“Soy de izquierdas. Creo en el estado de bienestar. No tengo seguro privado y nunca votaré a quien prometa bajar los impuestos a los más ricos. Si hay algo que nunca haré en mi vida será votar a la derecha”. Aunque ya era conocida, esta declaración del entrenador del Liverpool, el alemán Jürgen Klopp, se ha hecho viral en estos días, después de la increíble remontada de su equipo contra el Fútbol Club Barcelona. El entrenador, millonario, asume la responsabilidad de contribuir a la sociedad con mucho más de lo que puede hacerlo gente con menos recursos.

Es mayor la alegría por el éxito de una persona de la valía de Klopp, que la decepción por la derrota de mi Barça.

El fútbol es un fenómeno social que provoca gozo y tristeza a partes iguales. Y hasta algún estudio arriesga que, cuando un país gana un Mundial, al año siguiente el PIB sube un par de puntos, simplemente por el ánimo de la gente, más propensa a gastar y a consumir. No es casual que un club de fútbol como el Barcelona tenga como eslogan las palabras “més que un club”.

Negar al fútbol como parte de la vida sería necio, y de ahí la importancia de la aparición de personajes como Klopp. Cuando el mensaje político llega desde referentes futbolísticos, es recibido por un mayor número de personas, muchas de las cuales no están comprometidas políticamente. Estos futbolistas no son mayoría, normal en un ambiente de vino y rosas, pero la potencia de sus mensajes se multiplica de forma exponencial.

En España, en los últimos años, la figura más importante en este sentido es la de Vicente del Bosque, con quien la Selección Nacional ganó un Mundial y una Eurocopa. El salmantino es hijo de un ferroviario que pasó tres años en un campo de concentración franquista, por ser rojo y, aunque las ideas no se heredan, su vida está marcada por esta circunstancia. Del Bosque, como jugador del Real Madrid, apoyó causas de los trabajadores, y ya como entrenador no se cortó a la hora de defender la Ley de Memoria Histórica del presidente Zapatero o de atacar los recortes a la Ley de Dependencia de Rajoy.

Y ya que hablamos del equipo blanco, su actual entrenador, el francés Zinedine Zidane, de origen argelino, si bien es más discreto que del Bosque, tuvo enfrentamientos públicos con el ultraderechista Jean-Marie Le Pen y su hija Marine, motivados por el racismo y la xenofobia de estos políticos.

Más allá de sentidos de pertenencia colectivos, como el de la izquierda con el Rayo Vallecano o el Livorno, o la derecha, y hasta la ultraderecha, con la Lazio, hay historias que muestran la importancia del fútbol en nuestra sociedad. El General Domingo Batet, que se opuso al golpe de estado franquista de 1936, por lo que fue fusilado, tuvo un amargo enfrentamiento con su hijo a cuenta del fútbol. Batet era aficionado del Barcelona y su hijo, después de afiliarse a Falange Española y a grupos anticatalanistas, fundó una Peña del Real Club Deportivo Espanyol, llamada Peña Ibérica, solo para fastidiarle. En esos años, el franquismo asesinó de manera cobarde, en la carretera, a Josep Sunyol. ¿El motivo? Ser presidente del FC Barcelona.

Dentro de poco menos de un mes, se jugará la final de la Champions League, y no son pocos los que han hecho público su deseo de que la gane el Liverpool, solo por ver feliz a Jürgen Klopp, un hombre comprometido y de izquierdas.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com