El personaje político de la semana ha sido, sin duda, Toni Cantó. El ex de Ciudadanos y UPyD ha iniciado el camino estos días para convertirse también en ex PP. De momento, si la justicia no lo impide, se presentará a las elecciones para la Comunidad de Madrid en la lista, no hagan chistes fáciles, de Díaz Ayuso.

El revuelo que ha provocado el fichaje del político-actor, está a la altura del que provocan las grandes estrellas del fútbol cuando cambian de equipo. Uno podría pensar que semejante repercusión se debe a que Cantó es un gran experto en economía o en relaciones internacionales. Tal vez un gran estadista o un reconocido gestor público que va a conseguir llevar al PP a las más altas cumbres de la política. Pero no, el actor valenciano es un simple trofeo de caza conseguido por García Egea para la colección del partido.
 
No es un trofeo de caza del montón, es cierto. Cantó tiene una de las cualidades más apreciadas por la sociedad española en la actualidad: es famoso. En España, desde hace ya demasiados años, lo que más se aprecia de un personaje es que sea popular y salga en la tele. Pero no vayan a pensar que sirve cualquier tipo de celebridad. Es condición indispensable haber conseguido la notoriedad sin haber demostrado ningún mérito para ello. Por supuesto quedan descartados escritores, científicos, buenos actores o cualquier otra actividad que necesite inteligencia, esfuerzo o sacrificio.

Cantó tiene el mérito de haber conseguido que una serie de televisión obtuviera un enorme éxito simplemente marchándose de ella y también la de ser pedagogo, según su curriculum, sin haberse ni tan siquiera matriculado en la facultad (chúpate esa Cifuentes), pero, afortunadamente para él, no es suficiente para contrarrestar su absoluta inutilidad. Por eso es un trofeo tan preciado por el PP. Bueno, por eso y por las risas que se están echando en la calle Génova a su costa, recordando que hasta hace muy poco se presentaba como el gran luchador contra la corrupción.