Hace unos días convertí a mi madre, de 96 años, en toda una influencer. Como me dijo una buena amiga, de la mañana a la noche le creé un club de fans, y son legión quienes pertenecen a él.

Pero no fue mérito mío. Yo solo puse las teclas y la cuenta de Twitter. Suyo es el cerebro y el corazón. Y suyo también es el ejemplo en contraste con otros ejemplos nada ejemplares.

¿Qué fue lo que hizo mi madre? Pues, en una visita de las que todavía nos permitían hacerle, preguntó si no podría renunciar a la vacuna a favor de sus nietas. Un gesto que era mucho más que un gesto. Era una declaración de intenciones de toda una generación de mujeres que han sabido salir adelante a pesar de lo difícil que se lo ha puesto la vida.

Al mismo tiempo que mi madre decía esto, empezaron a desgranarse, como cuentas de un rosario, los casos de gente sin escrúpulos que, aprovechando una posición de poder, se saltaban el protocolo y la ética para vacunarse. Lo peor es que el rosario se convirtió enseguida en una sarta interminable.

Tal vez pensaron que no pasaba nada. O, peor aun, que nadie se enteraría. Pero, fuera una u otra cosa o una mezcla de ambas, su vacuna podría ser la de mi madre, o la de cualquiera de su generación, que viven con la espada de Damocles del contagio sobre sus cabezas. No hay derecho.

Por supuesto, le expliqué a mi madre que lo de renunciar no podía ser. Pero que, en cierto modo, era como si se vacunara para ellas porque a partir de ese día le podremos dar los abrazos y los besos que quedaron pendientes desde hace casi un año. Y, la verdad, no veo el momento en que eso pase. Y ella, por supuesto, tampoco.

Así que, si hay alguien más con la idea de hacer trampas para vacunarse antes de tiempo, le recomiendo que se lo piense un par de veces. Porque además de jugarse su cargo y la posibilidad de dormir sin remordimientos ni somníferos, se arriesga a enfrentarse al club de fans de mi madre. Que, como he dicho, son legión.

Que, como diría mi madre la influencer, con las cosas de comer no se juega, y con las de la salud, menos todavía. Y, como digo yo misma, poseída por mi Belén Estaban interior, yo por mi madre ma-to.

Luego que no digan que no hemos avisado.

 

SUSANA GISBERT

Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)