Afrontamos en estos días las malditas declaraciones trimestrales. En todas las sociedades hay un grupo, una casta, considerada inferior, y que goza de menos derechos que el resto. En la nuestra somos los autónomos. Ya sé que sobre el papel se supone que tenemos los mismos derechos, pero, lo cierto, es que no gozamos de prestaciones de desempleo, que tenemos que pagar unas cuotas trabajemos o no para poder trabajar y facturar, que no nos podemos dar de baja por enfermedad, etcétera, etcétera, etcétera. Todo este nutrido grupo, base de la pirámide laboral y productiva de nuestro país de trabajadores por cuenta propia, y del mundo, conformamos un núcleo de maltratados por las administraciones públicas, obligados a pagar para poder facturar, a declarar ingresos que se retrasan en hacerse efectivo meses y a veces años, en gran medida cuando depende de las propias administraciones públicas, y que, frente a Hacienda, no sólo no gozamos del principio de presunción inocencia, sino que se nos aplica por defecto y a priori, el principio de culpabilidad hasta que se demuestre lo contrario.

Ya desde el inicio de esta nueva campaña fiscal, desde el ministerio se nos advierte a los autónomos que tengamos cuidado con los gastos que incluimos en nuestras declaraciones, porque no se van a permitir tantos…Suena más a amenaza coercitiva que a recomendación administrativa y es que, para los deshumanizados inspectores, canes implacables del céntimo ajeno, los gastos en electricidad o materias primas de los panaderos, son sospechosos; los viajes para cubrir noticias de los periodistas, son sospechosos;  que los autónomos comamos fuera de casa, o en general, es sospechoso, en fin…que somos sospechosos habituales. Es decir, que los profesionales por cuenta propia que nos encargamos de pequeñas empresas de distribución, servicios, comunicación, periodistas, etcétera, estamos advertidos, de entrada, que vamos a ser criminalizados, todavía más, porque, como todos sabemos, los autónomos lo somos porque nos da pereza crear sociedades en paraísos fiscales, la alta infraestructura societaria para defraudar, o tener testaferros, o tarjetas black,  o amigas entrañables, o todas esas cosas que tiene los que de verdad defraudan sin pudor, y a los que no siempre pillan ni hacen devolver lo que se han llevado. Alguno conozco yo que incluso se ha archivado su caso por un defecto de forma, que ya es tener suerte…

Si además de autónomo, perteneces al sector cultural, eres doblemente paria. La fiscalidad de nuestro país machaca a los autónomos, a los que pertenecemos la mayoría de los creadores, en vez de proteger nuestra particular situación laboral, llena de momentos de carencia y precariedad. Llevo décadas oyendo hablar de la creación del “estatuto del artista, el autor/creador y el trabajador de la cultura”, sin que nadie, ni a derechas ni a izquierdas llegue a concretar nada, salvo pírricas victorias, como que Hacienda no les quitase las pensiones a los escritores por seguir cobrando derechos de autor de sus libros, que se supone son inalienables según la ley. Este es uno de los muchos disparates que venimos sufriendo los creadores, como otros que siguen sin solventar, como que los premios literarios, periodísticos, pictóricos, etcétera, no sean grabados tres veces: con los impuestos antes de cobrarlos, en la declaración trimestral y luego en la declaración de Hacienda. Para que se hagan una idea, premios como el Planeta, el Alfaguara, el Gil de Biedma, o incluso el Nobel cuando tenemos la fortuna de que la Academia sueca se fije en nosotros, lo gana siempre Hacienda, que es la que se lleva más de la mitad. ¿Qué clase de país civilizado es este que en vez de proteger a sus creadores los machaca, los persigue, los desprotege? Es verdad que hay otros países donde aún se les envenena, se les encierra y mueren súbitamente como en Rusia. Pero también hay otros como Alemania, Suecia, Noruega, donde se les protege con exenciones fiscales, subvenciones, incluso a la vivienda y gastos. Sé que algunos volverán a la cantinela de que la cultura que es subvencionada es servil y no es cierto si hay unos controles claros, y gente que lleva décadas usando la cultura para otros intereses espurios no fueran sus administradores. Hay fórmulas como en los países citados.

Creo en la socialdemocracia, en la sociedad del bienestar, que muchos llevan intentando desmantelar desde hace décadas. Creo que incluso perfiles tan liberales como la excanciller Ángela Merkel, comprendió que unos buenos servicios públicos eran garantes de la paz social que necesita cualquier sociedad para progresar y avanzar. La única forma de garantizar esos servicios son los impuestos, y comparto y asumo que debe ser solidario y alícuota entre la ciudadanía, pero ya está bien que a los autónomos se nos trate como a ciudadanos de segunda, y se nos criminalice institucionalmente. Esto no es una cuestión ideológica. Llevo más de veinticinco años como profesional autónomo y todos los partidos políticos, todos los gobiernos, han dicho que iban a solucionar los problemas de los autónomos para no hacer nada. Estamos hasta las trimestrales de que todo cambie para que siga igual, y de que cuando lleguen las elecciones, todos nos vayan a solucionar los problemas, con la misma milonga de los autónomos.