Puede parecer que la política crea extraños compañeros de viaje, pero no es así. Todo tiene una lógica y obedece a unos intereses, muy pocas cosas son fortuitas. Que el PP, VOX y Ciudadanos vayan a votar en la investidura de Pedro Sánchez exactamentre lo mismo que Junts per Catalunya y la CUP, sólo se puede entender porque comparten un objetivo común: impedir un gobierno progresista en España.

Aseguran que lo hacen por motivaciones opuestas, los primeros por salvar la unidad de España, los segundos por conseguir la independencia de Catalunya, pero la realidad es que a ambos bandos los mueve el miedo a que cuaje en nuestro país, por primera vez en muchísimos años, un ejecutivo dispuesto a hacer política. Nada podría ser más letal para el independentismo catalán, que un gobierno decidido a hablar y a dar pasos hacia el entendimiento. Y exactamente igual le ocurre a la derecha española, que tiene en el constante enfrentamiento contra el, para ellos, enemigo catalán, su principal fuente de votos.

Las negociaciones exigen, por definición, sesiones y, especialmente en este caso, valentía. El PSOE corre el riesgo de ser percibido, incluso dentro de sus propias filas, como un partido dispuesto a todo con tal de recuperar el poder. ERC es para muchos catalanes, la inmensa mayoría seguidores de la antigua CiU, la misma que pactó e hizo presidente del gobierno a José María Aznar, la imagen de la traición. Ambos partidos, junto con el PNV los más antiguos de España, se exponen al juicio y la ira de quienes apuestan por el enfrentamiento.

Da exactamente igual lo que el candidato a presidente del Gobierno haya dicho en su discurso de investidura: el aumento de presupuesto para educación y sanidad, la revalorización automática de las pensiones con el IPC, la lucha contra el cambio climático, la recuperación de las propiedades públicas robadas por la Iglesia y la familia Franco, la derogación de la reforma laboral, la limitación de los precios de los alquileres o la eliminación de los copagos. PP, VOX, Ciudadanos, JxCat y la CUP votarán no, cogidos de una mano que pretenden devorar.