Alice Walker, escritora y activista afroamericana, dijo una vez en una entrevista, acerca de su activismo por los derechos de los animales, que “los animales existen por sus propias razones; no fueron hechos para los humanos, del mismo modo que los negros no fueron hechos para los blancos, ni las mujeres para los hombres”. Aludía a algo que yo considero fundamental a la hora de entender en profundidad la lucha por los derechos de los negros, de las mujeres, de los homossexuales, de las minorías étnicas, de los animales, de los inmigrantes. Todo es lo mismo. Todas esas luchas y compromisos de tanta gente a lo largo del siglo XX engloban una causa común, la lucha por los derechos de los seres más indefensos y desprotegidos, y el compromiso profundo con un mínimo de sofisticación moral que nos lleve a alejarnos de la barbarie y a considerar la dignidad y los derechos más básicos de todos los seres que existen.

Suelo decir, cuando la ocasión es oportuna, que el pensamiento de fondo de un racista es el mismo que el de un machista, de un maltratador de mujeres, de un maltratador de animales, de un xenófobo o de un homófobo; porque lo que late tras su desprecio es, por un lado, el odio al diferente, ése que propagan los grandes adalides de “la moral”, y, por otro, el rechazo a otros seres o colectivos, sean los que sean, a los que  considera inferiores y a los que pretende dominar, poseer y explotar. Finalmente, la historia de la humanidad se ha visto entretejida por las consecuencias de esa terrible soberbia de los que han abusado secularmente de los más vulnerables. Por eso es tan importante entender esta asociación de ideas; porque no se trata de luchas diferentes, sino, en el fondo y en esencia, se trata de la misma lucha.

Cuesta mucho asumir que a estas alturas de la historia de la humanidad, tan lejano ya en el tiempo el oscurantismo medieval, se sigan perpetuando ciertas prácticas y ciertas actitudes absolutamente insolidarias, siniestras y despóticas respecto de determinados colectivos, seres vivos o personas. A estas alturas de la historia es, además de aberrante, absurdo y siniestro que se sigan torturando seres vivos con la misma alevosía e indiferencia que en los tiempos más bárbaros y perversos de la historia. Cuesta mucho creer que en el siglo XXI la barbarie y la crueldad sigan formando parte de personas, sociedades e instituciones que, no sólo permiten, sino también fomentan actitudes y visiones del mundo absolutamente alejadas de la evolución moral que justifica la historia humana. Aunque, si se piensa bien, es fácil de entender si consideramos que nos siguen adoctrinando esos que nos cuentan en la infancia que Dios hizo al hombre a su imageny semejanza, y después creo al resto de seres para su uso, abuso y disfrute.

El pensamiento de fondo de un racista es el mismo que el de un machista, de un maltratador de mujeres, de un maltratador de animales, de un xenófobo o de un homófobo

Desde el pasado día 11 de mayo y hasta, si nada lo impide, el próximo 23 de septiembre, el Guggeheim Bilbao acoge una exposición titulada Arte y China después de 1989. El teatro del mundo. Se trata de una exposición contra la que no tendría nada que alegar si no contuviera supuestas “obras de lo que algunos llaman arte” en las que es evidente el maltrato animal y el desprecio a seres vivos y sintientes. La misma exposición fue cancelada en el Guggenheim Nueva York por los mismos motivos ante la presión de colectivos de defensa de los animales. En España, sin embargo, la exposición sigue su curso, quizás porque vivimos en uno de los países más maltratadores del mundo, con una “fiesta nacional” basada en la tortura y el asesinato de un bóvido asustado e inocente. ¿Cómo nos va a extrañar que en un museo se cometa maltrato si algunos llaman “cultura” a la tauromaquia, que no es otra cosa que un paradigma del más vergonzoso maltrato animal?

En la exposición de marras se muestran escenas bochornosas de cerdos copulando coaccionados, con la piel llena de pinturas y de signos pintados; también incluye un terrario donde se devoran a diario animales entre ellos. La Asociación por un Trato Ético con los animales ha emitido un comunicado en el que expone que el recurso a la libertad de expresión, eso que argumentan algunos para que las personas tampoco tengamos voz, no es más que una burda excusa con la que justificar lo que es, en realidad, una agresión gratuita que explota y cosifica a animales estresados “obviando su naturaleza sensible”. Además, diversos colectivos y asociaciones animalistas, han exigido el cierre de esta muestra bochornosa, y se han entregado, para ello, más de 50.000 firmas recabadas a través de Change.org; entre las cuales, por supuesto, va la mía.