El lenguaje nos sirve para comunicarno, pero, al mismo tiempo, es un arma que puede herir nuestra sensibilidad. De hecho, Emma Sopeña Balordi, de Amnistía Internacional, recuerda que "el uso perverso del lenguaje no se cifra solamente en el insulto o la descalificación descarada porque a veces son demasiado evidentes para que se tambalee la estructura emotiva y cognitiva de la persona agredida".
En todo caso, hay veces que esas heridas que nos producen ciertas palabras no son porque alguien haya querido herirnos sino que son frases que ha dicho de forma espontánea; es decir, que han sido dichas sin mala intención, pero que han tenido un efecto desastroso en el receptor. Lo curioso es que, según el especialista en comunicación Sylvain Barrère, a raíz de observar conversaciones a su alrededor ha descubierto que hay ciertas frases que, sin ánimo de hacer daño, han conseguido justo lo que no querían, se repiten constantemente.
Esto les sucede a personas que son socialmente torpes, que no se dan cuenta el daño que hacen en los demás. De hecho, a veces revelan una necesidad demasiado fuerte de reconocimiento, una actitud defensiva o una falta de consideración hacia la otra persona, como si quien está enfrente no existiera plenamente, con sus emociones, su tiempo y su experiencia.
Por este motivo, ha reunido en un artículo 10 frases que es mejor evitar, acompañadas de alternativas más sutiles para crear una atmósfera relajada y favorecer una conexión real.
1. «Estoy siendo honesto»
E nueve de cada diez veces, explica Barrère, esta frase precede a un comentario hiriente. Para el experto la honestidad de nada sirve si no está acompañada de empatía. Y es que, cuando se dice algo con honestidad, pero sin tener en cuenta la reacción de la otra persona, lo que estás diciendo es que quieres decir lo que piensas sin que la otra persona tenga derecho a reaccionar, lo cual puede ser cruel.
En todo caso, ¿qué puedes hacer en esta situación en la que se necesite algo de verdad? Prueba a decir una de estas dos frases:
- "¿Puedo compartir una idea que podría estar equivocada?"
- "¿Prefieres una opinión sincera o un poco de apoyo ahora?"
2. «Lo estás interpretando mal»
Para Sylvain Barrère, lo que quiere decir esta frase es: "Tus emociones me molestan, y quiero que alguien me devuelva mi comodidad". Explica el experto que ha escuchado esta frase mayormente en contextos en los que ha habido mucha tensión: una broma fuera de lugar o un tono equivocado, por ejemplo, y alguien que, en lugar de asumirlo, afirma que el otro no lo entendió.
Según Barrère, esta frase suele ser un intento de minimizar el impacto invocando buenas intenciones, pero que nunca sirve para nada. En estos casos, el experto recomienda decir lo siguiente: "Entiendo que mi comentario pudo ser torpe. Lo siento". También recomienda añadir, si se ve oportuno, esta pregunta: "¿Quieres que te explique lo que quería decir o prefieres que lo dejemos aquí?". Es sí, siempre hay que respetar la respuesta.
3. «No es por ofender, pero...»
"Es el equivalente verbal a ponerse un chaleco salvavidas antes de chocar contra una pared: no suaviza el golpe, lo anuncia. Casi siempre son las palabras después del «pero» las que causan el problema", explica Sylvain Barrère, que asegura además que diciendo esto, advertimos al otro que vamos a hacerle daño y que, además, le pedimos que no se moleste en ofenderse.
"La solución es simple", explica el experto. "Elimina la introducción y pregúntate si tu comentario realmente ayuda. Si sí, usa algo más suave: «¿Puedo ofrecer otra perspectiva?» o «Lo veo un poco diferente, te explico por qué»", asegura.
4. «Cálmate»
¿Alguna vez alguien se ha tranquilizado porque has pedido que se calme? Probablemente no haya servido de mucho ya que, tal y como explica Sylvain Barrère, esta frase no desactiva nada sino que añade combustible, sin olvidar que expresa juicio más que intención de calmar.
"En mis años en hostelería, enseñé a mi equipo a sustituir “cálmate” por “quiero ayudarte”, seguido de una acción concreta: ofrecer agua, mover a alguien a un espacio más tranquilo o pensar un pequeño plan. Ese cambio de tono puede transformar todo. En la vida diaria funciona igual. Di mejor:«Veo que este tema es tenso, ¿podemos retomarlo un momento?»".
5. «Eso me recuerda a mí…»
Hay personas que no comprenden la diferencia entre establecer una conexión mutua y acaparar la atención, explica Sylvain Barrère. "Las personas incomodadas socialmente tienden a convertir cada confesión ajena en trampolín para hablar de sí mismas. Tú cuentas una semana difícil; ellas cuentan un año terrible. Mencionas un logro; lo superan al instante. La charla se vuelve un boomerang: todo regresa a ellas".
En esos casos, Barrère explica que, antes de hablar de ti, es mejor preguntar cómo vivió esa situación, preguntar qué pasó después, y ya en caso de que la otra persona te haya contado lo que quería decirte, es entonces cuando puedes compatir tu experiencia, siempre que sea breve y conciso.
Según el experto, puedes decir algo similar a la siguiente frase: "Viví algo parecido. Las circunstancias eran distintas, pero recuerdo esa misma sensación. ¿Quieres que te diga lo que me ayudó o prefieres que solo escuche?".
6. «Siempre haces...» / «Nunca haces...»
No hay duda de que las generalizaciones no son buenas, sobre todo porque, en palabras de Sylvain Barrère, muchas veces suenan más como condena y no como parte de un diálogo. Además, advierte que, aunque tengas razón, tu interlocutor va a dejar de escucharte para buscar excepciones a lo que has dicho. Por este motivo, Barrère considera que siempre es mejor centarse en el momento presente. Por ejemplo, puedes decir esto: "Hoy sentí que no me prestaste atención. ¿Podemos hacerlo distinto la próxima vez?".
7. «Relájate, era una broma»
La mayor parte de las veces en las que tenemos que aclarar que algo es una broma es porque no tiene nada de gracioso. En todo caso, en lugar de culpar al otro por no compartir el sentido del humor, explica Sylvain Barrère, es mejor simplemente pedir perdón y continuar con la conversación corriendo un tupido velo.
8. «Estoy demasiado ocupado/a»
Ni que decir tiene que es normal ir con prisas a todos los lados y tener una agenda muy apretada. Sin embargo, decir de forma cortante «estoy demasiado ocupado/a» parece indicar no tanto que no tienes tiempo sino que, según Sylvain Barrère, “no eres prioridad”. Por supuesto que hay que saber poner límites, pero hay formas de hacerlo mucho mejores. Si realmente es alguien que te importa, puedes decirle que estás ocupado u ocupada pero proponer una alternativa. Se puede hacer con frases como las siguientes:
- "Esta vez no puedo. ¿Probamos la próxima semana?"
- "Puedo darte 15 minutos hoy o más tiempo el viernes. ¿Qué te viene mejor?"
9. «Déjame hacer de abogado del diablo»
A veces es solo una forma elegante de querer discutir sin admitirlo, explica Sylvain Barrère, que considera que uede servir en debates formales, pero entre amigos o colegas suele irritar. Es decir: quiero discutir sin parecer en desacuerdo. Así pues, el experto considera que es mejor aplicar la curiosidad genuina con frases como
- "¿Qué podría hacer que este proyecto falle?"
- "¿Qué no hemos considerado aún?"
10. «Es lo que hay»
"Es lo que hay" parece, a simple vista, una expresión de aceptación ante una situación. Sin embargo, la mayoría de las veces transmite resignación, asegura Barrère. Es una frase que cierra puertas: evita la incomodidad, las explicaciones y, sobre todo, la posibilidad de actuar. La usamos para no enfrentarnos al problema, para no asumir responsabilidad o para salir del paso sin comprometernos. Cuando alguien escucha "es lo que hay", recibe un mensaje implícito: no va a cambiar nada, no cuentes conmigo, esto está fuera de nuestro control. Y esa actitud puede generar distancia, frustración y sensación de abandono.
En su lugar, podemos optar por expresiones que abran la puerta a la colaboración y a la acción:
- "Esto es lo que puedo hacer ahora"
- "Esto es lo próximo que voy a intentar"
- "No tengo la solución completa, pero voy a dar este paso".
Son pequeños gestos verbales, pero marcan una gran diferencia. Cambiar el enfoque de la pasividad a la iniciativa transforma la conversación y el ambiente. La disposición a avanzar —aunque sea poco— acerca a las personas. La inacción, en cambio, levanta muros y enfría las relaciones. "La iniciativa acerca; la inacción aleja", sentencia el experto.
Los problemas sociales vienen por falta de empatía
A menudo se señala a la falta de empatía como la raíz de muchos conflictos sociales. Sin embargo, más allá de la frialdad emocional o la indiferencia, gran parte de las fricciones cotidianas surgen de hábitos comunicativos automáticos que empleamos sin reflexionar. Pequeñas frases que parecen inocentes, pero que, cuando se repiten, erosionan el diálogo y generan distancia.
La alternativa no pasa por cambiar nuestra personalidad, sino por ajustar la forma en que nos comunicamos. Mostrar curiosidad en lugar de juicio; asumir responsabilidad en vez de culpar; expresar claridad en vez de ironía; optar por la acción en lugar de la resignación. En una sociedad que premia la agudeza y la rapidez mental, es tentador buscar reconocimiento por la inteligencia. Pero, en muchos casos, la verdadera diferencia —la que calma, incluye y acerca— está en la amabilidad.
Las habilidades sociales no se construyen con grandes gestos heroicos, sino con decisiones mínimas que, repetidas, generan confianza y cooperación. Por este motivo, la próxima vez que surja la necesidad de tener la última palabra o demostrar razón, quizá el verdadero gesto transformador sea elegir escuchar, preguntar y acompañar.
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