La banca es un invento imprescindible para que el crecimiento económico de la humanidad sea lo más rápido posible. Pero (como cualquier negocio) tiene ciertos riesgos bien conocidos y otros impredecibles.

La banca se basa fundamentalmente en un riesgo: acepta depósitos de dinero y -sobre esa base- presta dinero a otros. La clave es que presta mucho más de lo que le depositan. El mundo puede crecer mucho más rápido pero el riesgo existe por definición. Hasta aquí, lo saben todos los Bancos Centrales del mundo y llevan años perfeccionando los sistemas de control de este riesgo aceptado.

Un día, hace pocos años, allá por el año 2000, la banca empezó a hacer “paquetes” con sus deudas y a venderlas a inversores sin especificar la “calidad” de esas deudas. La banca descubrió que podía “vender” sus deudas más peligrosas a otras gentes y sacarlas de los balances bancarios. Estaban en marcha los “derivados” y demás parientes. Genial. Pero riesgo sobre riesgo.

Como casi siempre, los Bancos Centrales, fueron por detrás de los agentes bancarios y sólo se dieron cuenta de que el sistema podía pasar ciertos límites de seguridad cuando ya era tarde.

Sin matizar mucho, creo que fueron los bancos de Islandia los primeros que se encontraron con un desastre por asumir riesgos imposibles de asumir. La noticia de que eso podía pasarle a un país central se produjo en los EEUU: el banco Lehman Brothers anunció sus cifras imposibles.

Estamos en 2007 y la crisis ya tiene ojos y cara. (Aquí está la fecha que hace brillante o no a los gobernantes que se dieron cuenta de lo que se venía encima o no se enteraron).

EEUU decide que la economía de mercado es la economía de mercado y que si Lehman tiene problemas es su problema y que si quiebra es su problema. Enorme error: Lehman era el síntoma de una crisis no un problema aislado. Detrás de este banco empezaron a fallar muchos otros. Pero ahora cada uno por sus razones.

Hubo bancos (fundamentalmente americanos) que tenían problemas por sus productos “derivados”. En España (por ejemplo) descubrimos que los bancos estaban “desnudos” por culpa de sus préstamos imposibles al sector inmobiliario.

Todo el sistema financiero del mundo desarrollado estaba en serio riesgo de fallar. ¿Solución? Hubo varios modelos, pero fundamentalmente fueron tres: 1º dejar que el banco que tenía que quebrar, quebrase; 2º aportarle recursos públicos como préstamo para que pudieran subsistir y, 3º aportarle recursos públicos como capital hasta que salieran del bache y se vendieran o no salieran del bache y cerrasen.

El mundo anglosajón apostó fundamentalmente por el modelo 3. España apostó básicamente por el modelo 2.

España, creo, que se ha equivocado: todavía nos estamos equivocando y tardaremos más que otros en “sanear” nuestro dañado sistema financiero. Mala cosa para salir pronto de esta crisis.

Solamente la dificultad de los ciudadanos para entender cómo funciona eso de la banca y el crédito, explica que nadie salga a la calle a exigir que no se de un sólo euro a un banco sin entrar en su capital, sin limitar salarios de directivos y sin exigir que no se reparta dividendo.

No es nada nuevo, pero el socialismo español también anda lleno de dudas en esto de las finanzas. No tiene dirigentes que sepan cómo funciona el sector y tienen miedo a meter la pata. Pero estamos cometiendo error tras error.

A un banco español (si no está quebrado, que alguno hay) conviene ayudarle con dinero público con participación en su capital, entrar en su consejo de administración, controlar sueldos de directivos, suspender el dividendo y ayudar a que salga a flote para vender sus acciones en el mercado. Y exigir al Banco de España un mejor control desde ahora mismo del sector de bancos y Cajas.

¿No se puede abrir un debate entre los socialistas sobre este tema de la banca sin hacer demagogia, ni rendirse por ignorancia temerosa?

Luis Solana es militante socialista y promotor de Nuevas Tecnologías
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