Juanma Moreno Bonilla cada día tiene más alergia a la calle. Le está pasando como a Carlos Mazón, que cada vez que pone un pie en la calle sin alfombra roja ni vallas de seguridad, los abucheos le persiguen. El último episodio ha tenido lugar en Écija, donde el presidente fue a buscar otra foto sonriente, pero le salió el tiro por la culata. Tuvo que salir por piernas, abucheado, rechazado por una ciudadanía harta de su nefasta gestión de la sanidad pública andaluza.

No es un hecho aislado. De hecho, empieza a convertirse en costumbre: Moreno aparece en un acto público y la gente le increpa por la situación de los hospitales, las interminables listas de espera o por la precariedad que sufre el personal sanitario. Ante eso, el presidente opta por lo que mejor se le da: huir. Porque si en algo ha perfeccionado su técnica, es en desaparecer cuando el pueblo exige explicaciones.

Y no faltan motivos. Según el último Barómetro Sanitario, Andalucía tiene la sanidad pública peor valorada de toda España. La ciudadanía andaluza le otorga una puntuación de 5,72 puntos, por debajo de la media nacional (6,28). No solo es la calificación más baja de entre todas las comunidades autónomas, sino que además ha descendido respecto al año anterior. Mientras Andalucía durante años fue un referente de sanidad pública, hoy es un sistema colapsado, recortado, desorganizado y privatizado. Un sistema abandonado a su suerte, y todo con la firma de Moreno Bonilla.

El deterioro es diario y sistemático. Cada jornada trae consigo un nuevo escándalo, una nueva muestra del hundimiento progresivo del sistema sanitario andaluz. Esta misma semana, el personal del Hospital de San Carlos, en Cádiz, ha salido a la calle para protestar por el cierre del área quirúrgica durante los meses de verano. ¿Cómo se explica que, en una comunidad que lidera el ranking nacional en listas de espera, se cierren quirófanos en la época de mayor presión asistencial? ¿Acaso el único objetivo es desviar pacientes a la sanidad privada y favorecer el negocio de sus amigos?

El Hospital Regional de Málaga es otro ejemplo del despropósito. Allí, los profesionales y pacientes viven situaciones tan indignas como peligrosas. Una alumna de segundo curso de Enfermería —repito: una estudiante— quedó sola a cargo de toda una planta de Digestivo, con 29 pacientes bajo su responsabilidad. En cualquier otra comunidad, habrían rodado cabezas. Pero en la Andalucía de Moreno Bonilla, no solo no pasa nada, sino que hasta parece normal.

Las denuncias se acumulan sin cesar. El Sindicato de Enfermería SATSE ha alertado de que un paciente tuvo que permanecer durante cuatro horas dentro de un quirófano tras ser operado. ¿El motivo? No había camas disponibles ni en la UCI ni en la sala de recuperación. Así que ni el paciente podía ser trasladado, ni los profesionales acabar su jornada. Este mismo hospital, el Regional de Málaga, ha tenido que suspender o retrasar operaciones urgentes por falta de quirófanos. En resumen, en plena emergencia quirúrgica, la respuesta del sistema sanitario andaluz es cerrar las puertas.

Y la cosa no queda ahí. En el Hospital Virgen de las Nieves, en Granada, la UCI funciona con una sola enfermera para cada tres pacientes. La situación no solo compromete la recuperación de los ingresados, sino que pone en grave riesgo la salud física y mental de los profesionales, que trabajan al borde del colapso. ¿Dónde están los refuerzos? ¿Dónde está la inversión?

En materia de infraestructuras, la falta de sentido común alcanza niveles escandalosos. El nuevo Hospital de Día Oncohematológico del Hospital Clínico de Málaga lleva terminado desde hace tres meses, pero permanece cerrado. ¿La razón? No hay dinero para equiparlo. No hay sillones, ni ordenadores, ni personal. Solo hay un edificio vacío y reluciente, como un decorado de cartón piedra en una película de ficción. Mientras tanto, los pacientes oncológicos siguen hacinados en un pasillo que debía ser provisional y que se ha convertido en una solución permanente. El hospital no sabe cuándo abrirá, ni por qué sigue cerrado. Y el Gobierno andaluz, como siempre, guarda silencio.

¿Dónde han quedado las promesas de Moreno Bonilla que nunca cumplió? En campaña, prometió reforzar el consultorio de Rodalquilar, en Almería, que en 2018 solo abría dos horas al día. Siete años después, la situación ha empeorado: actualmente abre seis horas al mes. Lo que antes era una vergüenza se ha convertido directamente en una tomadura de pelo.

En Granada, han cerrado el centro de salud de Velutti, dejando a más de 7.000 usuarios colgados y repartidos improvisadamente por otros ambulatorios. En Cazorla, los vecinos siguen sin centro de salud urbano y deben recorrer dos kilómetros por una carretera sin arcén para ver al médico. No hay terreno, no hay proyecto, no hay voluntad política. Y, sobre todo, no hay respeto hacia estas personas.

Mientras la sanidad pública se desangra, Moreno Bonilla pisa el acelerador de la privatización.  En lo que va de legislatura, ha destinado 533 millones de euros más para la sanidad privada. Es decir, medio millar de millones que no han ido a reforzar hospitales, contratar profesionales, comprar equipos o reducir las listas de espera. Mientras el Servicio Andaluz de Salud (SAS) se hunde, las aseguradoras privadas baten récords de clientes: casi dos millones de andaluces ya han contratado un seguro médico privado. El mensaje es claro: si quieres ser atendió, paga. Y si no puedes, aguanta o enferma en silencio.

Cuando se le pregunta por estos problemas, Moreno Bonilla cambia de tema. Habla de libertad de elección, de eficiencia, de responsabilidad fiscal, pero los datos son tozudos. Andalucía lidera en España los rankings de demora para ver al médico de familia, para ser atendido por un especialista y para ser operado. En muchos casos, la espera se convierte en condena. Y para miles de personas, la única sanidad es pagar o resignarse.

Los andaluces están cansados. Hartos de mentiras, de promesas rotas, de hospitales sin medios, de profesionales con contratos basura de uno a tres meses, de quirófanos cerrados, de colas interminables en los centros de salud y de meses y meses esperando para que un especialista te ve o para acceder a una operación. Están indignados por ver cómo se derrumba una sanidad pública que fue orgullo de todos y que hoy es la peor valorada del país. Andalucía merece mucho más que un presidente que sale corriendo cuando la verdad le estalla en la cara.

Súmate a

Apoya nuestro trabajo. Navega sin publicidad. Entra a todos los contenidos.

hazte socio