Han sucedido acontecimientos tan extraordinarios en estos últimos tres años, que parece una eternidad lo que en realidad sucedió hace algo más de 1.000 días. El 10 de noviembre de 2019 se celebraban elecciones en España con una rotunda y clara victoria del PSOE. Por segunda vez, por cierto, pues parece oportuno recordar ante nuestra frágil memoria política que aquellas elecciones eran una “repetición” de las celebradas en meses atrás, en abril, que también las ganó el PSOE

Dado el mandato de las urnas por dos ocasiones, tocaba afrontar ese veredicto popular y conformar un gobierno de coalición con Unidas Podemos y así se hizo con rapidez pues los problemas del país y sus ciudadanos requerían dejar atrás otras consideraciones y ponerse manos a la obra con un proyecto de país que atajara la desigualdad lacerante, solucionara el problema territorial sobre todo con Cataluña, enfrentara la lucha contra el cambio climático y pusiera en marcha la transición ecológica y digital de nuestra economía.

Pero quien lo iba a decir entonces, pocas semanas después de conformar gobierno, un virus, el denominado COVID-19 llegó a nuestras vidas, segando miles de ellas y poniendo a prueba los pilares y fundamentos de nuestra economía y nuestra sociedad. No había libro de instrucciones para gestionar aquella pandemia ni experiencias pasadas para calcular consecuencias. Pero se gestionó con relativo éxito, salimos adelante, y lo hicimos sin dejar a nadie atrás. Se protegieron a millones de trabajadores con los ERTE, con ayudas a los autónomos, con créditos ICO a las empresas, prohibiendo desahucios, se pusieron todos los mecanismos sanitarios, científicos, sociales y económicos para vencer al virus y proteger a los ciudadanos. Cuan diferente hubiera sido todo aquello del COVID con una sensibilidad neoliberal en el gobierno, pero era un gobierno progresista quien estaba al volante para gestionarlo de forma diferente.

Y fue en ese período de la pandemia por COVID-19 cuando emerge la figura del presidente Pedro Sánchez en Europa. Fue ahí, en abril del 2020 cuando lanza la idea de creación de un Plan Marshall Europeo que pronto comparten los países del sur de Europa. Lo que solo unos años atrás parecía imposible, tornó en posible por necesario y por el convincente empuje de España. Desde los tiempos de Felipe González no veíamos en Europa a un presidente español liderando la construcción de una Europa unida y solidaria. Y de nuevo tenía que ser un socialista con convicción europeísta.

Pero además de gestionar las consecuencias la pandemia por COVID-19, el gobierno también tuvo tiempo para subir el Salario Mínimo, poner en marcha el Ingreso Mínimo Vital, aprobar leyes de educación, ciencia, eutanasia, de Memoria Democrática, negociar la PAC, en definitiva, llevar a cabo un programa electoral y un acuerdo de gobierno, que era el compromiso con los ciudadanos en general, y con los votantes de los partidos que sustentaban al ejecutivo, en particular. Pese a todo lo extraordinario, el programa electoral había que cumplirlo.

Cuando parecía que todo estaba en vías de solución, que el virus estaba medianamente vencido, en cuanto empezábamos a recuperar la actividad económica, la vida social, el turismo, llegó el autócrata ruso Putin invadiendo Ucrania y poniendo en jaque a toda Europa. Rusia y Ucrania no eran ni son dos países más. Uno es potencia nuclear y suministrador de energía a Europa y el otro, principal abastecedor de trigo y otros cereales, provocaban millones de refugiados, miles de muertos y una crisis energética de enormes dimensiones que ha provocado el incremento de los precios en todo el mundo de la energía, el transporte y con ellos de todos los bienes básicos.

De nuevo había que gestionar un acontecimiento extraordinario e imprevisible. Y de nuevo se gestiona con la misma filosofía. Ayudando a la gente, sobre todo a quienes más lo necesitaban y siguen necesitando. Subvencionar parte del coste del combustible para vehículos y los viajes en autobús, poniendo el tren de cercanías  gratis, bajando el IVA de la luz y del gas, ayudando a transportistas, agricultores ganaderos y pescadores, prohibiendo las subidas del alquiler más allá del 2%, incrementando las becas en 400 euros, el ingreso mínimo vital y las pensiones más bajas un 15% y otras medidas de carácter social y económico para que las dificultades por las que pasan millones de familias como consecuencia de la guerra de Ucrania sean más llevaderas en el día a día.

Ningún gobierno escoge las circunstancias que le toca gestionar, a veces suceden acontecimientos imprevisibles que ponen a prueba la fortaleza de las convicciones y la sensibilidad de un gobernante, porque lo que sí se elige es como se gestionan esas circunstancias. Seguramente el gobierno de Pedro Sánchez ha podido cometer errores, imposible no cometerlos ante lo desconocido, pero nadie puede poner en duda de que nunca hemos tenido un ejecutivo que haya puesto en marcha tantas medidas para proteger a la mayoría social de nuestro país y más aun en circunstancias tan extraordinarias. Es de justicia, echar la vista atrás de estos tres años, y reconocerlo.