Me llamo Loreto Ochando, soy periodista de ElPlural.com y me he criado en Benetússer, uno de los pueblos afectados por la tragedia. Mis padres VIVEN allí. Y pongo viven en mayúscula porque miles de mis vecinos no pueden decir lo mismo de sus familiares. El martes por la noche fue la peor noche de mi vida, mucho peor que la del ictus de mi padre con la que aún tengo pesadillas. Desde entonces he llorado muchas veces. Pero ya no me quedan lágrimas.
Lo que me queda es una sensación de impotencia que a ratos no me deja ni respirar. Lo que me queda es un cabreo que se acrecienta cada vez que veo al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, abrir la boca, o a su consellera de Turismo hacer unas declaraciones que me revuelven el estómago, y más si pienso en los padres de las tres niñas muertas en mi pueblo, dos de ellas hermanas. Lo que me queda es desesperación cada vez que hablo con alguno de mis vecinos y me pide, me suplica, que yo, que conozco a los políticos y salgo en la tele, pida ayuda. Una ayuda que llega con cuentagotas y que cada hora que pasa es más necesaria.
No quiero entrar aún a pedir responsabilidades políticas, pero es muy duro esperar. Es muy duro saber que se envió una alerta a las 20:12 minutos cuando en Paiporta la gente ya se había ahogado. Es muy duro tratar de explicar en el periódico lo que está sucediendo intentando ser objetiva.
Pues bien, ahora mismo les digo, lectores, que no soy objetiva.
No puedo serlo mientras una de mi mejores amigas desde la guardería sujeta del brazo y anima a una amiga suya cuando los bomberos achican el agua para poder sacar el cadáver de su marido. No puedo serlo cuando mi vecina de toda la vida de delante de casa está en la UCI porque casi se ahoga. No puedo serlo cuando veo al alcalde de Alfafar hacer un llamamiento desesperado. No puedo serlo cuando el exalcalde de Paiporta, Vicente Ibor, me explica cómo tenía a una persona a menos de diez metros del balcón de su casa subida al techo del coche y no podía ayudarla o cómo ha perdido a más amigos en un día que el resto de los mortales en toda una vida. No puedo serlo y punto.
Escribo este artículo. más que para informales, como terapia. No puedo más y solo han pasado 72 horas desde el desastre. Encima me siento como una mierda porque yo he tenido suerte, mi familia está bien, pero no puedo evitar estar desesperada, dolida y cabreada, muy cabreada.
Saben que siempre les digo que las conclusiones son suyas. Pues bien, lector, esta vez me van a permitir que les diga que no, que las conclusiones salvo que sean valencianos, no son suyas porque es imposible que se hagan una mínima idea de lo que está siendo esto. Les juro por mi vida que voy a intentar contar lo que suceda con la máxima objetividad que pueda, pero, desde ya, les puedo decir que no sé si seré capaz de lograrlo. Así que les pido disculpas por adelantado.
Ustedes no lo saben, pero hay una persona que de apodo me ha puesto Goicoetxea por el mítico defensa del Athletic Club de Bilbao. Dice que cuando escribo análisis siempre va por el aire alguna tibia y peroné. Pues bien, hasta esta Goicoetxea tiene corazón, y ahora mismo está roto. Gracias por leer estas líneas lector.