Hace escasas fechas todos los diarios y noticiarios televisivos y on line abrían sus cabeceras con noticias similares a esta: “Cinco años muerta en su domicilio, desde 2014 a hace unos días, sin que nadie percibiera su ausencia ni su silencio. La encontraron momificada, tirada en la cocina. La mujer, de 83 años, vivía sola, sin nadie que la echase en falta”, sin duda, una víctima más de la insolidaria y cruel soledad que nos habita.

Es un caso más, un ejemplo claro del significado que la soledad adquiere en nuestra sociedad.

Hoy la soledad podemos definirla como la ausencia, real o percibida, de relaciones sociales satisfactorias. Habitualmente se presenta con síntomas de trastornos psicológicos y desadaptación, como ansiedad, depresión, insomnio, abuso de drogas y alcoholismo.

Seguramente no sería un capricho el afirmar que el estilo de sociedad que actualmente se está implantando, definida por el individualismo, la insolidaridad... O el abandono del mundo rural, lo que en nuestro país definimos como la “España vacía”, son hitos que causan el incremento que este problema social está teniendo en nuestra sociedad.

Ahora, hoy, quién escribe estas líneas, es una persona mayor, un viejo trabajador pensarán algunos, pero que como persona también he disfrutado de otras etapas de la vida: la niñez, la pubertad, la juventud, la madurez... Y en todas ellas siempre estuve marcado por una educación absolutamente confrontada con la ola de post modernidad que hoy nos imbuye y que quiere protagonizar nuestra vida.

Mi relación, a muy temprana edad, con el mundo del trabajo, no solo sirvió para aprender un oficio, sino fundamentalmente para adquirir unos principios que seguramente me han ayudado en esos momentos que la soledad quiere apropiarse y dirigir nuestra forma de vivir.

Ideales como la libertad, la solidaridad, o la fraternidad... En definitiva, la lucha por valores de progreso, debemos enfrentarlos a lo egoísta e individual. El ideal socialista, debemos entenderlo como una fórmula para entender la vida y luchar por el bien común, como elemento de reivindicación para conseguir un mundo mejor, son principios que bien me han servido y sirven como tratamiento para el momento de involución de valores colectivos que vivimos.

En este mundo en el que hoy vivimos, la pedagogía para adultos está muy de moda y utilizan constantemente el “desaprender, para volver a aprender” y quizás tengan razón y es momento de desprendernos definitivamente de la cultura de lo individual, lo insolidario...Y que aprendamos una vez más a pensar en lo colectivo, lo social, en definitiva, lo necesario para crear otro mundo distinto y en paz, ya que es posible y necesario.

Anatolio Diez Merino es Secretario General de la UJP-UGT