El Rey ha reconocido en su mensaje navideño que le preocupa la imagen de la institución que encarna pero debe ser consciente de que los trapos sucios de la Familia no pueden lavarse en casa.

La Familia Real no debiera esconderse en la opacidad y no debiera poder hacerlo. Hasta ahora se lo ha permitido, entre otras razones por la complicidad de la Prensa, por su tácita conspiración de silencio.

Es cierto que en el caso Urdangarin, aunque sea con tardanza impropia de la labor informativa, está proporcionando información al día pero solo lo ha hecho cuando el comportamiento del yerno del Rey ha salido en el sumario del caso Palma Arena.

Pero resulta interesante resaltar las unanimidades de la prensa de papel respecto a la exaltación, a veces genuflexa de la prensa escrita respecto al discurso del Rey, en significativo contraste con el periodismo digital y de forma especialmente aguda de  ELPLURAL.COM.

Es igualmente significativa, aunque más explicable, la actitud de los grandes partidos políticos de cerrar filas con el monarca sin permitirse el menor atisbo de sugerencia crítica, con el mayor respeto a la institución.

Sin embargo es el momento de las reformas, una de esas ocasiones en lo que lo más prudente es, como decía, avanzar diligentemente. Pero no parece ser esa la actitud de la Casa.

Espero que no se entienda como inmodestia referirme a la actitud de la revista “El Siglo” que viene denunciando la actitud de Iñaki Urdangarin desde hace una década. Y yo mismo, perdonen el automarketing había hablado en mis libros de sus negocietes que rozan, ahora se verá si hacia un lado u otro, la línea del tráfico de los yernos reales.
En “El Siglo” trabajamos con rigor y entusiasmo pero no somos más listos que nadie y tenemos menos medios que muchos.

Que sus informaciones se conviertan en exclusivas tiene algo que ver con la renuncia de los demás, con honrosas excepciones, a romper el tabú sobre la monarquía que no beneficia a la institución.

Es este el asunto más polémico de cuantos han salpicado a las monarquías europeas y el mas grave de cuantos han comprometido el reinado de Don Juan Carlos, que por otro lado, en el aspecto de sus funciones constitucionales ha sido impecable. El Rey, pues no puede hacerse de nuevas.

El asunto Urdangarín ha servido para que la Casa Real nos proporcione sus cuentas de ingresos y gastos. Se suponía que lo iba a hacer cuando nombró, a un interventor al que se le atribuía el encargo de auditorias para ordenar las caóticas finanzas de la Casa.

Sin embargo cuatro años después nada se ha sabido de su labor ni de los propósitos de avanzar en el camino de la normalización de los presupuestos de la Jefatura del Estado.

Ahora se nos anuncia que tendremos las cuentas del Rey al tiempo que se curan en salud afirmando que no van a entrar en detalles.

Habrá que estar atentos a lo que la Casa entiende por detalles pues ya se sabe que son en los detalles donde se esconde el diablo.

José García Abad es periodista y analista político