Según un reciente informe elaborado por Greenpeace sobre el fenómeno de la moda basura o moda rápida y su impacto en el medio ambiente, los españoles generamos como residuo cada año el equivalente a siete kilos de ropa. Un total de 326.000 toneladas anuales que equivalen en peso al de 45.000 coches medianos.

En consecuencia, los datos sobre el aumento de los residuos textiles en el hogar están experimentando un crecimiento sin precedentes. Esta fracción de nuestras basuras, que apenas aparecía significada en los informes de hace tan solo un par de décadas, ha pasado a representar actualmente entre el 6 % y el 8% de nuestros residuos domésticos, situándose al mismo nivel que los envases.

Según el estudio “Una nueva economía textil: rediseñar el futuro de la moda” de la Fundación Ellen MacArthur para la Economía Circular actualmente el sector textil consume alrededor de cien millones de toneladas anuales de petróleo para confeccionar las más de 62 millones de toneladas de ropa que se fabrican cada año. Cifra que, de seguir las actuales tendencias de consumo, podría llegar a superar los cien millones de toneladas en los próximos diez años.

En la mayoría de los casos se trata de una ropa con un ciclo de vida cada vez más corto. Prendas de mala calidad, elaboradas con mezclas de fibras de plástico de la peor categoría y con un coste de producción muy bajo (a costa de los derechos laborales de los trabajadores) que permite al fabricante vender a bajo precio y al consumidor seguir la moda a un coste más económico que hace unos años.

Como resultado cada segundo va a parar a los vertederos de todo el mundo el equivalente a un camión de gran tonelaje lleno de ropa. Asimismo, los residuos procedentes del lavado, uso y abandono de estas piezas de ropa, englobadas en el concepto fast fashion, están vertiendo cada año más de medio millón de toneladas de microplásticos: el equivalente a 50.000 millones de botellas de plástico.

Respecto a su papel en la crisis climática que estamos atravesando, la huella de carbono (las emisiones de CO2 asociadas a su fabricación, distribución, consumo y gestión como residuo) estimada para el sector textil ronda ya el 10% de las emisiones totales de gases con efecto invernadero. Un porcentaje que podría aumentar hasta representar más de una cuarta parte antes de 2030.

Por todo ello hay que apelar al consumo responsable de ropa y promover tendencias que están experimentando un gran crecimiento en otros países del mundo, como la ropa usada. Una forma de cambiar de prendas mucho más sostenible, económica y ecológicamente hablando, y que permite escapar a la uniformidad que dictan las tendencias de mercado impuestas por las marcas.

Según un estudio sobre la evolución del sector textil en los últimos años presentado por el Banco Mundial, las principales marcas de fast fashion (entre las que figuran varias firmas españolas) no esperan al cambio de estación para renovar sus escaparates, sino que en la mayoría de los casos reponen sus tiendas con nuevos diseños cada semana.

De esa manera, si en el año 2000 se fabricaban 50.000 millones de prendas al año, hoy en día se confecciona el doble. Pero a un coste y una calidad muy inferiores, lo que promueve el consumo compulsivo de ropa y acelera su desecho.

El consumidor medio está comprando hoy en día un 60% más de ropa (en volumen de prendas, no en coste) que hace tan solo un par de décadas, generando como residuo una cantidad equivalente. Una tendencia insostenible que está colapsando la basura de moda rápida y se está convirtiendo en un grave problema medioambiental.