Los “días de”, las conmemoraciones, siguen siendo necesarias en cuanto visibilizan y recuerdan los problemas sobre temas concretos y sus necesario debate.  Este uno de diciembre ha sido, un año más el Día Mundial de la lucha contra el VIH/Sida.  Mucho se ha avanzado desde que en los ochenta y noventa, alentado por el miedo y los grupos de extrema derecha y ultrarreligiosos se le llamaba a esta enfermedad “el cáncer gay”, y se pretendía vender como una especie de maldición bíblica. El tiempo acabó demostrando que no era una cuestión de orientación sexual, aunque hubiera prácticas de riesgo en contagio más acentuadas y que, desde luego, los credos no hacían más que demostrar, una vez más, su falta de humanidad, de conocimiento científico y de respeto. Figuras muy destacadas ayudaron a visibilizar esta enfermedad, en especial la del cantante Freddie Mercury, vocalista del grupo Queen, que declaró públicamente que padecía esta infección vírica de la que moriría pocos días después. Hoy, afortunadamente, la medicina ha conseguido importantes avances en tratamientos, con los antiretrovirales, que la han convertido en una afección crónica y no mortal como entonces.  Se abren nuevas e importantes vías de investigación en una enfermedad que se suponía incurable, y que hoy sabemos, gracias al caso del llamado “Paciente Berlín”, que es posible curar, con una mezcla de quimioterapia y trasplante de médula, según se ha constatado en los enfermos que necesitaron por una afección añadida de leucemia, esta intervención. También que hay un grupo de población de  un 5% que resulta inmune a dicha infección por la inexistencia en su código genético y en sus células, de una proteína que necesita el virus para entrar e infectar las células humanas. Todo esto, aún en investigación, abre la puerta a la posibilidad de una cura, y nos es la única vía abierta.

Hoy, sin embargo, hay otras cuestiones que necesitan ser inmediatamente abordadas para hacer dignas, respetadas y constitucionalmente protegidas las vidas de los seropositivos. La discriminación laboral a la que han sido sometidos, no pudiendo desempeñar ninguna labor pública, ni como militares, ni como docentes, funcionarios públicos, ni siquiera administrativos, han llevado a muchos de estos enfermos a la exclusión laboral y social, a la marginación, e incluso al chantaje o la mentira en según que ámbitos laborales.

Esta semana se han puesto en marcha medidas al respecto. El Gobierno recoge así el desafío que supuso la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas aprobada en junio de 2016 en la que señala claramente que hacer frente a la discriminación y al estigma es un elemento fundamental en la respuesta a la infección.  Según ha anunciado la actual ministra de Sanidad,  María Luisa Carcedo, el Gobierno también asume el compromiso de generar marcos jurídicos, sociales y normativos con un objetivo doble: por un lado, se busca la eliminación del estigma y la discriminación. Y por otro lado, "esta resolución está dirigida a preservar y construir entornos que favorezcan la igualdad de trato y de oportunidades para las personas con VIH". Además, el Gobierno ha asumido el compromiso común y universal de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. "La plasmación de este compromiso", ha asegurado la ministra, "tiene un horizonte temporal: poner fin en 2030 a la epidemia de VIH y sida".

Por su parte, el ministro del Interior ha apuntado que la lucha contra los prejuicios y el estigma "es una cuestión de carácter transversal en la que todas las Administraciones e instituciones tenemos un papel que desarrollar". "Soy consciente de lo que nos corresponde para garantizar un ámbito social donde la igualdad de trato sea algo efectivo", ha añadido Fernando Grande-Marlaska. "Desde suscribir una hipoteca, un seguro o en el ámbito laboral donde el VIH sigue siendo discriminatorio". Un gran avance, sin duda, en el que no debe temblar la mano a la hora de regular y legislar algo que, incluso constitucionalmente, pertenece al ámbito de la intimidad, y no debiera incumbirle ni constarle, ni debiera servirle de arma de exclusión a ninguna entidad bancaria, aseguradora, empresa, o administración pública.  Conmemoremos pues con lazos rojos esta pequeña victoria y sigamos vigilantes de su cumplimiento. Sean días de lazos rojos que nos unan, para que, como escribió la poeta extremeña Dulce Chacón al perder a un querido amigo por esta enfermedad, no nos marquen las fronteras de los afectos y el miedo, con las aristas de las distancias: “Conozco el perfil/de la distancia/agazapada en rostros íntimos/el acto de ocultarse”. Que nadie tenga que ocultar su dolor ni sus dolencias, pero que tampoco sean obligados al estigma o mostrar algo que corresponda a sus biografías e intimidad, y mucho menos sirva para ser maltratados, marginados y expuestos. El grado de civilización también se mide por el grado de respeto y empatía por los otros. Seamos de veras civilizados.