Cuando entramos en la cocina para preparar los alimentos que vamos servir en la mesa y que nos van a servir de alimento debemos prestar especial atención a evitar los riesgos de contaminación. Unos riesgos que como vamos a ver a continuación son elevados y en algunos casos del todo imprevistos.

A este respecto resulta sorprendente que cada día prestemos más atención a nuestra dieta pero sigamos dedicando tan poca a los utensilios que empleamos en la cocina. La batería por ejemplo tiene una gran importancia, debido a que es el elemento que determina en buena medida la seguridad de los alimentos que vamos a ingerir. Y conviene saber que a este respecto algunos materiales son más recomendables que otros.

El barro, por ejemplo, es un material ideal ya que se calienta lentamente pero retiene la temperatura durante mucho más tiempo. El acero inoxidable es otro material noble ya ni se abolla ni desprende residuos que puedan contaminar el alimento.

El hierro esmaltado, aunque mucho más frágil, es otra alternativa sana y segura, lo mismo que el hierro colado: en ambos casos la comida no se pega si se cocina con un mínimo de precaución; sólo se debe tener la costumbre de secar los utensilios cuidadosamente una vez utilizados para evitar su posible oxidación.

Mucho más conflictivo es el uso de las sartenes que incorporan recubrimiento antiadherente: un material que, según han demostrado algunos estudios, a altas temperaturas (más de 170 grados) puede desprender gases tóxicos, y que al rallarse puede trasladar sustancias nocivas a los alimentos.

El aluminio, que se corroe progresivamente por el contacto con el calor, la sal y los ácidos, también es un material a manejar con precaución, así como el amianto, que pese a estar prohibido en muchos países europeos por su probada actividad cancerígena sigue presente en las viejas tostadoras de pan y algunos hornos antiguos.

El papel de aluminio y el plástico transparente son dos materiales que han adquirido una gran popularidad en la cocina, aunque es recomendable la adopción de algunas medidas de precaución ante su uso ya que no son totalmente inofensivos.

Algunos estudios han demostrado que los componentes químicos de los plásticos que utilizamos en la cocina para envolver la comida pueden migrar a los alimentos, especialmente cuando éstos son grasos, como el queso, los embutidos, algunos pescados como el atún o el salmón y toda la carne, y particularmente cuando se calientan en el microondas.

Si no se quiere suprimir completamente su uso, existen alternativas como la de colocar el alimento en el interior de un cuenco y estirar el plástico por la parte superior teniendo cuidado para impedir el contacto directo con la comida. Aunque lo más aconsejable a este respecto es conservar los alimentos en recipientes de vidrio, barro o cerámica: estamos hablando de gestos tan sencillos como guardarlos en un plato y cubrirlo con otro encima.

Por último, hay que recordar que no es aconsejable guardar en el mismo armario los alimentos envasados y los productos de limpieza de la cocina, aunque permanezcan perfectamente cerrados. Por la noche se recomienda dejar la ventana de la cocina entreabierta para que se ventile convenientemente. De esa manera evitaremos la condensación de malos olores y renovaremos el ambiente recargado por el uso de productos químicos.