El pasado miércoles, con la comparecencia de urgencia de Mariano Rajoy en el Congreso, en teoría para dar explicaciones de la Gürtel, pudimos escuchar a Aitor Esteban, del que me declaro fan. El portavoz del PNV aseguró ayer que, con esta maniobra, Podemos quería “poner a prueba al partido socialista” y a Pedro Sánchez, y cerró su afirmación así: “Pelea de gallos, pero si los gallos quieren subir al palenque, no será un polluelo quien lo impida a riesgo de que le carguen con la responsabilidad”.

Si hubiera terminado la frase hablando de “cargar el mochuelo”, la metáfora ornitológica hubiera sido de nota, pero nadie es perfecto. Lo que sí es perfecta es la apreciación de Rivero, porque desde la llegada de Pablo Iglesias al Congreso hemos vivido varios episodios en los que Podemos ha realizado movimientos que, en apariencia, buscaban acorralar al PP, pero en realidad intentaban retratar a los socialistas. Con u otro líder.

Cualquiera que el miércoles viera la sesión extraordinaria apreciaría, sin embargo, un giro de 180 grados en la estrategia de Mariano Rajoy, como bien ha explicado Adrián Lardiez en nuestro periódico. No nos referimos a que el presidente se haya caído del caballo de la mentira y nos iluminase con una sinceridad nunca vista hasta ahora, sino a que los duelos dialécticos los buscó con la portavoz parlamentaria del PSOE, en lugar de enfrentarse a Podemos.

Hasta ahora, habíamos visto duros careos entre Pablo Iglesias y Mariano Rajoy, hasta el punto de pensar se buscaban aposta. Desde luego, ambos sacaban beneficio polarizando el debate: el PP satisface a los seguidores de derechas que ven al coco anarcochavista en las filas moradas; Podemos se gana empaque y proyección si se presenta como el único partido que ofrece y hace oposición.

Sin embargo, Rajoy puso este miércoles en práctica eso de que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio y pasó hasta la saciedad de las seis preguntas de Pablo Iglesias. Incluso llegó a reaccionar con displicencia cuando los periodistas le reclamaron una respuesta.

A tal punto llegó su enconamiento con Margarita Robles que llegó a comparar su propia comparecencia como testigo ante el tribunal Gürtel con la que realizó la hoy portavoz socialista en el caso Lasa y Zabala. Pero Robles compareció en ese juicio cuando ya no era secretaria de Estado. Con su declaración no manchó ninguna institución, pero tampoco lo hubiera hecho si siguiese en el cargo, porque su declaración sirvió para condenar a los culpables. Ella inició la investigación, Rajoy le mandaba mensajes de ánimo a uno de los principales acusados. Ya hemos dicho que en lo de mentir, no ha cambiado.

El cambio sólo está en el foco de su virulencia. Ataca al PSOE, quizás porque le vuelve a considerar el principal rival a batir. A lo mejor algo ha tenido que ver el último barómetro del CIS que ha reflejado una importante subida de intención de voto de los socialistas, ahora a cuatro puntos del PP, y con Pedro Sánchez como líder mejor valorado. A pesar de que Sánchez sigue siendo un ente abstracto, obligado a pedir la dimisión del presidente del Gobierno con un tuit. Podría ser peor para Rajoy.