¿Por qué la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, no debió visitar al Papa Francisco en el Vaticano? ¿Por qué la derecha y la ultraderecha de este país reprueban que los políticos de izquierdas dialoguen en con el Pontífice? ¿Les molesta que Francisco sea un punto de referencia en cuestiones de justicia social?

Pues sí, les molesta mucho que la visita de Yolanda Díaz no haya sido a título personal sino como vicepresidenta de un Gobierno de coalición que, insisten, debería haber abandonado la Moncloa a las 24 horas de instalarse. Pues sí, les ha enfadado que con ese encuentro la vicepresidenta haya sido aplaudida por miles de votantes que, acaso sin reconocerse cristianos, comparten posiciones del Pontífice. Pues sí, les ha cabreado mucho que Díaz utilice el encuentro para reforzar sus proyectos políticos de futuro, pisando un territorio que no le corresponde.

Menudo rebote tiene la derechona y su caverna mediática con esta visita. Por ejemplo, una popular que se ha lucido con el viaje a Roma de la vicepresidenta ha sido la secretaria de Comunicación del PP madrileño, Macarena Puentes que, horas antes, calificó el encuentro de “cumbre comunista” en un tuit que se apresuró a borrar.

Así que, ahora, la presencia en El Vaticano de una veterana militante del PCE ha ofendido tanto al Partido Popular y a sus próximos de Vox que tildan de oportunista a Díaz, argumentando que ha buscado reforzar su popularidad con vistas a un futuro asalto a la Moncloa.  

Sobre esa visita se han sugerido desde distintas áreas más cosas. Que como la líder de Podemos intenta captar el voto del católico no practicante o la visión de que la visita supone teñir más de rojo al Papa Francisco, destiñendo a Yolanda. Acaso tengan parte de razón pero eso no justifica esta desproporcionada campaña de reprobación.

Desde el entorno de Yolanda Díaz han explicado que a lo que iba era a conversar con el Papa de “desafíos comunes de la humanidad, la crisis sanitaria y social del Covid 19, el trabajo digno, la precariedad y desigualdad social creciente, la crisis climática o las amenazas contra la democracia y los derechos humanos”. Son temas que interesan a ambos y en lo que pueden tener o no puntos de acuerdo. 

A ver si no fueron al Vaticano María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaria como representantes del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Claro que en aquella ocasión se trataba de Benedicto XVI, un pontífice de orden, no como el de ahora. Y es que lo que parece que irrita en exceso a los conservadores y ultraconservadores es que puede aproximarse a un tema que siempre han querido monopolizar - la Iglesia, la religión, el Vaticano, el Papa- personas ajenas a sus posiciones políticas. Les inquieta tanto como el hecho de que Bergoglio no sea un meapilas