El pasado jueves, junto a la momia de Franco, se desenterraron los insectos necrófagos que siguen viviendo, cuarenta y cuatro años después, de los restos de su cadáver. Era un hombrecillo menudo, su mote en la Academia de Oficiales era el "cerillita", pero la podredumbre que generó a su alrededor fue de dimensiones tan exorbitantes, que sigue abonando las raíces de su familia y de una parte significativa de la sociedad española.

Como ocurre con frecuencia, una visión exterior ayuda a ver con la necesaria perspectiva la situación en la que estamos inmersos. La corresponsal de France-Presse en Madrid recordaba en su crónica un hecho  imprescindible para entender nuestra reciente historia y el rechazo que ha provocado la exhumación en no pocos españoles: "El PP es heredero del franquismo". Así de claro y preciso, por si a alguien se le había olvidado este detalle.

El PP es, esto no lo dijo la periodista francesa pero lo añado yo, la incubadora de los dirigentes del tripartito de la derecha española. Abascal ha sido desde su nacimiento un mantenido del PP que, como ocurre con los adolescentes mal criados, no encuentra suficiente con lo que le dan los papás y pretende apropiarse del negocio familiar al completo. Algo parecido ha sucedido con Rivera, que veía su progresión en las juventudes populares como un camino demasiado largo y de incierto final y decidió buscarse la vida en otra familia, con la idea de transformarla a su facha y semejanza. Larvas, al fin y al cabo, de los gusanos originales.

Sin duda, la fecha escogida por Pedro Sánchez para realizar la exhumación del dictador es oportunista. Pero hasta el 10 de noviembre no sabremos quién se aprovechará de esa oportunidad. Porque visto lo visto estos días, a uno se le ocurre que el 24 de octubre se desenterró a Franco y a buena parte de sus seguidores, pero de lo que tenemos certeza notarial es que lo único que se volvió a enterrar fue el cuerpecito embalsamado del genocida.