Este domingo elegimos mucho más que nuestros representantes municipales. Ante la situación de deterioro medioambiental y pérdida de calidad de vida que muestran nuestras ciudades lo que está en juego es mucho más que eso.

El modelo de ciudad que nos ha traído hasta aquí está agotado y debemos cambiar de paradigma. Un cambio que apueste por un modelo de ciudad basado en la sostenibilidad y que recupere el respeto al medio ambiente para mejorar nuestra salud y la del planeta.

Las previsiones de Naciones Unidas es que más de un 60% de la población mundial sea urbana hacia 2030, una proporción que ya ha sido ampliamente superada en Europa, Australia y América del Norte, donde el 70 % de la población se apiña en las grandes áreas metropolitana y que está sucediendo también en China, donde la migración del campo a la ciudad bate récords anuales.

Un dato para la reflexión: actualmente si sumáramos tan solo la población urbana de la India, la que vive en el interior de sus ciudades (alrededor de 400 millones de habitantes) sería el tercer país más poblado del mundo.

La ciudad se expande por el mundo como entorno de convivencia, por eso si queremos garantizarnos una convivencia confortable, saludable y segura debemos atender a los desafíos que nos plantea el apiñamiento metropolitano.

En términos de sostenibilidad (aquellos que nos indican lo que va a ser o no posible en el corto y medio plazo) el primer desafío al que se enfrenta el actual modelo urbano no es el de asegurar unos mínimos de confortabilidad a los ciudadanos de mañana, sino mantener unas condiciones medioambientales que eviten el colapso y fractura de las ciudades de hoy.

El modelo actual de sociedad urbana, insostenible, inseguro e insalubre, nos conduce al doble colapso, como sociedad y como urbe. Porque si la demanda de recursos mantiene el ritmo actual, la gestión de los residuos urbanos sigue fuera de control y el aumento en el nivel de emisiones contaminantes no cesa, ese colapso se producirá más pronto que tarde y con toda certeza.

Vivir en ciudades con un aire limpio y un entorno sano. Ciudades en los que el acceso al agua potable y de saneamiento esté plenamente garantizado. Ciudades eficientes e inteligentes en las que el ciudadano recupere el papel protagonista en ámbitos tan importantes como por ejemplo el de la movilidad.

Si el presidente francés Georges Pompidou dijo en los años sesenta del siglo pasado que había que adaptar las ciudades al coche, ahora ha llegado el momento de darle la vuelta a esa idea para hacer que sea el coche quien se adapte a la ciudad.

Todo esto también debe tenerse en cuenta antes de escoger la papeleta para las elecciones locales del domingo. Y por supuesto para las autonómicas y las europeas. Pero nunca como ahora ha sido tan importante razonar el voto a la hora de elegir a nuestro alcalde, porque cada vez queda menos tiempo para perder, es decir: menos tiempo para la demagogia, el populismo y el experimento.