Ya sabemos todos hasta la saciedad que las mentiras repetidas son un arma perfecta para manipular la conciencia de la gente; y que las palabras pueden ser, por tanto, una gran herramienta de control. El nazismo fue posible por la manipulación y las mentiras que se vertieron sobre el pueblo alemán, que llegó a creer a pies juntillas que estaba justificado el exterminio de judíos, de personas de otras etnias, de homosexuales y de otros colectivos de “diferentes”. El nacionalismo exacerbado estaba detrás, como el odio a los que no encajaban en la idea del ser humano modelo impuesta por los nazis, es decir, el rechazo a la diversidad y la intolerancia más brutal.

De igual manera, en 2003, el llamado trío de las Azores (Aznar, Bush y Blair) utilizaron las mentiras más repugnantes para justificar la invasión de Irak, que marcó el inicio de una terrible guerra (2003-2011); una guerra que destruyó a todo un país y que supuso la muerte por violencia de un millón doscientas mil personas, casi todas civiles. La justificación que expusieron era “desarmar a Irak de armas de destrucción masiva”, lo cual se demostró a posteriori que era incierto. En Irak no había esas armas. Había petróleo, y un lugar estratégico para la creación de una colonia militar estadounidense.

Los ejemplos serían infinitos para que anclemos en nuestra conciencia la idea de que somos bombardeados día a día con falsedades y falacias; y la convicción de que los malvados, los psicópatas, los corruptos, los voraces y todos aquellos especímenes que se mueven, en política y en cualquier otro ámbito, por sus propios intereses y despreciando a los demás, se valen del engaño y de la mentira patológica para conseguir sus fines. Y me vienen a la mente dos frases al respecto que leí hace tiempo, y que dejé anotadas en mi cuaderno de ideas, del escritor ampurdanés Josep Pla: “En España nunca se dice la verdad”, y otra que me parece una de las mejores definiciones del concepto de “libertad”: “La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar libremente y hablar sin hipocresía”. Aceptemos, por tanto, que la mentira tiene mucho que ver con cualquier tiranía, y que la verdad es parte integrante y necesaria del concepto de libertad. Por eso es tan importante buscarla.

En ese sentido nos encontramos con un auge inasumible de los nacionalismos, los populismos y las extremas derechas en Europa, y también en España. Y, en ese contexto, el Partido Popular ha permitido, tras las elecciones en Castilla León, gobernar a la extrema derecha por primera vez en la historia de nuestra maltrecha democracia. Es un peligroso paso hacia atrás y, lo que es peor, con la sintonía y el beneplácito de una parte considerable de la sociedad española, que, quiero creer, está desinformada, engañada y manipulada.

Recordemos el calificativo “rojo” con el que denominaban a demócratas, progresistas y oponentes a la dictadura franquista. Del mismo modo, en la actualidad las derechas neoliberales hablan de “gobierno comunista”, o “comunistas” en general para designar a cualquier demócrata o a quienes ideológicamente no les siguen la cuerda en sus ideas  insolidarias, intolerantes y desfasadas. Y también para hacer creer que el fanatismo está en los otros, que el extremismo está en los que defienden las políticas sociales y la democracia, que los que no piensan como ellos son un peligro; cuando la realidad es que el fanatismo, el extremismo y el peligro están justa y exactamente en ellos y en sus ideas.

Y otra de sus grandes herramientas es una técnica muy psicopática que utilizan muy a menudo, muchas veces de manera inconsciente, los maltratadores, narcisistas, psicópatas o cualquiera de esos perturbados que carecen de empatía y que se pasan la vida despreciándola y haciendo daño a los demás: la proyección psicológica, o “ley del espejo” en lenguaje coloquial; se trata de un mecanismo de algunos humanos que atribuyen a otros pensamientos, sentimientos, creencias e incluso acciones, casi todos ellos maldades y miserias, que se niegan a percibir en sí mismos y proyectan en el otro, en los demás. Esta herramienta maquiavélica es muy frecuente en política y en cualquier ámbito donde abunden personas sin conciencia. De tal manera que suele ocurrir que los que hablan de maldades en otros se estén retratando a ellos mismos. Es el refrán popular que dice que “lo que Pedro cuenta de Juan retrata a Pedro, y no a Juan”.

Por todo ello, y por mucho más, resulta hasta entendible que algunos personajes de la actual derecha y de la extrema derecha españolas, que ya hemos visto que casi tanto monta, al respecto de la actual guerra en Ucrania estén llenando las redes (y las cabezas de muchos) de bulos y mentiras a su medida, como que Putin es comunista. Si se pueden clasificar las actuaciones de este tirano ruso es de totalitarias, hiper capitalistas, hiper nacionalistas e imperialistas, es decir, de extrema derecha, más o menos, aunque de momento el llamado “putinismo” es inclasificable. Salvando las distancias, se parece mucho más al fascismo y a Vox que al comunismo. Aunque, insisto, estos personajes manipuladores y falseadores de la realidad definen como “comunismo” a la pura y simple socialdemocracia. Por algo será.