La situación sociopolítica del país anda especialmente caldeada, y lo urgente no puede hacernos perder de vista lo importante. Sólo unos días después de la encendida polémica entre la profesora y estudiosa Anna Caballé y el eximio director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, la cascada de reacciones no dejaban de sucederse. Si yo mismo entraba en dicha disputa desde esta columna, no era porque no tuviera mejores cosas que hacer que sacarle los colores a un sonrojante cargo que nunca debió serlo, no sólo por la condena en firme por injurias y calumnias graves que pesa sobre él, si no por una manera de hacer desde lo público, con los recursos de todos, en beneficio de su ego, sus intereses, y sus fobias personales. No es que yo haya decidido hacer causa ad hominem contra el señor Montero; es que conozco sus antecedentes, y no sólo los penales, y es hora ya de que las buenas gentes de la izquierda, entre las que me incluyo, terminen de descubrir la verdadera cara de un señor que, lejos de ser un comprometido intelectual progresista, no ha hecho nunca nada que no sea más que en su propio beneficio, y perjudicando a todo el que ha podido, incluidos los partidos políticos por donde ha trepado, y a los que dejó tirados cuando le vino bien, como en el caso de Izquierda Unida cuando no consiguió ni su acta por la Comunidad de Madrid. Entre las primeras reacciones a la polémica y ataques al feminismo del director del Instituto Cervantes en la persona de la profesora y estudiosa Anna Caballé, la del colectivo de profesores del Instituto que, desde su cuenta oficial publicaban el siguiente tweet: “Nosotras conocemos bien al “intocable” poeta de izquierdas que cree que no le va a pasar factura la verdad, que se empeña en ocultar. “Lo que yo no entiendo es cómo a gente así acaban de dándole un cargo” Anna Caballé se preguntaba, y nosotras también”.  El tweet desde la cuenta oficial de docentes del Cervantes no deja lugar a dudas del descontento generalizado de la mayoría del equipo docente que enseña español en el mundo a través de las sedes de los institutos Cervantes desperdigados por el mundo. El mensaje, en femenino, pues la mayoría son mujeres, pone de manifiesto el malestar y descontento que ha generado en los cinco años que está al frente de esta institución, este señor que se permite el lujo de atacar a las feministas de toda la vida como a Caballé, mientras sus actitudes con las mujeres profesoras de la Institución dejan bastante que desear según manifiestan abiertamente en este mensaje. Muchas de ellas se han puesto en contacto conmigo, facilitándome interesante y escandalosa información, que están dispuestas a hacer pública si este señor sigue ostentando el cargo de director de la prestigiosa institución. Me aseguran, y es transcripción de algunos de los correos electrónicos y wasaps, que “en los muchos años que algunas llevan trabajando como profesoras de español en el Cervantes, con directores de diverso signo político, jamás habían sufrido tantas presiones, injerencias, manipulaciones, como bajo la dirección del señor García Montero”. Aseguran que, “el grado de amiguismo, arbitrariedad, y arrinconamiento de quienes no le han bailado el agua ha sido tal, que, incluso algunos y algunas que fueron nombrados por su relación con el director, han acabado cediendo o marchándose por no poder soportar las presiones”. Tanto es así, que estas trabajadoras, con muchos años de experiencia, llaman al Instituto “el Cortijo Cervantes de García Montero”. Sobre otras cuestiones en los criterios de valoración del personal nombrado por Montero prefiero que sean ellas, si este señor es renovado en el cargo, las que cuenten…

En este sentido se ha manifestado también Amparo Zacarés Pamblanco, presidenta de la asociación feminista Clásicas y Modernas, una asociación que engloba a escritoras, catedráticas y docentes de la literatura y la historia desde la perspectiva de género que, en una carta dirigida a Anna Caballé, su fundadora, le dicen: desde Clásicas y Modernas queremos manifestarte nuestro apoyo al ejercicio de reflexión y profesionalidad que, una vez más, te caracteriza y que has aplicado al reseñar el libro de memorias de María Asunción Mateo, publicado recientemente. Cuenta con nuestra solidaridad y reconocimiento como escritora e investigadora del género biográfico que cultivas, desde hace décadas, con tanta erudición y excelencia literaria, demostrando que puede ser fuente de aprendizaje histórico y democrático. Aprovechamos, pues, la circunstancia para reiterar que, como mujeres y hombres del ámbito de la cultura, defenderemos siempre el debate respetuoso de ideas en el marco intelectual.” Debe ser que, todas estas feministas, profesoras, estudiosas y catedráticas son “malas feministas” o “de derechas”, según los criterios de Montero con toda aquella que no le de la razón o denuncia sus desmanes. Me sorprende, eso sí, el silencio de algunas destacadas feministas que salieron, justamente, yo también lo hice y por escrito, a denunciar el caso de malos tratos públicos en la persona de Rocío Carrasco, y hoy callan, o miran a otro lado, ante un evidente caso de denigración, mal trato público continuado, en la persona de la profesora y escritora María Asunción Mateo. El silencio es cómplice, lo escribió Luis Rosales, pero la historia está llena de esos silencios que en su momento sufrieron figuras como Francisca Sánchez del Pozo, Concepción Arenal, o la misma Clara Campoamor, incluso entre integrantes de sus propio y progresista partido. El tiempo y la historia también toma nota de esto.

Por esos mismos días, se publicó una carta que ha escrito al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la viuda del poeta Alberti, la escritora María Asunción Mateo, en la que se queja de “los agravios” que está sufriendo por parte de representantes del Ejecutivo y pone como ejemplos que no fue invitada a un homenaje a las víctimas de la Guerra Civil y a otro en el Instituto Cervantes donde fue depositado el legado del poeta y al que sí acudió su sobrina Teresa Sánchez (Alberti). “Como veo que no hay nadie que me pueda solucionar esa pregunta, por qué no se me invita a un acto en honor de mi marido, pues he escrito al presidente que es el que reparte cargos”, ha explicado Mateo. “Hace tiempo que viene sucediendo: yo suelo ir a actos en honor de mi marido, a inaugurar plazas y calles, pero cuando hay ciertas personas implicadas, no me invitan”, continúa. “Deben creer que me he muerto. Pero, aunque a todos nos llega, yo no me he muerto todavía”. Añade: “como su viuda y única legataria de su obra” al homenaje a las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo que se celebró el pasado 30 de octubre y al que asistió el propio Pedro Sánchez. Recuerda María Asunción Mateo que en dicho acto “se reconocía a una serie de personas represaliadas y exiliadas, entre ellas la del poeta Rafael Alberti, que junto a otros simboliza la Transición española y de quien usted ha alabado ‘su contribución a la democracia, la prosperidad y la Constitución de 1978, junto a la Pasionaria, ambos diputados de las Cortes Constituyentes”. Y muestra su sorpresa por no ser invitada y porque acudiera una sobrina de Alberti: “Ella no posee legitimidad legal ni moral sobre la memoria y el legado de mi marido. Alguien que él decidió apartar de su vida por haber vulnerado su plena confianza, como en cualquier momento puedo documentar”. Comprendo que presidencia de Gobierno ha estado muy ocupada en la investidura, pero debería responder, por cortesía, y por respeto a la figura que se suponía honraba en la figura de Rafael Alberti. No puede convertirse un justo acto de memoria, en un agravio de desmemoria. También debería explicar quien le recomendó que la señora Teresa Sánchez (Alberti) fuese quien recibiera el reconocimiento- no creo que sea prima también del presidente-, y no quien debía, su mujer y legataria. Resulta curioso que la elegida, en vez de la legítima heredera, sea la misma persona que eligió García Montero para depositar el legado, que no es suyo, en la caja del Cervantes. Puerilmente, García Montero argumenta que ”estos eventos se organizan con las personas que hacen la donación”. Qué curioso, ¿puedo yo entonces depositar mañana en la caja del Cervantes el legado de Almudena Grandes? Tengo muchos libros dedicados y alguna carta pues la conocí gracias a su amistad con García Berlanga, que me la presentó muy joven, y a quien tuve admiración como escritora e intelectual. No se me ocurriría, por supuesto, por dos razones fundamentales; la primera, el respeto a sus hijos y a su viudo, aunque este no respete a los demás; la segunda, el respeto a la ley de propiedad intelectual y derechos de autor internacional y de este país, que dice que los derechos de autor, una vez fallecido, pertenecen, durante setenta años, a sus herederos legales. Parece mentira que haya que explicarle esto a un presunto escritor, que además administra la imagen y presupuesto de una institución que debería respetar la lengua y la literatura española en el mundo, empezando por el respeto a la propiedad intelectual de sus figuras más insignes. Ya hay varios bufetes de abogados llamando a las puertas de los y las agraviadas, para poner a su disposición la artillería legal, incluyendo un bufete estadounidense especializado en estas cuestiones de derechos de autor, de los que serían responsables civiles subsidiarios de las posibles y probables indemnizaciones los titulares del Ministerio de Asuntos Exteriores, de quien depende el Instituto Cervantes, y su director. Todo un conflicto por una cuestión de soberbia, y de falta de humildad.   No es la primera vez que García Montero ha usado la institución del Cervantes para ajustar sus cuentas personales. Hizo exactamente lo mismo con Ángel González, pregúntenle a su viuda, la profesora Susana Rivera, que tiene nutrida documentación-alguna ya están en las redacciones de importantes diarios españoles- de los usos y costumbres de Montero con el gran poeta de la Generación del 50 y su legado. La última canallada y falta de respeto por los autores y la ley de propiedad intelectual la perpetró hace algo más de un mes, en la figura del nicaragüense Ernesto Cardenal. De nuevo, tratando de apuntarse el tanto, usó a amigos interpuestos, sin respetar que su heredera legal es la poeta LuzMarina Acosta, y que existe una Fundación Internacional Ernesto Cardenal con sede en España, con un patronato, que gestiona los derechos del nicaragüense por acuerdo con su heredera, y que no sólo no fueron invitados al acto del Instituto Cervantes, sino que, además, para su asombro y escándalo, se enteraron por la prensa. Entre los muchos momentos históricos que estamos viviendo, esta polémica literaria va a quedar enmarcada, sin lugar a duda, como una de las más importantes mascaradas, o desenmascaramientos, de nuestra contemporaneidad. Creo que el gobierno nos haría un favor a todos, y a sí mismo, pero sobre todo a los intelectuales realmente comprometidos con el progreso desde la cultura de nuestro país, prescindiendo, de una vez, de los servicios de este señor. Es un clamor, y lo va a seguir siendo, si se mantiene enquistado a tan chaquetero personaje.