Hay situaciones en las que lo que se necesita es valentía y principios. Pedro Sánchez ha demostrado tenerlos. Siempre ha defendido sus convicciones. Nunca ha escondido sus ideas ni se ha movido por conveniencia. Y en la tragedia que vive Gaza, ha hecho lo que corresponde: alzar la voz.
Lo que ocurre allí es una injusticia inmensa, una catástrofe humanitaria que conmueve a millones de personas en todo el mundo. En España, la mayoría lo tiene claro. Pero no todos. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, estos días se ha negado a calificar la ofensiva israelí como genocidio. En sus palabras, “Israel tiene una guerra con Hamás” y “en las guerras hay que respetar el derecho internacional”. Sin embargo, no cuestiona abiertamente las acciones del gobierno de Netanyahu. ¿Y entonces, señor Feijóo, cómo llama usted a más de 54.000 muertos, de los cuales 17.000 son niños, 800 menores de un año?
Incluso voces destacadas de la derecha consideran que Feijóo se equivoca gravemente al apoyar sin matices a Israel. Porque lo que está ocurriendo no es una guerra entre dos ejércitos. Es el ataque constante a una población civil que está siendo aniquilada. Y lo más triste es que el PP parece usar esta tragedia solo como una herramienta política contra el Gobierno. Como si el dolor de miles de familias fuera un argumento más en el debate partidista.
Desde que comenzó la ofensiva, las cifras son insoportables. Más de 54.000 palestinos han muerto. Miles son niños. Han sido bombardeadas escuelas, hospitales, viviendas, refugios. La gente está atrapada, sin agua, sin comida, sin medicinas. Los hospitales no dan abasto. Las infraestructuras han sido arrasadas.
Ver morir a tantos menores, masacrados por las bombas, duele. Ver a los que sobreviven, consumiéndose de hambre y sed, duele. Pero lo que realmente resulta insoportable es que haya dirigentes que intenten justificar o minimizar esta matanza.
Human Rights Watch ha calificado los ataques de Israel como un crimen de apartheid. La ONU ha denunciado repetidamente violaciones del derecho internacional humanitario y exige un alto el fuego inmediato. La comunidad internacional no puede seguir mirando hacia otro lado.
Y, sin embargo, el Partido Popular insiste en una postura ambigua, tibia, cuando no cómplice. Es el mismo partido que en 2014, con su propio voto, reconoció al Estado de Palestina en el Congreso. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Solo una cosa: ahora gobierna el PSOE. Y parece que el PP ha decidido que todo lo que haga el Gobierno debe ser atacado, aunque eso implique dar la espalda a sus principios.
Además, la postura de Feijóo no está aislada. Vox, con Santiago Abascal a la cabeza, se ha mostrado aún más radical. Se centran únicamente en el atentado de Hamás del 7 de octubre, como si eso justificara la destrucción total de Gaza. No se trata de negar la gravedad de aquel ataque, sino de entender que la respuesta israelí ha sido desproporcionada e inhumana.
Isabel Díaz Ayuso ha llegado incluso a culpar a la Autoridad Palestina de no proteger a su pueblo. Pero no ha dicho una palabra sobre las bombas que matan a diario a civiles inocentes y dejan miles de mutilados y familias destrozadas. Es una visión parcial, injusta y profundamente peligrosa.
Frente a esto, Pedro Sánchez ha apostado por una postura clara: defender la paz, la legalidad y los derechos humanos. Ha condenado a Hamás, sí. Pero también ha exigido a Israel que detenga su ofensiva militar, que levante el bloqueo y que permita el acceso de ayuda humanitaria sin condiciones.
Además, España ha liderado la promoción de una resolución en Naciones Unidas para garantizar esa ayuda. Ha planteado sanciones internacionales y un embargo de armas si Israel no cesa en sus ataques. Y ha insistido en que la paz no se logra con más violencia, sino con justicia.
El presidente Pedro Sánchez lo ha dicho alto y claro: “No podemos permitirnos seguir viviendo bajo la amenaza constante del conflicto. Es hora de romper este ciclo de violencia que condena a israelíes y palestinos desde hace décadas. Es hora de darles un horizonte de paz, seguridad y prosperidad.”
La política exterior de un país no puede basarse en cálculos electorales ni en simpatías ideológicas. Debe apoyarse en principios firmes. España puede y debe liderar la defensa de esos valores: justicia, dignidad, derechos humanos. No hay neutralidad posible cuando están muriendo miles de personas inocentes.
Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o la propia ONU han dado la voz de alarma. Han pedido acciones, no solo palabras. Pero muchos gobiernos siguen bloqueando resoluciones, protegiendo intereses o evitando molestar a sus aliados.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha sido incapaz de actuar con contundencia, en parte por los vetos de algunos de sus miembros. Y mientras tanto, la población de Gaza sigue muriendo cada día. La comunidad internacional no puede seguir mirando para otro lado y permitir que esto continúe. España debe estar del lado correcto de la historia. No se trata solo de política exterior. Se trata de humanidad.
El silencio o la ambigüedad, en este contexto, equivalen a complicidad. Es inaceptable que el PP, con su poder y visibilidad, no utilice su voz para pedir el fin inmediato de esta masacre. Porque no hay ideología que justifique el asesinato de 17.000 niños. Ninguna.
La historia nos juzgará. Lo que hagamos —o lo que dejemos de hacer— quedará escrito. No podemos permitir que la indiferencia siga costando vidas. No podemos aceptar que en pleno siglo XXI se bombardee a población civil sin consecuencias. Todos los líderes políticos, sin importar su ideología, deberían unirse en una misma exigencia: basta de matar inocentes. Basta de castigar a todo un pueblo. Basta de impunidad.
Solo con esa firmeza moral se podrá construir un futuro distinto. Un futuro en el que Palestina tenga esperanza, en el que Israel viva seguro, y en el que la paz no sea solo una utopía. Pedro Sánchez ha defendido ese camino. Y lo ha hecho con principios, con coherencia y con coraje. Algo de lo que, por desgracia, algunos líderes políticos carecen.