricionales, la OCU detecta que apenas hay diferencias significativas entre los distintos tipos de relleno. La mayoría de las pastas frescas rellenas comparten un perfil calórico similar, con entre 244 y 292 kilocalorías por 100 gramos, y un contenido en proteínas, fibra y grasas saturadas relativamente modesto.
Tipo de relleno | Energía (kcal) | Grasas (g) | Saturadas (g) | Proteínas (g) | Sal (g) |
---|---|---|---|---|---|
Carne | 258 | 8 | 2,7 | 11 | 1,1 |
Espinacas y queso | 273 | 9 | 3,3 | 9 | 1 |
Pesto | 292 | 11 | 3,4 | 11 | 1 |
Verduras | 265 | 11 | 3,6 | 9 | 1,1 |
En resumen, ninguna variedad puede considerarse un plato completo. Aunque la pasta rellena puede resolver una comida rápida, no sustituye a una ración real de carne, pescado o verduras, ni proporciona los nutrientes necesarios para una dieta equilibrada.
¿Qué debería tenerse en cuenta al comprar?
El estudio de la OCU concluye que, más allá del marketing del envase o la promesa gourmet del relleno, el consumidor debe leer con atención las etiquetas. Es habitual encontrar productos con nombres sugerentes y escasa proporción real del ingrediente destacado.
La recomendación es clara: no abuses de la pasta rellena como solución habitual. Si la consumes, intenta equilibrar el menú con un acompañamiento de vegetales frescos o proteínas reales, y no la consideres un sustituto directo de una comida completa.
El informe completo y el comparador de productos pueden consultarse en la web oficial de la OCU. Allí se detallan las marcas, los ingredientes concretos y las valoraciones nutricionales de los 101 productos analizados.