"Cuando uno pierde un empleo es una desgracia, pero cuando uno pierde un negocio es una tragedia, porque se lleva por el medio el patrimonio de toda una familia, de toda una vida de sacrificio, de pagar impuestos, de sudar la gota... ". Y con esta frase dicha por Isabel Díaz Ayuso durante la reciente campaña autonómica de Castilla y León, creo yo que se entiende perfectamente que la presidenta madrileña otorgue contratos a familiares y amigos con alegría y sin el mínimo sentimiento de culpabilidad.

Que su hermano se haya llevado 286.000 € por negociar la compra de unas mascarillas es, para las Ayuso del mundo, no sólo lo normal, sino lo lógico y justo. El dinero ganado por Tomás Díaz Ayuso con la adjudicación a dedo del contrato de compra de las mascarillas, equivale a diez años del sueldo bruto de una enfermera en España. Diez años de madrugones y de trasnoches, de horas extra, de poner en riesgo la propia salud y la de su familia. Pero qué es todo eso comparado con el sacrificio de tener que decirle a tu hermana que a ver si le puede dar algo para sacar beneficio de la pandemia. De tener que llamar a un amigo de toda la vida para pedirle que te deje utilizar su empresa (dedicada a la fabricación textil y a la explotación agrícola y ganadera) como tapadera. De ponerte en contacto con una empresa asiática, con lo complicados que son los asiáticos para hacer negocios, y de gestionar el transporte de 250.000 mascarillas.

Nada, los diez años de trabajo de una enfermera para Ayuso no son nada, como mucho, si llegara a perder el trabajo, una desgracia y ¿van ustedes a comparar una vulgar desgracia con una tragedia como la que supone perder un negocio? La presidenta madrileña cree, ya saben ustedes que no le gusta mucho leer, que las enfermeras no pagan impuestos y que trabajar horas y horas con un equipo EPI no hace "sudar la gota".

No conozco a Tomás Díaz Ayuso, pero aunque fuera tan listo como su hermana, me cuesta creer que las llamadas que tuvo que hacer le ocuparan más de dos o tres días de su afanosa vida. La negociación de las mascarillas se hizo con carácter urgente a principios de abril de 2020. Por aquellas fechas la temperatura en Madrid era muy agradable, por lo que aún en el improbable caso de que Tomás no tuviera aire acondicionado en el despacho, se me hace difícil imaginarlo "sudando la gota" por el esfuerzo de tener que hacer unas llamadas de teléfono. Si lo imagino, en cambio, sudando al presentar la Declaración de la Renta un año después, intentando justificar la procedencia de semejante morterada de dinero.

Sobre lo de que Casado y compañía hayan callado hasta ahora para intentar chantajear a su compañera de partido hablamos otro día, pero ya les adelanto que son cosas de la famiglia.