No le han dado los números a la derecha y a la ultraderecha para esa mayoría que tanto acariciaban desde el 28 de mayo. No sé si ahora volverán a insistir en lo de gobierno Frankestein o forzarán aún más el repertorio invocando al Conde Drácula por aquello de chuparle la sangre al noble pueblo español, amante de sus tradiciones.

Pondrán en cuestión el voto por correo y la imparcialidad de Indra e insistirán en la ilegitimidad de un gobierno que cuente con los votos de partidos independentistas. Sacarán a pasear la lista más votada e, incluso, algunos altavoces de la derecha mediática hablarán de la conveniencia de una gran coalición del PP y el PSOE para evitar males mayores.

Esta última posibilidad, la de conseguir coaligar las siglas populares y socialistas, que cuenta con el apoyo de expresidentes que han mantenido un sospechoso silencio en la reciente campaña, carece de recorrido porque habría que desandar lo acordado entre el PP y Vox en ayuntamientos y comunidades autónomas desde el 28 de mayo.

Se dan pues los mimbres para reeditar una coalición gubernamental que no ignore la realidad de un Estado plural y diverso como el español en el que conviven nacionalismos secesionistas, partidos republicanos y movimientos emergentes que reivindican a los territorios más despoblados de la Península Ibérica.

Las mujeres, los hombres sensatos, las personas homosexuales, entre otros muchos sectores, son algunos de los colectivos que conforman esta positiva mayoría que ha salido de las urnas el 23J y que no se ha visto reflejada en el negacionismo radical de Vox comprado con la mayor naturalidad por el PP.

De los resultados electorales de este domingo no cabe hacer una lectura soberbia y triunfalista por parte de nadie porque lo que han retratado es una sociedad polarizada y dividida casi al 50% como en la gran mayoría de países de nuestro entorno. La negación de las evidencias más palpables por parte de la ultraderecha nos debe obligar a un intenso esfuerzo pedagógico que fomente la interlocución entre las instituciones democráticas y la ciudadanía para que esta no caiga en la desafección y en la indiferencia.