A Jorge Valdano se le atribuye la frase de que “el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes”. Pocas cosas lo superan y nos obnubilan más que el sentimiento de ver jugar y ganar a tu equipo. Pero me van a permitir que mi forofismo por mi hija y mi esposa se imponga sobre el equipo de mis amores y su capitán, Sergio Ramos, que estos días es el capitán de todos los españoles.

Resulta que Ramos acaba de ser padre por tercera vez, justo en un Domingo de Ramos, junto a su esposa, Pilar Rubio. El acontecimiento, que por ser recurrente no es menos emocionante, le ha pillado en medio de la concentración con la Selección Española de fútbol, a pocas horas de enfrentarse el martes a la Argentina de Leo Messi.

Aunque se trata de un partido amistoso de preparación para el Mundial, eso no quita para que miles de ojos estén puestos en el acontecimiento. Pero Ramos ha perdido una oportunidad para dar una lección de conciliación familiar y ha errado el tiro al volver con sus compañeros a la concentración en Las Rozas. El capitán de la Selección prefería así no hacer uso de su derecho a la baja laboral. No ya el mes de paternidad, ni siquiera los dos días de descanso tras el nacimiento.

Será porque acabo de estrenarme en este mundo de la paternidad y me toca personalmente. Será porque los dos días de baja y los que usé de vacaciones me supieron a poco. O será porque cada mañana me cuesta horrores separarme de mi hija, por muy apacible que se quede en la cuna y con su madre, y porque no veo el momento de que llegue mi mes de paternidad (os echaré de menos en junio). Pero, por lo visto, soy el único, de momento, al que el gesto de Sergio Ramos le parece una puñalada a todos los papás españoles y convierte al Héroe de la Décima en un esquirol de la paternidad.

Hace ahora un año, la cantante Soraya Arnelas se convertía en madre primeriza. También lo hacía su marido, el modelo Miguel Herrera. Una semana después del parto, ambos salían a celebrarlo en un restaurante y dejaban a la hija con los abuelos. Las críticas y los insultos se cebaron con ella, acusándole de ser mala madre y dándole lecciones sobre cómo criar a su bebé. Por supuesto, nadie insultó al padre ni le reprochó que no se quedara en casa con la criatura. Como siempre, el sacrificio solo se les exige a ellas.

Más de lo mismo viene a pasar con Sergio Ramos. Es más, el futbolista ha sido elevado a los altares del compromiso por haber vuelto a su puesto de trabajo, no por quedarse en casa. Este mismo domingo, el seleccionador de La Roja, Julen Lopetegui, era preguntado al respecto y señalaba que Ramos “ha hecho un esfuerzo extraordinario por venir a entrenar, cosa que lógicamente él podía habérselo saltado. No lo ha hecho demostrando claramente la mentalidad que tiene y que además nos encanta”.

El discurso en la prensa deportiva se repite, donde puede leerse que “Sergio Ramos vuelve a demostrar cómo se ha convertido en el jefe de La Roja y cómo se ha ganado el respeto de sus rivales, la admiración de sus compañeros, y el enorme cariño que le profesa la afición del Real Madrid y de la Selección: a base de trabajo y compromiso”.

Se echa de menos la actitud de Sarunas Jasikevicius, el entrenador del Zalgiris Kaunas, que dio una lección en Lituania al defender a su jugador estrella, Augusto Lima, por dejar al equipo en medio de unas semifinales para ver nacer a su hijo. Ante un periodista que se empeñaba en señalar al jugador, Jasikevicius le cortó de raíz: “Cuando seas padre entenderás qué es lo más importante en la vida. Vienes y me hablas. Porque es lo mejor del mundo”.

De papá a papá, mi más sincera enhorabuena a Ramos. Estoy seguro de que al pequeño Alejandro no le va a faltar de nada. Con 10 millones de salario, su padre podrá contratar a Mary Poppins si hace falta para atender sus necesidades. Pero ahí fuera hay bebés cuyos padres tienen menos suerte y a los que un gesto de Sergio Ramos bastaría para ayudarles. Para poder ejercer sus derechos sin miedo a que su jefe les reproche que no les “encanta” la “mentalidad que tienen”.