Desde hace mucho tiempo, existe el lugar común de que a las mujeres no se nos pregunta la edad. O que, si se nos pregunta, hay bula para mentir y confesar menos edad de la real. No es quitarse años, aunque así se diga, porque los años están ahí y no hay quien nos los quite. Y, la verdad, maldita la falta que hace. Como dice otro lugar común que sí comparto, que nos quiten lo bailado.

Pero la sociedad no cambia, o no lo hace al menos tanto como debiera. Y el edadismo, que existe digan lo que digan, es especialmente cruel con las mujeres. Leía el otro día unas declaraciones de la actriz Aitana Sánchez Gijón que decía que, al cumplir los 35, no frenó sino que la frenaron. Y si eso le pasa a ella, que ha sido una actriz de éxito y que ha llegado, incluso a dirigir la Academia de cine, qué no ocurrirá con tantas y tantas mujeres anónimas.

Es algo que pasa en el cine y fuera de él, pero en profesiones donde la imagen tiene una gran proyección pública se nota especialmente. No hay más que ver las nominaciones y entregas de premios importantes, salvo honrosas excepciones. Pero es que incluso una de esas honrosas excepciones, la nominación de Demi Moore a sus 62 años, lo es por un papel en el que, precisamente, la trama parte de esa búsqueda de la juventud eterna que tanto vemos de uno u otro modo.

Aunque las cosas mejoren, todavía es difícil ver a una reportera o a una periodista que dé la cara en público que pase de cierta edad, cuando sus compañeros varones lucen sus canas y presumen de su veteranía sin ningún tipo de complejos.  Y otro tanto cabe decir de protagonistas de películas y series de televisión. Para los varones, la veteranía es un grado, como debe ser. Y como debería ser también para nosotras.

Me da pena y rabia tener que hablar de ese tema en una sociedad como la nuestra, donde hace año deberíamos haber superado esos tabúes. Pero hay que hacerlo, porque sigue pasando. Y seguirá pasando mientras no se le ponga solución. Y, claro está que para solucionar algo hay que hablar de ello, alto y claro. Porque de lo que no se habla no existe. Y esto también es un lugar común que creo a pies juntillas.

 

SUSANA GISBERT

Fiscal y escritora (@gisb_sus)