Llevábamos varios días pendientes de lo superfluo, instalados en la cultura del meme fugaz, del tuit caduco, del vídeo viral. El Partido Popular nos tuvo 48 horas con el virus de su himno latino carcomiendo nuestros cerebros. Y, mientras nos reíamos del bamboleo caderil de Jaime Moragas, no había espacio en nuestra propia memoria RAM para dar cabida a asuntos menos divertidos pero más importantes.

Luego vino el programa sueco de Podemos, que se ganó el apelativo por su estilismo de IKEA, más que por ese nuevo barniz de socialdemocracia en el que se ha ungido Pablo Iglesias. La idea era fantástica y aspiraba, según Carolina Bescansa, a convertirlo en el “programa electoral más leído de la democracia”.

Está por ver si será así o sólo servirá para ayudar a la financiación de Podemos a base de vender el folleto a 1,80 euros más 5 euros de gastos de envío, lo que siempre será mejor que cobrar mordidas del 3% y reformar la sede con dinero negro. Desde luego, qué bien lo pasemos viendo al ex JEMAD fregando platos o a Irene Lozano en pijama, pero no sé si el electorado habrá visto más allá del dedo que señala aspectos tan importantes como un recorte del gasto social de más del 30%.

Y, pese a todo este espectáculo de fuegos de artificios, este jueves se empezaba por primera vez a rascar más allá de la superficie, con el primer debate a cuatro donde cuatro candidatas (o tres, porque Inés Arrimadas no se presenta al Congreso, lo que da prueba de las carencias de Ciudadanos) hablaron a corazón abierto de sus programas y sus propuestas.

Las encuestas no se ponen de acuerdo sobre si el debate lo ganó Carolina Bescansa para Podemos o Arrimadas para Ciudadanos, pero en lo que sí parece haber unanimidad es en que lo perdió Margarita Robles, del PSOE a ratos. Porque, entre otras causas, a lo mejor a los votantes socialistas no les gustó la postura de Robles, que defendía con ahínco el pasado y el presente del partido, pero cuando tenía que dar la cara por los errores socialistas se desentendía alegando, ‘a mí no me mire, que yo no soy del PSOE’. Es el riesgo de llevar independientes en las listas.

Lo que no vale es la excusa de la edad ni de la oxidación tras años alejada de la política. Porque también fue un desastre la participación de Andrea Levy, que ya lleva un tiempo bregándose como vicesecretaria del PP y demostrando su juventud, cazadora vaquera mediante.

Lo que quizás debería replantearse el PSOE es su política de fichajes. Ya cometió errores en el mercado de invierno, con la incorporación de Irene Lozano como centrocampista. Y parece que las novedades del mercado de verano no terminan de cuajar. Más aún cuando las listas cada vez tienen menos caras conocidas, mientras que algunos de sus galácticos, como Eduardo Madina o el mismísimo presidente del Congreso, Patxi López, están a punto de quedarse sin escaño.

Y, entretanto, Podemos tiene un sinfín de rostros que son de sobra conocidos por todo el público. Mucho antes incluso de que posaran junto a mesas Lack  y estanterías Bestå.