Todo el mundo ha oído alguna vez referirse a la prostitución como “el oficio más antiguo del mundo”. Se utiliza como un modo amable para obviar una realidad terrible. Aunque dicho eufemismo entraña una trampa. La prostitución no es un oficio, ni nunca lo ha sido. No es otra cosa que un modo de explotación de las personas, generalmente mujeres. Probablemente, el más antiguo del mundo, y también el más duradero. Porque la sociedad ha evolucionado hasta abolir cualquier tipo de esclavitud, menos esta, la esclavitud sexual. Y hora es de que lo abordemos.

Esta misma semana el Parlamento Europeo emitía un informe denominado 'Regulación de la prostitución en la Unión: repercusiones transfronterizas y consecuencias en la igualdad de género y los derechos de las mujeres'. Bajo tan rimbombante título, la Eurocámara deja su posición clara. Condena sin paliativos la prostitución y pide medidas dirigidas a reducir la demanda, persiguiendo al demandante y protegiendo a quienes se encuentras en situación de prostitución.

Ahí está el quid de la cuestión. Por más que se estigmatice a quienes la ejercen, siempre obligadas de uno u otro modo, no hay que olvidar que sin clientes no habría prostitución. O, dicho en términos económicos, sin demanda no habría oferta.

 Por eso el Parlamento europeo se decide a dar un paso más, que algunos países ya dieron, e insta a poner el foco sobre los clientes y a sancionarlos, sin perjuicio de la responsabilidad que corresponda proxenetas y redes de trata, que tampoco se puede soslayar. Y, en mi opinión, ese es el camino. Y no solo por la vía legislativa, sino también por la social, quizás la más difícil.

Si el lenguaje nunca es inocente, en esta materia resulta especialmente llamativo. Los términos “puta”, “ramera” o “zorra” se siguen considerando el peor de los insultos dirigido a una mujer, sea quien sea y se dedique a lo que se dedique. Sin embargo, nadie emplea el término “putero” para insultar, cuando debería ser más ofensivo. Porque el putero es quien paga, y la prostituta quien necesita el dinero. Sería ya el momento de revisar nuestro modo de expresarnos para no caer en estos tópicos.

 Por otro lado, hay un dato que siempre me llama la atención. En muchos de los asuntos de corrupción, parte de los gastos de los corruptos aparecían en clubes de alterne y similares. Ahí es donde se cerraban pactos vergonzantes y se hacían negocios sucios. Mucho más que una mera anécdota.

Sin duda el posicionamiento del Europarlamento es importante. Pero debe ser el principio, no el fin. Aun queda un largo camino hasta la abolición.