Retrasar una tarea importante no siempre es señal de pereza o falta de responsabilidad. Según Gabriel Pozuelo, psicólogo especializado en salud mental y conducta, la procrastinación puede tener raíces mucho más profundas y estar vinculada al miedo y a mecanismos inconscientes de protección emocional.

No es necesariamente una señal de vagancia

“Y si te dijera que no eres vago, ¿sino que en realidad te estás protegiendo de algo que te da mucho miedo?”, plantea Pozuelo. A su juicio, muchas personas interpretan el hecho de postergar como una simple falta de voluntad, cuando en realidad el comportamiento puede estar siendo guiado por una necesidad de evitar emociones difíciles.

Según explica, “muchas veces es una parte de ti intentando evitar algo que le da miedo”. Ese temor, detalla el psicólogo, puede adoptar distintas formas: miedo a fallar, a no estar a la altura o a que el resultado no cumpla con unas expectativas demasiado altas. Ante ese escenario, la mente busca una salida más llevadera, aunque no necesariamente productiva. “Como tu mente quiere distraerte de pasar ese mal rato, lo que hace es llevarte a hacer mil cosas menos la importante. Y eso no es vagancia, es supervivencia emocional”, añade.

Un síntoma de alto autoexigencia

Este fenómeno no se limita a personas desorganizadas o desmotivadas. De hecho, según Pozuelo, suele afectar especialmente a quienes se exigen mucho o tienen una fuerte necesidad de control. En estos casos, el perfeccionismo puede convertirse en un freno que impide incluso comenzar una tarea.

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¿Cómo se enfrenta?

Para abordar este bloqueo, el especialista sugiere un cambio de enfoque. “La clave no es forzarte, sino preguntarte: ¿Qué parte de mí está tan asustada que ni siquiera puede empezar?”. Identificar ese miedo y comprender su origen, dice, puede ser más útil que intentar combatirlo a base de esfuerzo o presión externa.

Escuchar esa parte temerosa de uno mismo, en lugar de ignorarla o juzgarla, puede ser un primer paso para desbloquearse. “Escucharla puede ser el primer paso para desbloquearte”, concluye Pozuelo.

Lejos de tratarse de una simple cuestión de voluntad, la procrastinación puede ser un reflejo de necesidades emocionales más complejas. Comprenderlas, en lugar de castigarse por ellas, puede abrir la puerta a una relación más saludable con las propias metas y tiempos.

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