Fue impresionante presenciar el pasado viernes cinco el funeral de Estado de Charles Aznavour. La República francesa le rindió honores en el majestuoso patio del palacio parisino des Invalides, donde reciben honores los máximos representantes del país galo. Impresionaba ver el ataúd del cantautor armenio, envuelto en la bandera de la República, portado a hombros por miembros de la Guardia Republicana Francesa, seguido del Presidente francés, Emmanuel Macron, y su mujer. Impresionaba la presencia de ministros y de varios ex presidentes de la República, François Hollande y Sarkozy en el adiós oficial a un cantante que ni siquiera había nacido en Francia.

Fue también impresionante presenciar al primer ministro armenio y al Presidente francés mostrando sus respetos a Aznavour frente a su féretro, con los soldados franceses de la República en posición. Y fue impresionante escuchar los discursos de Armen Sarkisian y Macron recordando la importancia de un cantante que tímidamente fue expandiendo su música, su maravillosa sensibilidad y su poesía por todo el mundo. Y no era nada que nos tuviera que impresionar. Era y es lo lógico y lo esperable. Aunque los españoles nunca jamás lo hubiéramos podido esperar. Muy al contrario, en España Lorca, quien probablemente hubiera sido el más grande poeta del mundo, fue cruelmente fusilado; y Picasso, Machado, Alberti, Gómez de la Serna, Madariaga, Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Azorín, Gerardo Diego, Benavente y tantos otros y otras murieron o pasaron gran parte de su vida en el exilio. En España hubieran sido encarcelados o fusilados también.

Algunos argumentarán que eso ocurrió hace tiempo, aunque realmente no hace tanto. Si nos ceñimos a la época actual, el desprecio que han mostrado por el arte y la cultura los gobiernos del Partido Popular es colosal. Desde cerrar teatros y nombrar a los artistas, con sorna y desdén, como “titiriteros” a subir el IVA cultural al más alto, como artículo de lujo. ¿¿¿Y funerales de Estado??? Siempre con el clero por medio, y a un artista jamás ¿Cómo no comparar?

Lorca, Picasso, Machado, Alberti, Gómez de la Serna, Madariaga, Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Azorín, Gerardo Diego, Benavente y tantos otros y otras murieron o pasaron gran parte de su vida en el exilio

Como en todo, quedarse en la superficie confunde y no explica la realidad. Hay que ir un poco más allá para entender este desfase radical en cuanto a sensibilidad en dos países vecinos. Francia es la cuna, desde la Revolución Francesa, de las democracias modernas (las antiguas, Grecia y Roma, fueron extinguidas por el cristianismo); y Francia es también, a través de los teóricos de la Revolución, del Enciclopedismo y de la Ilustración, la cuna de los Derechos Humanos, de los Derechos Civiles, del racionalismo y de la consideración del hombre como un ente con derechos e independiente de las deidades y de las supersticiones de la religión. En otras palabras, sin los acontecimientos históricos de la Francia de los siglos XVII Y XVIII, seguiríamos probablemente en sociedades feudales y teocracias terribles donde serían impensables ningún derecho y ningún tipo de libertad.

En Francia existe una Ley, la llamada Ley de 1905 de Separación de Iglesias y Estado, a través de la cual, entre otras muchas cosas, ponen freno a la influencia de la religión en la política y a su injerencia en los asuntos de Estado, deniegan la financiación pública de las religiones y prohíben la religión en la escuela. En Francia no adoctrinan a los niños en la irracionalidad religiosa, como vergonzosamente ocurre aquí; es decir, Francia es oficialmente un país laico y ateo. Todo ello conlleva una serie de beneficios colaterales que son muy visibles en la sociedad francesa, porque son males que, directa o indirectamente, provienen de la religión.

 En Francia, por ejemplo, existe mucha más cultura democrática, menos maltrato de género y mucho menos machismo (están más libres del odio cristiano a lo femenino), suelen ser personas independientes (algunos lo llaman chauvinismo, y otros distanciamiento de la envidia, el comadreo y el intrusismo en las vidas ajenas típicos de las  sociedades adoctrinadas en la religión); son, en general, mucho más educados, cívicos y respetuosos con lo ajeno (libres de la tremenda carga de la intolerancia religiosa y el odio al diferente que promueve y propaga la religión); los hombres no están adiestrados en la ideología misógino-machista, y como consecuencia no rechazan las emociones, y aceptan, viven y experimentan los sentimientos, la sensibilidad y el universo de lo emocional, que no es femenino, sino humano y universal; las mujeres no han sido adiestradas en el sometimiento y en la inacción (la ideología cristiano-machista nos adoctrina en roles opuestos de lo masculino-insensibilidad y agresividad- y de lo femenino -estatismo y sumisión-). Y muy importante, en Francia se respeta infinitamente más la vida animal.

Sé que no es nada patriota el cuestionar lo propio y alabar lo ajeno. Intento ser objetiva y no cegarme con ese patriotismo rancio, cateto y de pelo en pecho que no me motiva en absoluto, y no por no ser española, que lo soy, sino por entender que ese patriotismo ciego no es amor a ninguna patria, sino intolerancia, ignorancia y sinrazón.

Sea como sea, me encantaría que en mi país se hubiera progresado y evolucionado lo suficiente como para que se hiciera un funeral laico de Estado a un hombre de la cultura o del arte. Y me encantaría que en mi país hubiera la suficiente sensibilidad como para que a nadie le sorprendiera nada que el Presidente del gobierno dijera en un funeral de Estado en homenaje a un artista, como dijo Macron en su homenaje a Charles Aznavour, “En este país los poetas nunca mueren”. Muy desgraciadamente, estamos a años luz.