Desde su subida al trono popular, Núñez Feijóo evidencia cada vez más que ha abandonado el  abrazo del Apóstol y ha recuperado el castigo sin fin de la Santa Compaña. Y su influencia se va extendiendo cada vez más acentuada por todas las comunidades que le dan cobijo. En Andalucía, Moreno Bonilla es uno de esos líderes que se muestra incondicional con su nuevo jefe, como antes lo fuera del precedente; lo mismo hace -en otros niveles- con los mandones que ahora destellan en el universo pepero. Si antes se entregó sin reserva alguna a Casado, ahora hace lo mismo con la presidenta tabernaria, su adversaria mortal y vencedora en el épico combate que derribó del caballo a D. Pablo. Está con quien sea, con el que mande: hay que navegar en estos mares para llegar al acomodo de ricos puertos. El caso es mandar y nadar en la espuma social que proporcione parabienes y bondades quizá inesperadas. Por eso me viene a la mente ahora ese cante flamenco sabio y eterno que dice:

​​“Esgraciaita la boca que come

​​por mano ajena,

​​siempre mirando la cara

​​si la pone mala o buena”

Está en su sueldo saber como navega en ese mundo de altas responsabilidades, lo que no está es plegarse a ciertas cosas, como firmar el pacto de gobierno para Andalucía en Madrid, y no un poco más abajo, en nuestra tierra. Esto es lo que nos esperaría si los progresistas andaluces seguimos paseando nuestra desazón -comprensible pero ineficaz- por todos los rincones, desde el Guadalquivir a Sierra Nevada, desde el Mediterráneo al Atlántico, desde Sierra Morena a las Columnas de Hércules… Creo que el progresismo haría bien en cerrar el cofre de su melancolía y buscar una realidad útil. ¡Qué sabiamente expresó la esencia de nuestro ser andaluz nuestro insigne paisano Luis Cernuda!:

​​“Sombra hecha de luz,

​​que templando repele

​​es fuego con nieve el andaluz …”

Creo que nos sería mejor ahora vencer desazones y algún que otro desengaño para sumar nuestro puñado de grano al de nuestros paisanos, para así acercarnos a la mayoría social progresista y alejar la oscuridad y el retroceso que suponen las derechas, sea cual sea el escudo que se pongan. Para que llegue al poder andaluz el Bonillismo otra vez tendría que contar con esa actitud esencial contradictoria con que nos definía Cernuda, que el nihilismo nos invada y nos aleje de los centros de votación. Somos mayoría, por eso confiamos que siempre habrá alguno de los nuestros que barra el patio, pero esta confianza no siempre resulta. Hay que ir al tajo o nos quitan el carro.

Pero la derecha y la ultraderecha (a veces difícil de distinguir), apoyados por sus altavoces mediáticos, procuran hacer creer que estamos en dificultades y difunden sin parar sondeos, opiniones y augurios negativos de todo tipo. Aquí parece que, para ser inteligentísimo, que para que sea verdad que mi hijo es mejor que Messi, que para que la derecha de toda la vida ahora sea centro moderado y no sé cuántas zarandajas más, sólo basta con decirlo. Y así lo replican cada día en campanarios y tribunas por doquier. Hasta crean y difunden una imagen de hombre moderado, centrista, de Moreno en disonancia flagrante con su acción de gobierno, cuando su facha figura más bien con una presencia cansina y abúlica. Y con esa propaganda sin caldo pretenden desanimarnos. Pero la gente ve las cosas cada día y conoce la realidad.

Termino con algunos datos breves para respetar el espacio asignado. Cuando cantan logros (propagandísticos) sin fin habría que desmontarlos con algunos números: así, la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública publica que, desde 1919, Andalucía es la comunidad donde más ha subido la privatización de la sanidad, concretamente un 9%. Eso sin hablar de los 8.000 sanitarios despedidos, del récord negativo de las listas de espera (122.959 pacientes), en ginecología el 33% de las mujeres tardan más de seis meses para ser intervenidas quirúrgicamente, en 2021 los contratos indefinidos eran sólo el 2’3%, porcentajes que han empezado a cambiar con la aplicación de la nueva Reforma Laboral…. Toda su propaganda queda en nada con los datos. Como pocos reconocen lo que dicen, tienen que pregonar más lo que no hacen.

Vendría muy a propósito ese fandango del inolvidable Paco Toronjo que dice así:

​​“Aquél que dice yo soy

​​no tiene quien se lo diga;

​​ojalá que lo consiga,

​​pero en eso yo no estoy”.