Desde hace algunos días, los medios de comunicación se hacían eco de una propuesta que partía desde Andalucía referente al modelo territorial español, y sobre todo porque de manera concreta realizaba una propuesta de Estado federal. Nacía en el seno de una institución vinculada al Partido Socialista, la Fundación Alfonso Perales, y de la mano de un grupo de profesores universitarios que desde su disciplina académica se han ocupado de la cuestión, tanto desde una perspectiva teórica como desde la del Derecho comparado o desde el análisis de la realidad constitucional española.

El pasado jueves se hizo público en Carmona el documento elaborado por los citados profesores. Escribo sin conocer el contenido de lo propuesto, pero a la vista de lo que he podido escuchar y leer en los medios de comunicación, deduzco que se trata de una invitación al debate, de una reflexión abierta al enriquecimiento de otras ideas, en definitiva, se podría decir que responde a los parámetros de lo que ha de ser cualquier proposición de carácter intelectual, que por principio no ha de ser dogmática ni cerrada. En este sentido, entiendo que se da un paso decidido y valiente desde Andalucía, que, una vez más, como hizo en 1812, o en 1868 o en 1980 con el referéndum del 28 de febrero, pretende marcar el camino a seguir en esta coyuntura crítica pero no por ello menos interesante.

Como siempre ocurre cuando se realizan apuestas teóricas, generadoras de reflexión y debate, hay quien dice que el país no está para estos asuntos, que la crisis y el paro son problemas suficientemente graves, que deben ser abordados de manera prioritaria y que las teorías deben dejarse para otro momento. No obstante, se olvida que hablar acerca del futuro de España en su organización territorial no significa alejarse de la realidad, sino todo lo contrario, se trata de utilizar esos mecanismos para corregir deficiencias, desigualdades y desequilibrios. Baste recordar, desde una perspectiva histórica, que ha sido en momentos de crisis económica cuando nuestro país ha hecho las aportaciones más relevantes desde el punto de vista del modelo político, me refiero al proyecto federal de 1873, justo cuando se atravesaba una coyuntura de depresión económica en Europa; al proyecto constitucional y democrático de 1931, justo cuando llegaban los efectos de la crisis de 1929 y el mundo entraba en la llamada gran depresión de los años 30, y por supuesto la gran apuesta por el modelo democrático y constitucional de 1978, cuando salíamos de una dictadura pero lastrados por los problemas derivados de la crisis económica del petróleo en los años 70. Si en cualquiera de aquellas coyunturas, quienes se preocuparon por aportar reflexión y novedad hubieran dicho que lo primero era la crisis, nuestro país no tendría la misma historia y nos hubiéramos quedado sin lo positivo de cada una de esas experiencias.

Por otra parte, no hay nada más sano que escuchar, leer, responder a las propuestas intelectuales que un grupo hace y que además pide que se le hagan sugerencias y aportaciones. Ha llegado el momento de superar de manera definitiva aquello que corría en los tiempos de Fernando VII de situar “lejos de nosotros la funesta manía de pensar”. No obstante, parece que en el Partido Popular aún no han salido de aquella corriente integrista del absolutismo, pues hace unos días una de sus dirigentes en Andalucía declaró que Griñán, a pesar de todos los problemas tan graves que teníamos, lo único que se le ocurría era ir a Carmona para reunirse con un grupo de profesores a filosofar. Yo le recomendaría que, cuando menos, leyera las voces correspondientes a “Filosofía” y “Filósofos” del Diccionario de Ferrater Mora, porque al escuchar sus palabras el eco resuena igual que cuando quienes en el siglo XVIII defendían las luces frente al oscurantismo eran tratados despectivamente como “philosophes”. Y sin embargo todavía hoy le estamos agradecidos a cuantos entonces se dedicaron a filosofar.

 

* José Luis Casas Sánchez, historiador y Catedrático de Instituto