A partir de ese hecho, muchísimos ciudadanos se hicieron -más que monárquicos- juancarlistas. Hoy, millones de españoles querían escuchar palabras claras, diáfanas y bien medidas respecto a Urgandarin, que se ha enriquecido alardeando por doquier de ser el yerno del Rey. Querían esos millones de españoles, como es natural, que el Rey apostara -por encima de cualquier otra consideración- a favor de la transparencia máxima respecto al comportamiento “poco ejemplar” del duque de Palma, marido de la Infanta Cristina.

De puntillas
El Rey ha pasado de puntillas, sin apenas luz y demasiado oscurantismo retórico, por encima de las aventuras de corrupción que al parecer, y según numerosos indicios, protagonizó Urgandarin. La Corona, desde que estalló el escándalo, ha ido llegando siempre con retraso a la hora de tomar iniciativas contundentes. El monarca se ha quedado esta noche corto –muy corto- a la hora de referirse a su yerno. Tenemos la sensación de que, en lugar de enviar un mensaje a la ciudadanía comprometiéndose a no tirar balones fuera, el Rey ha preferido refugiarse en una cortina de humo ante un previsible delito.

Una comparecencia que ha defraudado
“No es eso, no eso”, sostenían algunos intelectuales descontentos con determinados virajes de inestabilidad y de enfrentamientos excesivos que había tomado, con razón o sin ella, la II República. “No es eso, no es eso, Majestad, lo que esperaba de usted, esta noche, la opinión pública española. Decir a estas alturas del affaire que la “Justicia es igual para todos” no sólo es un tópico, sino, según como se mire, una afrenta a cuantos lo pasan muy mal en la vida y terminan en la cárcel por delitos de menor cuantía. O los inmigrantes que viajan en pateras buscando el paraíso en España y mueren en el empeño. La comparecencia de Juan Carlos I –arropado por un publirreportaje de los Reyes y del Príncipe efectuado por TVE- ha defraudado.

Cada palo que aguante su vela
Con tantos desempleados como hay en nuestro país–a los cuales el Rey ha aludido acertadamente por ser víctimas de la crisis-, Urgandarin debería haber devuelto ya el dinero obtenido a través de tejemanejes más que sospechosos. No ha dicho apenas nada sobre sus hazañas pero sí acusó a los periodistas por ejercer nuestro oficio de informadores. Ésta es nuestra obligación. El duque no es un ciudadano privado. No ha actuado en solitario. Todo lo contrario. Se ha escudado en la Corona. Y todo esto es muy grave, Majestad. Que cada palo aguante su vela.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM