Leía hace unos días una columna de opinión del periodista Juan Tortosa y caí en la cuenta de una obviedad que nos cuesta percibir con claridad en estos tiempos de extrañas negociaciones políticas que corren, y es que suele pasar que lo más obvio es lo más difícil de captar: las izquierdas son izquierdas, las derechas son derechas y las extremas derechas cavernícolas y peligrosas lo son se mire por donde se mire. Aludía Tortosa a la pregunta de una periodista alemana a la ministra portavoz de gobierno, Isabel Celáa, en su comparecencia tras la reunión del Consejo de Ministros del pasado viernes. Stefanie Müller expuso directamente la siguiente cuestión: “...como es un gobierno que se autoproclama como progresista ¿por qué no puede ser el primer Gobierno que sea de coalición? En Alemania es bastante normal. Se hace un contrato y se sigue ese contrato”.

Más claro, el agua. Y es que, como en la técnica sectaria “confusión mental”, por la que se conduce a la víctima o al adepto a un embrollo en las ideas para que sea incapaz de entender con claridad la realidad, parece que se nos introduce en un laberinto de supuestos que nos alejan de lo que es simplemente obvio. Y en este caso tuvo que venir una periodista alemana para poner el cascabel al gato de la obviedad. Y la obviedad es que, como afirma Tortosa en su reflexión, “los números dan. La izquierda puede gobernar”.

Nos encontramos, sin embargo, con excusas, miramientos, remilgos y angustiosos mareos de perdiz en unas negociaciones soporíferas que parecen no tener fin. PP, Vox y Ciudadanos parecen dedicarse a un juego de tronos en el que se creen imprescindibles a pesar de que la mayor parte de los españoles hemos dejado claro que queremos un gobierno progresista y que repudiamos de plano ese nacionalismo absurdo que la extrema derecha critica en los demás y ensalza cuando es propio. Tanto como rechazamos las ideas ultraconservadoras y filonazis que no sólo son reaccionarias e inmorales, sino muy peligrosas para el país. Recordemos que esas ideas fueron las que presidieron una dictadura sanguinaria de cuarenta años en España.

Consecuencia de esas ideas de la España más negra y reaccionaria es, quizás, la mala prensa de una formación política, Podemos, que la derecha se encarga muy bien de desprestigiar y descalificar a través de sus tribunas mediáticas como “izquierda radical”; del mismo modo que hace cuarenta años calificaban a los demócratas como “las hordas rojas”. Muy al contrario, se trata de un partido cuyos postulados ideológicos no son otra cosa que socialdemócratas y aliados de la defensa de los derechos civiles y los derechos humanos, por muy demonizados que estén por parte de los que demonizan todo lo que no se alíe a sus intereses. Porque bien es sabido que la defensa de los derechos humanos es, precisamente, lo que más temen y lo que más rechazan y demonizan, expresa o veladamente, los defensores del pensamiento único.

De tal manera, se hace difícil de entender que, tras seis entrevistas desde las elecciones, Sánchez e Iglesias no hayan llegado a un acuerdo para evitar una investidura fallida. Y se hace difícil de entender que el PSOE busque apoyos en la izquierda y en la derecha cuando la voluntad ciudadana ha expresado claramente en las urnas que quiere un gobierno progresista. Buscar apoyos en formaciones políticas de ideología neoliberal en lo económico y ultraconservadora en lo social, que dan la espalda al progreso y a los derechos ciudadanos, no parece ser una buena táctica para formar un gobierno que trabaje por el bien de los españoles.

Por todo ello, como el mismo Sánchez afirmó recientemente, “PSOE y Podemos están condenados a entenderse”; y no creo que sea ninguna insensatez, sino todo lo contrario. Es lo lógico e insisto que es muy desesperanzador que dos formaciones de supuestos idearios progresistas no consigan entenderse. Un gobierno de coalición o de cooperación, seguramente no es lo que más importe. Lo que más importa es que los españoles tengamos un gobierno que vele por el progreso económico, social y moral del país. Y digo moral porque tras varias décadas de neofascismo es evidente la profunda degradación moral que vivimos y que se refleja en todos los ámbitos de la realidad que vivimos los españoles.

Es mil veces preferible un gobierno de coalición entre dos partidos supuestamente de izquierdas que cualquier pacto con partidos de tintes ultraconservadores, con todo lo que ello supone de retroceso y de saqueo de cualquier cosa que suponga avance, progreso y respeto a los derechos humanos. Y no me refiero sólo a Vox. Porque, insisto, las derechas son derechas y las izquierdas son izquierdas.

Coral Bravo es Doctora en Filología