La RAE, Real Academia Española de la Lengua, define la palabra disparate con cuatro acepciones que paso a enumerar: Contrario y opuesto a la razón; que no tiene sentido. Extravagante, irregular. Chocante, contradictorio. Dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado. Y las cuatro acepciones pueden aplicarse a determinadas afirmaciones disparatadas de la actual presidenta de la Comunidad de Madrid; absurdos y despropósitos que suelen ser bastante frecuentes, y ante los que no se sabe ni qué pensar. A mí, personalmente, la falta de racionalidad me asusta, porque de la sinrazón y del fanatismo a la barbarie sólo hay un paso, como dijo Diderot.

Quizás  no sea nada fortuito, sino muy bien planificado. Parece increíble, pero así funciona la mente humana: muy especialmente las mentes desinformadas tienden a creer a pies juntillas en lo que el considerado como líder expone, sea lo que sea, y cuanto más absurdo sea lo expuesto más y mejor se acepta por personas ignorantes, acríticas y previamente fanatizadas, a sabiendas de que cuanto más disparatado sea lo expresado, menos será cuestionado.  Porque el éxito de toda manipulación depende de la ignorancia y/o la desinformación del manipulado. Se trata, en realidad, de una de las técnicas de tipo cognitivo que se utilizan  en todo proceso de persuasión coercitiva (lavado de cerebro); procesos que persiguen cambiar o controlar las creencias de una persona o de un pequeño grupo humano (micro fascismo) o de un gran grupo humano, como todo un país (totalitarismo, dictadura o macro fascismo).

Un ejemplo elocuente sería, por ejemplo, el disparate que divulgaba Hitler en el nazismo sobre la justificación de exterminar a judíos y minorías étnicas. Otro gran y terrible disparate fue aquella creencia que divulgaban los psiquiatras del franquismo sobre el “gen rojo”, el dislate de que ser demócrata o progresista es una enfermedad causada por un gen defectuoso, lo mismo que a día de hoy determinados sectores antediluvianos siguen pensando sobre la homosexualidad. Que son verdaderos disparates que contradicen cualquier visión del mundo basada en la verdad, en la ciencia, en la moral y en el sentido común no lo duda nadie con un mínimo de decencia y de neuronas en buen estado; sin embargo, millones de personas creyeron como ciertas esas barbaridades que justificaron episodios espantosos en la historia humana, como el horror del nazismo alemán o la terrible dictadura franquista.

Recuerdo muy bien una frase de la ex presidenta de  la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que salió en prensa en junio de 2010 como titular, cuando fue captada por un micrófono abierto en una conversación privada con el entonces presidente Rajoy: “Esta mañana yo ya he dicho algunas barbaridades”, sin saber que sus palabras estaban siendo grabadas. Era evidente que hablaba de una consigna establecida, un acuerdo consensuado que seguía el Partido Popular de la época, “decir barbaridades a diario” o algo parecido, que cumplían, por cierto, de manera magistral.

Si hacemos un poco de memoria, o si acudimos a la hemeroteca, nos encontraremos con diversos y variados disparates que se emitían en esos años desde la derecha, tan evidentes y extravagantes que dejaban perplejos a todo aquél que tuviera dos dedos de frente. Desde el primo de Rajoy que negaba el cambio climático (ignoramos qué le parecerá ahora al primo de Rajoy llegar a 30 grados en pleno enero), a la ministra Fátima Báñez pidiendo a la virgen del Rocío que sacara a España de la crisis (aunque la virgen no le hizo ni el menor caso).

Pues parece que esa consigna de decir disparates y barbaridades  sigue siendo, sin ningún rubor, una herramienta apreciada y valorada por la derecha española, especialmente, como digo, en el PP de la Comunidad de Madrid en boca de su presidenta. El último ejemplo que ha llenado de titulares los medios de comunicación (no es para menos) son unas palabras que ha soltado recientemente en un discurso al referirse a Cataluña: “No conozco un lugar donde la libertad ni la prosperidad se hayan abierto camino tras cerrarse una plaza de toros. Todo lo contrario, le ha seguido la sequía, el control político y el adoctrinamiento”. Le dijo la sartén al cazo. Alguna vez he mencionado en estos retazos una de las armas más inconfundibles de la maldad extrema (psicopatía o narcisismo perverso o extremo, en terminología técnica) que es atribuir al contrincante las culpas y las maldades propias; lo cual corrobora algo que vengo pensando desde hace tiempo y que exponen algunos expertos: el neoliberalismo, y, por extensión, el fascismo, es la psicopatía, la ausencia absoluta de conciencia, llevada a la política.

El trasfondo de todo, que desgraciadamente sí tiene mucho sentido, es que estas manifestaciones falaces, engañosas y, en el fondo, muy perversas, forman parte del arsenal de neopopulismos, de ideas engañosas que llevan años utilizando los neoliberales o neofascistas con el fin de manipular la conciencia de los ciudadanos desinformados; para manipularlos y fanatizarlos creando corrientes de opinión que les sean afines. Porque, como dijo la filósofa y escritora Ayn Rand, los hombres se pueden tratar entre sí de dos formas, con armas o con lógica. Aquellos que saben que no pueden ganar usando la razón y la lógica siempre acaban por recurrir a la violencia” Por eso dice Chomsky que en las escuelas de todo país democrático tendría que ser obligatorio algún curso de autodefensa intelectual.

Coral Bravo es Doctora en Filología