Parece mentira que a estas alturas de la película, en la segunda década del siglo XXI, estemos todavía dando vueltas a un tema tan casposo y atávico como el del dictador Francisco Franco, y la devoción de la Iglesia católica española hacia su persona.  Una vez más, los obispos se decantan por reverenciar la figura de quien dio un golpe de Estado contra el gobierno electo y provocó la muerte de millares de personas –se contabilizan más de 114.000 aún desaparecidas en fosas comunes y cunetas-. En esta ocasión, con motivo de su exhumación del Valle de los Caídos donde la Comunidad benedictina le honraba convenientemente y el anuncio de que, siguiendo los deseos de su familia, la Conferencia Episcopal ve bien acogerle en el panteón que los Franco poseen en la cripta de la Catedral de la Almudena.

Es decir, de nuevo los restos del dictador se pueden depositar al abrigo de un templo y, en esta ocasión, con la ventaja de encontrarse en el corazón de Madrid, a tiro de piedra para las visitas de ultraderechistas activos y recorridos turísticos, que contarán con el dudoso aliciente de pasear junto a la tumba de un genocida.

A tiro de piedra para las visitas de ultraderechistas activos y recorridos turísticos, que contarán con el dudoso aliciente de pasear junto a la tumba de un genocida

Redes cristianas, la plataforma que reúne a diversos colectivos católicos progresistas, de carácter abierto y plural, como se autodefinen, ha hecho público un comunicado rechazando tal posibilidad. Se oponen, dicen “no solo por violar las propias leyes vaticanas, interpretando torticeramente el Derecho Canónico, sino por el grave valor simbólico de enterrar a quien causó tanto dolor y violó los derechos humanos más elementales, en connivencia con gran parte de una Iglesia y un régimen nacionalcatólico”. Critican en particular las palabras del Arzobispo de Madrid, Cardenal Osoro, quien ha dicho que “la Iglesia acoge a todas las personas”.  Explican desde Redes Cristianas: “un dictador como Franco no es un bautizado más, y la inhumación de sus restos en un templo católico generaría más división y escándalo  que en el mismo lugar del que ahora se aprueba su exhumación”.

A estos católicos progresistas no les gusta “una Iglesia en connivencia con una ideología neoconservadora y una ultraderecha antisocial que está muy lejos del evangelio y de la orientación más progresista del Papa Francisco”. Yo añadiría algo más y es que frente a los terribles obstáculos que las familias de las víctimas sufren para localizar y honrar a los suyos, tal solución supondría una burla cruel y una atroz injusticia.